Hoy vengo para contaros una historia muy personal, que tiene sus raíces en el comienzo de mi vida social, que se ha venido desarrollando en los últimos 3 años. Una historia que puedes ser quien tú quieras; que el cambio es posible, y sobretodo, que vale la pena.
Dirigido especialmente a todas esas personas con problemas de integración social de todo tipo, y sienten que no hay nada que puedan hacer. Mostraré que os equivocáis:
Prólogo
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La mayoría de la gente habla de sus primeros años de adolescencia como una época rica en experiencias, llena de vida y sobretodo, los primeros síntomas de evolución social hacia una etapa más adulta. Mi caso es distinto.
Yo era el típico chaval gordete (con un máximo de 94 kgs a los 16 años de edad), que nunca tuvo más amigos que aquellos que venían de familia, Internet, y poco más. Salir de casa era raro; prefería quedarme sentado en frente a la pantalla compitiendo en algún juego o haciendo cualquier otra cosa. Si salía, era para quedar en casa de alguno de esos "amigos familiares", sin tener la oportunidad de conocer más gente de fuera.
En el colegio era frecuentemente molestado por otra gente. Marginado hasta el fin, molestado como nadie en clase... Era algo que podía conmigo, e incluso me supuso un fuerte problema en mi avance académico, ya que me hizo relacionar el estudiar con bullying en clase. Lo iba pasando igualmente, pero eso no hacía que cada vez odiase más y más el instituto...
Mantuve ese estilo de vida desde mis 13 hasta mis casi 17 años. Fue ese último año, en el que me di cuenta de que algo no iba bien.
El ataque de la sociedad y la voluntad de cambio
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Como dije, en la segunda mitad de mis 16 y comienzo de mis 17, empecé a salir ocasionalmente, algún día con mi hermano y otros con mi primo. Empecé a analizar como me hablaba la gente, y especialmente cómo lo hacían las mujeres. Cierto grado de desprecio, de pasar desapercibido, de no importar un comino, a fin de cuentas.
La sociedad todos sabemos como es, y también sabemos que nuestros propios instintos tienen parte de la culpa. Estar gordo y ser vergonzoso dificulta muchísimo socializar, pues a muy poca gente le interesa juntarse con sujetos así. Nos pasa a todos, y eso hace que el marginado se margine más y más, y que acabe siendo todavía más asocial que en el inicio.
Hubo un momento de suerte que cambió mi vida: una cena de antiguos compañeros de clase. Sí, algo tan jodidamente normal y casual, fue lo que hizo que conociese a mi primer pandilla de amigos como tal.
El comienzo del cambio
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Pronto empecé a salir a menudo con mi nuevo grupo de amigos. Adquirí valores, conocí gustos distintos (de los cuales compartí muchos, entre ellos la música), y empecé a conocer más gente los sábados noche.
Mentiría si dijese que solo la determinación me ha llevado hasta aquí, pero hubo otro golpe de suerte que me ayudó a seguir adelante: empecé a adelgazar por mí mismo, con extrema facilidad. Aparentemente el haber dejado de medicarme para ciertos problemas de salud (no muy graves) de mi niñez, y el haber comenzado a tener un poco de actividad, hizo que empezase a perder peso sanamente.
Ahora me sentía más seguro de mí mismo y comencé a conocer gente de forma más abierta, menos vergonzosamente. Empezaba por fin, a tener un poco de vida social.
Un desarrollo largo, pero fortuito
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Todos sabemos que nadie cambia de la noche a la mañana, y por supuesto, yo tampoco lo hice. Estuve en esa situación durante cerca de un año, pero a mis 18 las cosas ya eran muy diferentes a cómo lo eran antes. Ya no estaba gordo, había adelagazado 15 kg y ahora tenía un cuerpo "normal", la gente me miraba con otra cara, y mi seguridad respecto a las personas iba creciendo.
Durante este año tuve muchos cambios en mi grupo de amigos que me hicieron adaptarme un poco más a la línea cambiante que todo grupo social sigue, así como a quedarme con aquella gente que de verdad valía la pena en mi vida. A esta situación se le añadió mi primer gran despecho del tan sumamente tedioso amor...
Estaba claro que no todo podía seguir de rositas por mucho tiempo más. La vida me puso no una, sino dos o tres paredones delante, que me invitaban a volver por dónde había venido. En su superficie estaba escrito que la vida social no estaba hecha para mí.
Durante un tiempo bastante largo, mi situación social decayó y mi grupo de amigos con los que quedar a menudo se había reducido a dos. Tardé dos, quizás tres meses en darme cuenta de que no iba a parar aquí, y con el comienzo del ciclo medio de informática, di el paso a conocer a más gente y a seguir compartiendo momentos con mis amigos de antes.
Por fin volvía a ver luz al final del túnel.
Un último paso
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Pese a que todo fuera viento en popa, las cosas avanzaban lentas y yo seguía teniendo dificultades para socializar, aunque obviamente muchas menos que dos años antes. Pero en ese último año no había mejorado en absoluto, hasta que en verano de 2011, de mano de uno de esos dos amigos que me quedaban, conocí a mi actual grupo de colegas, que fue el que me ayudó a dar el último paso en este cambio.
Un grupo de 6 chavales, 2/3 años más joven que nosotros dos, me ayudaron a dar ese toque de desvergüenza y ganas de disfrutar la vida. Por fin volvía a progresar.
Y ahí me encontraba yo, el 25 de Diciembre de 2011, 24 kilos más delgado que el mismo día tres años atrás, completamente cambiado de arriba a abajo y con una mente más abierta a socializar, en el paseo del puerto de mi pueblo. Estaba dando mi primer beso... ¡con 19 malditos años! Madre de dios, qué tarde, pero qué bien se sentía el poder haber llegado a ese punto después de todo por lo que había pasado.
Cómo habían cambiado las cosas... Después de este día, la vivencia de nuevas experiencias sociales se convirtió en algo imparable hasta el día de hoy.
Situación actual: Del yo de antes, al yo de hoy
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Y aquí me hallo, completamente diferente al chico descrito en el prólogo. Ahora soy infinitamente más social, me preocupo mucho más que antes por mi imagen, mi físico y mi salud, y tengo una vida rica en cuanto a este campo se refiere.
Me encuentro viviendo en la ciudad con dos compañeros, sigo manteniendo una activa amistad con mis amigos del pueblo, sin dejar de hacer vida social con gente nueva en la ciudad, a un ritmo frenético para no llevar ni dos semanas. Cada día conozco gente nueva y cada viernes cae una mujer diferente entre mis sábanas (por ahora), y ya manejo los temas sociales con facilidad y sencillez.
Todo esto, claro está, sin dejar de lado mis estudios (estoy cursando el ciclo superio de Desarrollo de Aplicaciones Multiplataforma), es más, con más motivación que nunca. También soy más enérgico y en general, muchísimo más feliz de lo que lo era en mi cueva hace unos años.
A veces me sorprende hasta a mí mismo lo mucho que puede cambiar una persona. Y es que, cuando escucho eso de "la gente nunca cambia", me doy cuenta de lo sumamente engañada que está la sociedad respecto a este tema. Y es que puedes cambiar, puedes ser quien tú quieres, solo aprovecha las oportunidades que te brinda la vida y pon un poco de empeño por ello. No te rindas por un obstáculo, supéralo, y supérate a ti mismo.
Y para terminar, una pequeña crítica:
Yo, que he estado en los dos lados de la tortilla, puedo aseguraros que es MUY duro cuando eres marginado por la sociedad. Y no, la gracia no está en insultar y marginar, pero tampoco en ser condescendiente. Al socialmente reprimido hay que darle un empujoncito, hacerle ver que puede estar mejor y ayudarle para ello. Insultando y marginando solo conseguimos que las personas de mentalidad débil sigan marginándose más y más, en una espiral interminable de automarginación que acaba con la vida de uno.
Y es que, somos increíblemente DUROS con los demás, aunque no nos demos cuenta. Ahora que me considero un chico de 20 años atractivo y sociable, todos me tratan muy diferente a como me trataban cuando era un gordo feo descuidado y asocial. No os equivoquéis: no solo cambia el trato recibido por las mujeres, el trato que recibo de hombres también ha cambiado enormemente. Y eso solo por la apariencia física.
Por eso, me gustaría pedir que no seais tan duros con los demás por una apariencia física o dificultades para socializar. Porque cuando estás en esa situación, un comentario agradable y amistoso te hace querer seguir adelante, como me lo hizo a mí, y como espero que lo haga con otras tantas personas que quieren cambiar en esta vida.
Si quieres cambiar, hazlo. Es posible.
Un saludo.
#2 Desde luego que la frustración propia tiene mucha culpa, pero créeme que no toda. No hace falta ni que hables para notar que la gente te ve de forma diferente, y créeme, he pasado por ello y sé de qué hablo xD.