#298 Hombre, hechar no, en todo caso echar.
"Las fiestas y actividades relacionadas con los toros reciben cada año por parte de las administraciones 564 millones de euros en subvenciones. Este cálculo forma parte de un estudio a gran escala en el que trabaja la Fundación Altarriba , dedicada a defender los derechos de los animales.
Al final los toreros van a ser casi funcionarios públicos
Esta estimación implica que cada una de las 12 millones de familias –con un modelo de hogar con cuatro personas– financia con 47 euros anuales una fiesta que, según una encuesta de la consultora Gallup, no interesa nada al 72,1% de los españoles.
Desde la Fundación Altarriba remarcan que la cifra total es mucho mayor, porque el cálculo no incluye las ayudas a los ganaderos. Su portavoz, Matilde Figueroa, recalca que "al final los toreros van a ser casi funcionarios públicos".
Para otros fines
La mayoría de los contribuyentes ignoran que parte de sus impuestos sirven para este tipo de espectáculos y que podrían destinarse a otros fines. Así, desde la Fundación Altarriba recuerdan que la comunidad andaluza ha invertido este año 2,5 millones de euros sólo para promocionar la fiesta de los toros; es decir, en meras acciones de marketing.
Este presupuesto equivale a la inversión necesaria para que funcionen durante un año entero diez quirófanos de urgencias en un hospital público capaces de practicar ocho cirugías al día. Asimismo, serviría para pagar un empaste de 60 euros a 9,4 millones de niños, aliviando así las necesidades de presupuesto del nuevo plan bucodental del Gobierno.
La Fundación Altarriba se plantea promover campañas de objeción fiscal para protestar contra estas subvenciones.
60.000 animales maltratados
Los toros, sobre todo, pero también vaquillas, caballos o gansos son víctimas cada año de la cruel diversión de los humanos en las fiestas populares. Según los cálculos realizados por la Asociación Nacional para la Protección y el Bienestar de los Animales (Anpba), la cifra de animales sacrificados rondaría los 60.000.
El último caso denunciado por esta asociación es el del Toro de la Vega, fiesta que se celebra en Tordesillas (Valladolid) y que consiste en que varios jinetes persiguen y lancean a una res hasta matarla"
http://www.20minutos.es/noticia/276608/7/
Como ves, al menos pongo datos, no una puta mierda de video de youtube para dar peso a la afirmación de que miento como un bellaco.
A lo mejor si la crítica viene de Perez-Reverte, es menos estúpida:
Sobre chusma y sobre cobardes
Sobre el Toro de la Vega de Tordesillas (Valladolid)
El Semanal
25 Mayo 2003
Se me han cabreado unos vecinos de Tordesillas porque el otro día califiqué de chusma cobarde a la gente que se congrega cada septiembre para matar un toro a lanzazos mientras la junta de Castilla y León, pese a las protestas de las sociedades protectoras de animales, mira hacia otro lado y se lava las manos en sangre, con el argumento de que se trata de una tradición y un espectáculo turístico. No sé si es que los llamara chusma o los llamara cobardes, o las dos cosas, lo que pica el amor propio de mis comunicantes. El caso es que se dicen «lanceros de Tordesillas, y a mucha honra», y preguntan cómo yo, que alguna vez he escrito que me gusta asistir de vez en cuando a una corrida de toros, me atrevo a hablar así de lo que desconozco, o sea, de «un duelo atávico y mágico, un combate de la bravura contra la inteligencia, un ritual de valor y de bravura que se celebra desde tiempo inmemorial». Exactamente eso es lo que dicen y lo que preguntan. Así que, con el permiso de ustedes, se lo voy a explicar. Despacito, para que me entiendan.
Amo a los animales. Por no matarlos, ni pesco. Tengo un asunto personal con los que exterminan tortugas, delfies, ballenas o atún rojo. También prefiero una piara de cerdos a un consejo de ministros. Creo que no hay nada más conmovedor que la mirada de un perro: mataría con mis propias manos, sin pestañear, a quien tortura a un chucho. Sostengo que cuando muere un animal el mundo se hace más triste y oscuro, mientras que cuando desaparece un ser humano, lo que desaparece es un hijo de puta en potencia o en vigencia. Eso no quiere decir, naturalmente, que caiga en la idiotez de algunas sociedades protectoras de animales que dicen que cargarse a un bicho es un acto terrorista. Incluso, como apuntaban mis comunicantes, cada año voy un par de veces a los toros. Cada cual tiene sus contradicciones, y una de las mías es que me gustan el temple de los toreros valientes y el coraje de los animales nobles. Es una contradicción -tal vez la única, en lo que tiene que ver con los animales- que asumo sin complejos; y sólo diré, en descargo, que nunca me horroricé cuando un toro mató a un torero. Al torero nadie lo obliga a serlo; y a cambio de jugarse la vida, gana dinero. Si no murieran toreros, cualquier imbécil podría estar allí. Cualquier cobarde podría dárselas de matador de toros. Cualquier mierdecilla podría justificar por la cara, sin riesgo, su crueldad y su canallada.
Yo he visto matar. Con perdón. Matar en serio. He visto hacerlo de lejos y de cerca, a solas y en grupo, y me he formado ciertas ideas al respecto. Una de ellas es que degollar y cascar tú mismo, cuando toca, forma parte de la condicion humana; y que son las circunstancias las que te lo endiñan, o no. También tengo una certeza probada: muy pocos son capaces de matar cara a cara, de tú a tú, jugándosela sólo con su inteligencia y su coraje, si alguien no les garantiza impunidad. Recuerdo a verdaderas ratas de cloaca, incapaces de defender a sus propios hijos, enardecerse en grupo y gallear, pidiendo sangre ajena, cuando se sentían respaldados y protegidos por la puerca manada. Conozco bien lo miserable, cruel y violento que puede ser un individuo que se sabe protegido por el tumulto. También leo libros, vivo en España, conozco a mis paisanos, y sé que para linchar y apuñalar por la espalda, aquí, somos unos artistas. Lo hacemos como nadie. Por eso, que media docena de tordesillanos, o más, se quejen porque a estas alturas de la feria me asquea lo del toro de la Vega y me cisco en los muertos de los lanceros bengalíes, me tiene sin cuidado. Lo dije, y lo sostengo. Llamar combate, torneo y espectáculo de épica bravura a miles de fulanos acosando a un animal solitario y asustado, y después tratar de héroes a una turba enloquecida por el olor de la sangre, que durante media hora acuchilla hasta la muerte al toro indefenso, refugiado en un pinar, y que luego salga la alcaldesa diciendo que «el combate fue rápido y ágil», y que el Aquiles de la jornada, o sea, el cenutrio que le metió el primer lanzazo, alardee, como el año pasado, de que «el toro estaba a la defensiva y se escondía en los arbustos, así que era difícil alancearlo», es un sarcasmo, una barbaridad y una canallada. Se pongan como se pongan. Al menos, en las plazas de toros el animal tiene una oportunidad: empitonar a su verdugo, de tú a tú. El consuelo, tal vez, de llevarse por delante al cabrón que lo atormenta.
Así que, por mi, todos los heroicos lanceros de la Vega pueden irse a hacer puñetas.