Siguiendo un poco la estela de este hilo, voy a hablaros de los inicios de la censura cinematográfica en España, centrándome sobre todo en los primeros años de la Guerra Civil. Veréis que algunos tópicos relacionados con la influencia de la Iglesia son ciertos pero, a la vez, la imagen de la República como garante de la libertad cultural en este ámbito no lo es.
Precedentes
En 1938, al ser sustituida la Junta Técnica de Burgos por el primer Gabinete de Franco, Ramón Serrano Súñer, el titular de Gobernación, se ocupó del papel de la prensa y el cine. La primera se reguló por decreto y el segundo por una Orden del 2 de noviembre, pero desde el año anterior ya existía la Junta Superior de Censura que, a partir de este momento, sería presidida por el historiador Melchor Fernández Almagro.
Éste es el comienzo de la cara más conocida de la censura española, pero lo que hoy nos ocupa es la etapa precedente. El inicio de la legislación relacionada con el cine se remonta a la Ley de Protección a la Infancia de 1904 seguida de una serie de Reales Órdenes por las que, por ejemplo, se prohibió la entrada en los locales de espectáculos a los menores de diez años. En 1916 se abarca no sólo la infancia, sino la Primera Guerra Mundial, poniendo en el punto de mira a las películas que puedan ofender a los soberanos de los países amigos, y en 1924 las verdaderamente calumniosas para la historia patria. Ese año, Primo de Rivera centralizó la censura en la Dirección General de Seguridad, con única delegación provincial en el Gobierno Civil de Barcelona, orden que fue renovada por la República el 18 de junio de 1931 teniendo validez para todo el territorio nacional las hojas de aprobación que se extiendan por ambos centros. De hecho, esta orden republicana amplió el control político del cine a las primeras autoridades provinciales, que podrán suspender la proyección de determinadas películas, no obstante estar autorizadas y poseer la correspondiente hoja de censura, siempre que así lo aconsejen circunstancias de momento o de localidad. Es decir; aunque una película pasara la criba de la Dirección General de Seguridad, la autoridad local podía decidir que no se exhibiría.
El periódico El debate, que no estaba conforme, propuso la creación de un cuerpo de censores de probada honestidad: Basta con organizar una censura confiada a un grupo de personas integérrimas y de solvencia cultural y moral y acometer una reforma de la legislación de espectáculos públicos, en la que se abarque fundamentalmente esta protección de la juventud y de la infancia española.
La promulgación de la encíclica Vigilanti Cura sobre espectáculos cinematográficos el 29 de junio de 1936, pocos días antes del alzamiento militar, reforzó la batalla particular de las agrupaciones católicas contra el cine. La Unión Diocesana de Juventudes Católicas de Burgos preparó una ponencia sobre la inmoralidad de los espectáculos públicos para presentarla al Consejo Central de la Juventud Católica, en la que se decía lo siguiente: Son constantes los lamentos que escuchamos por la gran difusión del cine inmoral, y todos estamos convencidos de los grandes perjuicios que acarrea, superiores, sin duda, a todos los demás medios de perversión. El cine, por la calidad del espectáculo, tiene una difusión mucho mayor que la prensa; en un cine se reúnen personas de todas clases, de toda ideología y de todos los planos sociales, con lo que se consigue una invasión total de la sociedad. El realismo de éste, unido al diálogo, graban de una manera sólida en las inteligencias las ideas fundamentales del film. Sobre la imaginación de la actual generación, y especialmente en la de los jóvenes, el cine inmoral va marcando su tenebroso surco, habituándoles a ver como la cosa más corriente los atentados más graves a la moral. Es preciso procurar la reconquista para el catolicismo de este gran medio de difusión de ideas, para evitar sus estragos y constituir empresas de producción de películas católicas.
Los Padres de Familia
Estas ideas fueron compartidas por la Asamblea General de la Confederación Católica de Padres de Familia (integrada por trescientas asociaciones), reunida en Burgos el 27 de octubre de 1936. En un impreso remitido al Jefe del Estado manifestaron su adhesión más plena y cordial por haber puesto a salvo el inapreciable valor de la familia española, puesta en trance de ruina por los ataques solapados y francos de la antipatria. En la VI Asamblea, celebrada al año siguiente, se requirió de nuevo más intervención del Estado ante el trabajo de las Juntas de Sevilla y La Coruña, siendo en Sevilla de quince a veinte diarias el promedio de películas que hay que censurar, y se puso como ejemplo a seguir la Italia de Mussolini.
A modo de dato más concreto, la zona nacional estaba inundada por entonces de propaganda contra el cine inmoral, resultando especialmente llamativo un panfleto de Mujeres de Acción Católica que circulaba por Sevilla titulado El cine, escuela de vicio y engaño, cuyo párrafo final decía: El Señor derramó hasta la última gota de su sangre por nosotros, para salvar nuestras almas. ¿Le negaremos nosotros el privarnos de los espectáculos morales e ilícitos? No es posible; guerra sin cuartel al cine inmoral. Aunque a estas alturas del hilo os parezca escandaloso lo que leéis, no está de más tener presente que este movimiento de recelo y rechazo ante los nuevos medios de difusión de las ideas es muy similar a las polémicas relativas al teatro de los siglos XVII y XVIII.
El 21 de marzo de 1937, el mismo día en que las tropas del general Mola iniciaban la ofensiva del norte, se crearon los Gabinetes de Censura Cinematográfica de Sevilla y La Coruña gracias a las presiones de la Confederación de Padres de Familia, que dirigió el de Sevilla y lo convirtió en el mayor órgano censor.
Las normas para la censura
Debía aumentarse el rigor censor en aquellas películas en las que de forma más o menos encubierta se haga menosprecio o se combatan los principios religiosos.
Se urgía el máximo respeto para los sacerdotes y religiosos.
Se toleraría cierta libertad de costumbres en las escenas, con tal de que respondiesen a la realidad y no se intentasen justificar.
Sólo se admitirían desnudos parciales si se tratase de escenas de conjunto a bastante distancia, nunca en primeros planos.
Las danzas basadas en las contorsiones de las danzarinas serían admitidas en caso de que lo requiriese el argumento, pero sólo la iniciación fugacísima del baile, cortando todo lo demás.
En casos de efusión amorosa no debe hacerse distinción entre primeros y segundos planos, procediendo terminantemente al corte del trozo de película, por mucha que sea la distancia a que la escena se figure
Prohibición absoluta para las cintas cuyo argumento estuviera basado en adulterios, suicidios, divorcios, amores o vicios contra natura, homosexualidad y control de natalidad.
Especial cuidado de todas las películas de gangsters que fueran en detrimento de la autoridad.
Quedaban terminantemente prohibidas todas las películas de argumentos históricos que no reflejasen
, así como las de ideología comunista o marxista, con asuntos sociales que puedan rozar en cualquier forma nuestro glorioso Movimiento y su ideología.
Queda prohibido todo lo relativo a lucha de clases, exaltación del pueblo oprimido, ni argumentos que se refieran a vejaciones a las clases obreras o referentes a excesos de tristezas en las clases humildes motivados por falta de medios económicos, por no hallar trabajo, por exceso de familia en obreros que no pueden sostenerla porque el jornal no cubre sus necesidades, casos de enfermedades, etc.
En las películas de asuntos de guerra se recomienda en especial cuidado en aquellas en que exista algo contrario a ideas imperiales.
Quedaban igualmente prohibidas las cintas de insubordinación militar, las enemigas de la guerra y todas las que fuesen contra el espíritu y el honor del Ejército.
La actuación de la Junta de Sevilla
Para los que seáis de Sevilla o hayáis estado, las reuniones de los censores tenían lugar en los locales de Acción Católica, en la céntrica calle de Placentines, muy cerca de la catedral. Entrando ya en materia nos encontramos, por ejemplo, que para el censor de Viudas habaneras la cinta presentaba escenas de bailables absolutamente imposibles de tolerar. Por si todo ello no fuera suficiente, existe también una escena de café-cantante en La Habana, con su imprescindible número de rumba bailada con todos los agravantes (me ha encantado esa frase xD).
El siguiente paso de la Junta censora fue enviar a todos sus miembros un comunicado en el que se daba relación de los actores, directores y novelistas cinematográficos cuyas producciones serán suspendidas en todo el territorio nacional, por haber hecho manifestaciones de adhesión al Gobierno rojo de Valencia o recaudar fondos para los marxistas españoles. En dicha lista figuraban, por ejemplo, Charlie Chaplin o Joan Crawford. Durante los meses siguientes se prohibió la exhibición total de películas como:
Y he aquí algunos de los argumentos para prohibir:
Amo a este hombre, de la Paramount. Un amor femenino, presentado como heroico, es inadmisible.
El asesinato en la terraza, de la Metro. Inmoral en absoluto por las notas sugerentes que abundan en ella.
El caballero del Folies Bergere. Asunto vodevilesco con escenas atrevidas.
Cocktail musical, de la Paramount. Serie de escenas que causan náuseas por su intención pedestre.
Compañeros de juerga, de los hermanos Hardy. Danzas orientales muy lúbricas.
Luis Candelas de Selecciones Ruano, basada en la vida del bandolero español del mismo nombre. Desprestigia por completo la leyenda popular que rodea la figura de Luis Candelas y queda a la altura de un ratero vulgar.
Vampiresas de 1935. Es una revista bastante buena, pero llena de todos los defectos propios de las revistas.
- Por último, también hay que mencionar los documentales. Naturaleza y amor, en el que se expone la tesis evolucionista sobre el origen del hombre y de la vida, resulta peligroso incluso para personas formadas ya que no se fomenta la cultura, sino el seudocientifismo, cien veces peor que la incultura misma.
Hasta aquí llega la primera etapa de la censura española. Posteriormente se crearía una Junta Superior de Censura, con sede en Salamanca, quedando reservadas para la sede de Sevilla únicamente las películas extranjeras. Se cambió a los responsables cuyo único estandarte era el catolicismo por militantes políticos, pero la moral del pueblo español se siguió preservando bastantes años más.