El Centro Simon Wiesenthal acaba de cerrar una etapa del siglo XX al dar por muerto al último jerarca nazi que todavía podía seguir en libertad: el capitán de las SS Alois Brunner, responsable de la deportación de al menos 128.000 personas a los campos de exterminio. “Nos ha llegado información de que murió en Siria hace unos cuatro años”, señala por teléfono Efraim Zuroff, principal investigador del centro. Según los nuevos datos que maneja, Brunner se instaló en Damasco en los años cincuenta y fue asesor del presidente Hafez el Asad, padre del actual dictador sirio. “Podíamos decir que le instruyó en asuntos como la tortura o la deportación de personas”, agrega Zuroff.
La fuente de estos nuevos datos es un miembro de los servicios secretos alemanes que conoce muy bien los movimientos de los nazis en Oriente Próximo. Brunner estaría enterrado en Damasco. El centro dedicado a la persecución de criminales de guerra nazis, que actualmente tiene en marcha la llamada Operación Última Oportunidad, destinada a capturar a los últimos ejecutores del Holocausto vivos, considera que está muerto al 99%, aunque no puede confirmar al 100% la información porque no tiene pruebas materiales de su fallecimiento.
“Podemos decir que es el último gran criminal de guerra, el último jerarca nazi que ha fallecido”, agrega el cazador de nazis Zuroff, que este lunes se encontraba de viaje en Noruega. En su último informe anual, el Centro Simon Wiesenthal le definió como “el más importante criminal nazi que no ha sido procesado y que podría estar todavía vivo, aunque la probabilidad de que haya muerto aumenta cada año, dado que nació en 1912”. “Fue visto por última vez en 2001. Consideramos que debe ser mencionado en las listas de más buscados del Holocausto”, agrega el documento.
Considerado uno de los lugartenientes de Adolf Eichmann, el que fuera el ejecutor de la Solución Final (sobre el que Hannah Arandt escribió su famosa frase de la “banalidad del mal”), fue el responsable de la deportación de 128.000 personas en cuatro países europeos: Austria, Grecia, Eslovaquia y Francia, donde fue el jefe del campo de Drancy, el lugar desde el que los judíos franceses eran deportados a Auschwitz para ser asesinados. En 2001, fue condenado a cadena perpetua en ausencia en París por la deportación de 352 niños en el verano de 1944. Así le define el centro de información sobre el Holocausto que mantiene el Museo de la Tolerancia: “El Hauptsturmführer de las SS Alois Brunner perteneció al pequeño grupo que ayudó a Adolf Eichmann a llevar a cabo la Solución Final”.
La versión francesa de Slate cita entrevistas concedidas por Brunner en los años ochenta. En una explica que abandonó Alemania hacia Egipto en 1954 con un falso pasaporte y que finalmente acabó en Siria. En otras espeluznantes declaraciones, al Chicago Sun-Times, aseguró: “Los judíos merecían morir. No tengo remordimientos. Volvería a hacerlo”. En Siria, adoptó el pseudónimo de Georg Fischer y trabajó como traficante de armas. Según Zuroff: "Estaba implicado en la persecución de la comunidad judía en Siria y era un experto en el terror y la tortura. Decía de si mismo que lamentaba no haber matado más judíos. Nunca se arrepintió".
El Centro Simon Wiesenthal recuerda que el Mossad logró enviarle dos cartas bomba, en 1961 y 1980, a causa de las que perdió un ojo y la mano izquierda. También el centro le relaciona con la llamada Red Gehlen, formada por antiguos jerarcas nazis que fueron utilizados por Estados Unidos para espiar a la URSS. Este episodio del final de la II Guerra Mundial, hasta ahora poco conocido, es objeto de un libro de investigación, recientemente publicado en EE UU: The nazis next door. How America Became a Safe Haven for Hitler's Men, de Eric Lichtblau.
Hasta ahora, los dos últimos jerarcas nazis que figuraban en la lista eran Aribert Heim, que se considera muerto desde 2009, y Brunner, por el que tanto Alemania como Austria ofrecían recompensas.
Actualmente se mantiene abierto en Alemania un último caso contra criminales de guerra de nazis. Según explica Zuroff, se basa en un cambio legislativo esencial que se produjo en 2009, tras el caso John Demjanjuk, un ucranio acusado de crímenes de guerra fallecido en 2012 cuando su caso estaba en apelación. Hasta entonces, para condenar en Alemania a alguien por crímenes de guerra o genocidio había que demostrar que había asesinado personalmente a alguien. El cambio es que, desde entonces, bastaba con hubiese estado destinado en alguno de los seis campos de exterminio nazis --Chelmno, Belzec, Sobibor, Treblinka, Auschwitz-Birkenau y Majdanek-- o que hubiese formado parte de los siniestros Einsatzgruppen —los batallones que asesinaron a cientos de miles de judíos en matanzas al aire libre en el este de Europa— para ser considerado un criminal. La fiscalía alemana mantiene abierta una investigación sobre unas 30 personas, y uno, Oskar Gröning, de 93 años, fue formalmente acusado el pasado septiembre.
https://internacional.elpais.com/internacional/2014/12/01/actualidad/1417440746_422975.html
Una pena que no haya pagado por sus crímenes.