Por qué las clases populares no votan a la izquierda y qué hacer

Lexor

Por qué las clases populares no votan a la izquierda y qué hacer para corregirlo
Por ALBERTO GARZÓN ESPINOSA

El resultado de las elecciones catalanas ha reabierto un debate clásico en la izquierda política: la cuestión de la afinidad política e ideológica de las clases populares. El hecho de que en los barrios obreros catalanes haya sido primera fuerza Ciudadanos ha hecho disparar de nuevo todas las alarmas. Pero no es la primera vez que sucede. En estas mismas páginas, y también en sus libros, Esteban Hernández ha ido destacando partes de este proceso desde hace años. La pregunta que tanto él como otros nos hacemos es la siguiente: ¿cómo es posible que los estratos sociales más bajos, las clases populares e incluso la clase obrera tradicional, esté optando por políticas de derechas como solución a sus problemas?

Lo primero que cabe advertir es que este no es un fenómeno que se circunscriba solo a nuestro país. En el año 2016 el politólogo Luis Ramiro publicó un estudio sobre la izquierda radical europea en el que se ponía de relieve que no existe una relación directa entre pertenecer a un estrato social desfavorecido y votar a un partido radical de izquierdas. O, dicho claramente, que los partidos de la izquierda radical europea dicen representar a las clases populares pero estas no se sienten representadas. Este estudio, y muchos otros, han demostrado que el votante medio de la izquierda radical europea no tiene nada que ver con el perfil del votante típico de los partidos de extrema derecha que están ganando peso en Europa y Estados Unidos. Como hemos explorado en otro lugar, el perfil de ese votante es el de una persona desempleada, poco cualificada, muy expuesta a la competencia económica internacional y con sentimientos nacionalistas que se realzan como una forma de protección ante esa situación general de vulnerabilidad. El problema general, por lo tanto, es que la izquierda no está siendo capaz de atraer a las personas más afectadas por la crisis y por la globalización neoliberal, y ese lugar lo están ocupando los partidos de derechas cuyos proyectos, además, tienen en muchos casos un espíritu reaccionario, racista y antidemócrata.
La tesis que defiendo aquí es que el problema no está en cómo representar a las clases populares sino en cómo ser parte de esas clases populares.

Durante décadas la izquierda política europea se ha ido desconectando de los estratos sociales más bajos con discursos cada vez menos vinculados a sus problemas cotidianos al tiempo que ha abandonado la construcción de redes sociales en barrios, vecindarios y centros de trabajo. En lugar de eso la izquierda ha concentrado su actividad en la participación en diferentes ciclos electorales y ha basado su crecimiento electoral en los sectores ideologizados de las autoconsideradas clases medias. Mientras eso sucedía, la globalización ha ido transformando las relaciones económicas y de clase en los países desarrollados, empobreciendo a las clases populares y haciendo descender de escalones a parte de la clase media. Este proceso está lejos de acabar. Transitamos hacia una sociedad polarizada, de enormes desigualdades y en la que la izquierda solo tendrá oportunidad de ganar la batalla a la derecha si es capaz de volver a penetrar en los barrios populares a través de prácticas que conecten con sus problemas cotidianos y materiales. Nuestro mundo se asemeja cada vez más al del siglo XIX que al de la llamada época dorada del capitalismo.
Cómo hemos llegado hasta aquí

Cuando Marx y Engels escribieron sobre la clase obrera en el siglo XIX, esta sobrevivía en unas condiciones verdaderamente miserables. Además, ambos fueron testigos de cómo los beneficios del crecimiento económico recaían exclusivamente en unas pocas manos, la de los propietarios de las grandes industrias y de los bancos. Y en su estudio del capitalismo llegaron a la conclusión de que esa situación se mantendría o se radicalizaría hasta la revolución. Es más, pensaban que la proletarización de la mayor parte de la población sería inevitable: tenderos, artistas, profesionales y otros trabajadores no industriales acabarían convirtiéndose en proletarios pobres como consecuencia del propio funcionamiento del sistema. Quedaría un puñado de capitalistas y una gran masa, que sería mayoría, de empobrecidos trabajadores asalariados.
Sin embargo, las predicciones de Marx y Engels sobre la polarización parecieron desvanecerse a finales del siglo XIX y, sobre todo, tras la II Guerra Mundial. Gracias a las luchas obreras los trabajadores occidentales consiguieron hacerse copartícipes de los beneficios del crecimiento económico. Incluso aunque ese crecimiento derivara del saqueo y expolio de otros pueblos del mundo mediante la colonización. Ya a comienzos del siglo XX surgieron las tesis de la aristocracia obrera de Lenin y del imperialismo de los autores marxistas que trataban de explicar por qué la clase obrera se estaba "aburguesando" a costa del sudor de los trabajadores de los países colonizados. Pero empezaba también a nacer la llamada clase media, trabajadores que ya no vivían en condiciones de subsistencia sino que aspiraban a ser propietarios de viviendas y de automóviles y que disfrutaban de los servicios públicos arrancados a las clases dominantes a través de las huelgas y la lucha política. El compromiso keynesiano de posguerra consistió en institucionalizar el conflicto capital-trabajo y en repartir los beneficios del crecimiento de la productividad. Pero ahí estaba la paradoja: la victoria de la clase obrera occidental en la conquista de sus derechos supuso también el cambio de agenda de sus organizaciones políticas.

El problema, como señaló Adam Przeworski en su magnífico libro 'Capitalism and social democracy', es que emergió un dilema político-electoral. Lo que sucedió realmente es que creció la heterogeneidad entre los asalariados, de modo que ahora cabía dirigirse exclusivamente a la clase trabajadora tradicional, que era una minoría, o tratar de incorporar nuevos sectores sociales que no necesariamente tenían los mismos intereses. La primera opción te condenaba a perder las elecciones, y la segunda a desnaturalizarte. La solución natural de la mayoría de los partidos europeos fue la de mantener cierta retórica obrerista al tiempo que se adaptaba el discurso para llegar más allá de la clase trabajadora tradicional. De ese modo, la gran atención de la izquierda política se fue desplazando progresivamente hacia los sectores que más crecían y que además suponían el grueso de los votantes en los sistemas electorales: la llamada clase media. De forma correspondiente, los discursos fueron cambiando y la atención a las condiciones materiales de vida (salarios, pobreza, etc.) fue perdiendo peso en beneficio de las condiciones inmateriales de vida (calidad de la democracia, cuestiones de igualdad horizontal, etc.). No sorprendentemente también el propio marxismo hizo en los años cincuenta y sesenta un giro cultural similar, dejando a un lado la Economía Política –y la temática de la explotación– y priorizando las cuestiones culturales y psicológicas –y la temática de la alienación y la identidad–, como bien recuerda Perry Anderson en Consideraciones sobre el marxismo occidental. Nunca dejaron de existir los trabajadores manuales no cualificados, la categoría más próxima a la clase obrera sobre la que teorizó Marx y que aún hoy representa el 25% de la fuerza laboral en España, pero fueron dejándose de lado.
Qué está sucediendo en las clases populares

Paradójicamente, desde los años ochenta nuestro mundo se va pareciendo cada vez más al de Marx y al del siglo XIX. La globalización neoliberal ha significado la liberalización del comercio mundial, las deslocalizaciones de las grandes empresas productivas, la privatización de las empresas públicas, la reducción de los sistemas fiscales progresivos y, en suma, el progresivo desmantelamiento del Estado Social. Con dos consecuencias esenciales, una de carácter nacional y otra de carácter internacional.

La primera es que la desigualdad dentro de cada país se ha disparado de nuevo, especialmente si comparamos el enriquecimiento del 1 por ciento más rico de cada país con el resto de la población. Como demostró Thomas Piketty en 'Capital in the twenty-first century', justo antes de la crisis el porcentaje sobre el total de riqueza del 1 por ciento más rico de Estados Unidos alcanzó los niveles de 1929. Esa concentración de la riqueza había disminuido radicalmente desde la II Guerra Mundial como consecuencia de los mecanismos redistributivos del Estado, pero empezó a crecer de nuevo a partir de los años ochenta. Hay que recordar que en la década de los años cincuenta el tipo impositivo marginal máximo –el tipo más elevado que se paga, lógicamente los ricos– era de hasta el 90% en Reino Unido o Estados Unidos, mientras que actualmente ronda el 40% en esos países. De ahí que David Harvey y otros autores hayan definido al neoliberalismo como la revuelta de las élites frente a los mecanismos redistributivos del Estado Social. O, dicho de otra forma, los ricos se cansaron de pagar los servicios públicos a los pobres y ya no tenían miedo a la revolución, así que organizaron una verdadera contra-revolución para acabar con las conquistas de la clase trabajadora.

La segunda es que la globalización está generando ganadores y perdedores también a nivel mundial, como demuestran los datos del libro 'Global inequality' de Branko Milanovic. Los ingresos reales de las clases populares de Europa y Estados Unidos se han estancado o han caído en las últimas décadas mientras han subido los ingresos reales de las clases medias urbanas de los países asiáticos y sobre todo de los superricos de todos los países del mundo. Dicho de otra forma, la globalización ha aumentado la desigualdad dentro de cada país, entre los poseedores de capital financiero y los trabajadores manuales, por ejemplo, pero también ha provocado que a nivel mundial el salario de un trabajador asiático se vaya pareciendo cada vez más al de un trabajador europeo medio. Esta es, exactamente, una predicción típicamente marxista: el desarrollo del capitalismo a nivel mundial igualaría las condiciones de vida de los trabajadores mientras haría aún más ricos a los propietarios de capital de todo el mundo. Un mundo dividido en clases y no en naciones.

Ambas consecuencias están interrelacionadas. Por ejemplo, no es que la clase obrera industrial haya desaparecido, sino que se ha deslocalizado desde Europa hacia Asia. La incorporación de China e India al mercado mundial es la incorporación de más de 1.100 millones de personas para competir con otras a lo largo de todo el mundo. Esa nueva realidad opera como presión a la baja de los salarios en las diferentes secciones productivas europeas en las que se están especializando los países asiáticos. Por ejemplo, aquellos sectores expuestos a la competencia internacional, por lo general los de menor valor añadido, tienden a tener salarios más bajos. Y España, que está tecnológicamente atrasada, sufre especialmente ese drama. De igual manera, la globalización permite una mayor división del trabajo dentro de cada empresa, con procesos de deslocalización parcial y subcontrataciones, lo que lleva a que algunas empresas ofrezcan salarios muy altos y otras salarios muy bajos. Todo ello aumenta aún más la desigualdad de ingresos entre las clases populares, especialmente las no cualificadas, y las clases altas.

La consecuencia más obvia de estas transformaciones es que las estructuras de clase de los países occidentales, incluyendo España, están polarizándose. La globalización neoliberal está produciendo una nueva división entre ganadores y perdedores a nivel mundial y nacional que está quebrando al estrato intermedio de la sociedad occidental, las llamadas clases medias. Hay quien ha hablado, entre ellos Esteban Hernández, de "el fin de la clase media". Pero más bien lo que está ocurriendo es que la clase media se está polarizando, con sus estratos sociales más altos manteniendo su posición y con los estratos sociales más bajos empeorando la suya. Los análisis del politólogo Pau Marí-Klose para España revelan que durante la crisis en nuestro país la distancia entre la clase media-alta y la clase media-baja ha aumentado.

Y por lo general los estudios económicos demuestran que el elemento clave es la cualificación formal y la estructura productiva. A mayor cualificación, más posibilidades de caer en el club de ganadores, pues se accede a puestos de trabajo más protegidos de la competencia internacional y que reparten más valor añadido. El problema es que la estructura productiva opera como limitante, como sucede con el caso español. Puedes tener a mucha gente muy cualificada pero que no es absorbida por la ausencia de tejido industrial de alto valor añadido, lo que lleva a la sobrecualificación.
Llama la atención, por ejemplo, que otro estudio de Raúl Gómez, Laura Morales y Luis Ramiro revelara que el tipo de votantes de los partidos anticapitalistas tradicionales (como los partidos comunistas ortodoxos de Portugal o Grecia) y de los partidos de nueva izquierda (como Izquierda Unida o el Bloco de Esquerda en Portugal) apenas se diferencian en términos de edad, género, ubicación territorial o conciencia de clase, pero que sí hubiera diferencia en que los votantes de la nueva izquierda tienden a estar más cualificados que los votantes de los partidos tradicionales. En el caso español, en un reciente estudio publicado en 2017, Luis Ramiro y Raúl Gómez encontraron que el tipo de votante de Podemos y de IU tenía el mismo perfil, a saber, el de personas progresistas altamente cualificadas. Este tipo de estudios sugiere que la izquierda radical española está menos conectada aún a los perdedores de la globalización. Sus votantes no son los que más sufren.

Por lo tanto, lo que ocurre en España, como en toda Europa, es que el viejo mundo del compromiso de clase y de una clase media que sostiene el Estado Social está tocando a su fin. Con ella, las ilusiones de amplios sectores sociales que se autoconsideraban de clase media se desvanece. Milanovic, en su ya citado libro, considera que en los años ochenta en España había un 34% de personas situadas objetivamente en la clase media, y que en el año 2010 ese porcentaje era del 31%. Una dinámica descendente que se estaría dando en todos los países, especialmente aguda en Estados Unidos y Reino Unido. Por otra parte, la socióloga Belén Barreiro ha tratado este tema en su libro 'La sociedad que seremos' y desvela que el porcentaje de personas que se consideran subjetivamente de clase media ha descendido desde el 63,4% de 2007 hasta el 52,3% del 2014, cifras aun significativamente altas.

Y es cierto que las políticas neoliberales han causado esto, pero también es cierto que ha sucedido como respuesta a la propia lógica de un sistema capitalista que por su propia naturaleza es global. El ascenso de políticas proteccionistas de carácter nacionalista, como ocurre con la extrema derecha, hay que entenderlo desde esta lógica de defensa frente a estas amenazas de empobrecimiento. En otros casos la ilusión consiste precisamente en mantener la ilusión, esto es, en prometer a los votantes que volverán los tiempos de antaño y que las llamadas clases medias recuperarán su posición. Como si no existieran los 1.100 millones de nuevos trabajadores chinos e indios o no existiera la coerción de la competencia a nivel mundial. Como si quisiéramos ignorar, en definitiva, que lo que está en juego es el lugar de Europa y sus ciudadanos en el sistema económico mundial.

Cómo llegar a las clases populares

Lo importante, a mi juicio, es tener presente que la clase social no es solo una entidad objetiva que puede analizarse en los estudios económicos clasificando a la sociedad a partir de distintos criterios. La clase social es también un constructo social, una identidad, que se va construyendo en la práctica política. La clave es, entonces, cómo se construye clase social o, dicho de otra forma, cómo se consigue unir en un mismo proyecto político a la clase trabajadora que sufre la crisis y la globalización.

Algunas de las propuestas existentes son de carácter discursivo y consisten, fundamentalmente, en adaptar los discursos a las nuevas realidades políticas. Si las estructuras de clase han cambiado, parece evidente que los discursos políticos tienen que adaptarse a esos cambios. Esto es tan obvio que parece insultante tener que repetirlo. El problema es que esto por sí solo no vale. La construcción de relatos o narrativas, es decir, de historias que intentan atraer a una base social es insuficiente. Además, en comparación con los recursos para contar historias de otros partidos de derechas, financiados por los ricos, las posibilidades de éxito se reducen exponencialmente.

Otras propuestas que se han dado son de ánimo organizativo, como las que sugieren la creación de una cuota obrera que obligue a las organizaciones a tener representantes de esos estratos sociales. Esta idea, recuperada hace poco por Nega y Arantxa Tirado en su libro 'La clase obrera no va al paraíso', recuerda la extendida prohibición que existió durante mucho tiempo entre los partidos socialistas respecto a la aceptación de militantes de extracción social burguesa. En todo caso, esta idea sería totalmente innecesaria si las cosas se hicieran bien, es decir, si la izquierda fuera de las clases populares y no solo se limitara a representarla.

La clave, a mi juicio, reside en la práctica material. Y este es un terreno desgraciadamente inexplorado por la izquierda europea actual. Se trata de aceptar que las subjetividades se crean sobre todo en la práctica, y que una organización que reside y está presente en el territorio, o que directamente está situada allá donde se da un conflicto político, es la que consigue convertirse en el instrumento de las clases populares.

Esto es algo que el movimiento obrero del siglo XIX siempre tuvo presente. De hecho, la función principal del SPD era formar a la clase más allá de las instituciones, esto es, en la práctica cotidiana. Como recordaba Antoni Domenech en su 'El eclipse de la fraternidad' en esa red se incluían "grandes sindicatos; cooperativas agrícolas; mutualidades; bolsas del trabajo; ligas campesinas; secciones y círculos socialistas y anarquistas; asociaciones deportivas y recreativas; círculos culturales; muchedumbre de periódico e imprentas; casas del pueblo; ateneos obreros; bibliotecas y teatros culturales; universidades populares; escuelas de formación de cuadros sindicales y políticos; cajas de seguro de enfermedad; cooperativas de consumo…". Los grandes empresarios alemanes tenían absolutamente claro que la fuerza del SPD provenía no tanto de sus votos como de su presencia en la sociedad y de esas vastas redes sociales. El SPD logró el 34% de los votos en 1912 precisamente como consecuencia de esa fuerza. Algo que el fascismo italiano de Mussolini sabía muy bien cuando mandó a los violentos grupos de las camisas negras a destruir el tejido social que el comunismo italiano estaba construyendo en su país.

En la actualidad, cuando nuestro país y toda Europa ha iniciado una tendencia hacia las condiciones laborales del siglo XIX, conviene tener muy presente estas enseñanzas. Y recordar, sobre todo, que la función esencial de una organización política es convertirse en una sociedad alternativa, algo que se consigue siendo parte del tejido social y no solo tratando de representarlo. Si somos inteligentes en la izquierda europea, comprenderemos que la mejor manera de combatir a la extrema derecha, de ganar las elecciones y de poner en marcha un nuevo proyecto de país es precisamente a través del despliegue práctico y material de nuestra organización en todos los espacios de socialización. Y quizás todo empiece por preguntarnos si realmente nuestro objetivo es representar a las clases populares o ser las clases populares.
https://blogs.elconfidencial.com/espana/tribuna/2018-01-27/por-que-las-clases-populares-no-votan-a-la-izquierda-y-que-hacer-para-corregirlo_1512294/


¿que os parece? es increible que se haya dado cuenta de que la izquierda ya no representa a los estratos sociales mas necesitados sino a los mas escandalosos el problema viene cuando en vez de hacer autocritica para mejorar empieza a repetir sin parar que volvemos al siglo XIX y evita buscar una solucion mas que seguir culpando al resto

FaLc0n_

Muy largo

1 respuesta
vuvefox

Un RPV por favor. Ah y me ha encantado del traje, seguro que llega a los votantes del pueblo con esas tontadas.

Leoshito

Nada, lo más lógico es que los pobres voten a la derecha. Que defiende sus intereses, y el de otros famosos pobres como: Ana Botín, Florentino Pérez o Amancio Ortega.

1 respuesta
Lexor

#2 indeed it is, me ha costado terminarlo y lo peor de todo es que es un llanto xxl sin aportar ni soluciones ni autocritica
#4 lo que pasa es que la derecha ha sabido captar las necesidades de los obreros y se ha situado con ellos, ya el amigo dice en el monologo xxxl que he copypasteado como ciudadanos ha sido quien se ha llevado el gato al agua en los barrios pobres catalanes
si lees el hilo lo explica mas o menos

Eckooo

Me quede en Por

sephirox

Los nuevos bolcheviques.

La gente quiere oír hablar de derechos laborales, de mejores salarios, de lucha de clases; lo que no quiere es a un payaso disfrazado de vete a saber qué cojones, hablando de manspreading y de revolución del amor.

2 respuestas
DoRiTo

http://www.mediavida.com/foro/off-topic/colega-donde-esta-mi-izquierda-591747

Dase

Hay 2 posts en otro famoso foro que traslado porque es la verdad:

Fácil: porque a la peluquera de la esquina y al paleta de la obra de enfrente lo que menos les preocupa es el patriarcado y que el soterramiento de la M30 sea machista.

El problema es que para la izquierda el problema es el feminismo, refugies, sexualidad, heteropatriarcado,monarquía, etc

Y los problemas de la gente real es el paro, la delincuencia, las pensiones, la largas esperas en sanidad, unidad del pais...

Y por eso sus políticos cortocircuitan cuando ven que el PP aun robando sigue ganando las elecciones.

1 respuesta
sephirox

#9 Si ellos son la cara decadente de la izquierda europea, lo vuestro es la vil cara del neoliberalismo más mortífero hecho realidad. No nos vengas a contar el cuento de que sois mejores, porque ellos son ridículos pero por lo menos no son una banda de ladrones que aplican políticas en contra del género humano.

Lexor

#7 bueno eh, tambien hablan de la miopia de los partidos no sabiendo empatizar con sus posibles votantes, es por ello que podemos y sus espiblacks hacen mas mal que bien al partido, aunque luego aqui leas lo contrario :D

1 respuesta
Fr4ktaL

#9 "El problema es que para la izquierda el problema es el feminismo, refugies, sexualidad, heteropatriarcado,monarquía, etc

Y los problemas de la gente real es el paro, la delincuencia, las pensiones, la largas esperas en sanidad, unidad del pais..."

Los partidos de izquierdas actuales se preocupan por todo eso que has dicho al mismo nivel, otra cosa es que haya una parte del pais que considerais que la violencia de genero se la inventa la subnormal de barbijaputa para aumentar sus seguidores en facebook y que el rey "es un gran embajador" (pero de sus cojones y su fortuna claro)
Simplemente se siguen teniendo prejuicios de corte gañan y siempre se usa la misma falacia de "si luchas contra [introducir aqui algo que le gusta a la derecha] no puedes luchar contra el paro DDD:" se pueden hacer un monton de cosas a la vez desde el estado, por eso se diversifican distintas materias en ministerios.

Lexor

Os animo a que os lo leais entero, el 90% es una chorrada pero aun asi hay que leerlo por las escasas cosas interesantes que dice y por ver como piensa una de las cabezas pensantes de juntos podemos

sephirox

#11 El problema es que la izquierda no es izquierda y los partidos obreros no están conformados por obreros. Entonces esto deja a la clase obrera desamparada, en manos de los peligrosos neoliberales, que controlan los medios que generan opinión y los que anestesian a la población.

Esto es fácil de resumir: estamos jodidos.

1 respuesta
benjajim

La izquierda está más ocupada de las minorías y de los parásitos del estado que se la base de sustentación de un país : la clase trabajadora que está abandonada por los partidos políticos.

1 respuesta
M4v3rikj3j3

Basicamente xq la peña vota en función de como se informa, la masa votante de España sobrepasa los 50 años, esa gente que aún se informa mediante prensa, radio y televisión (Las Mass Media).

Y la Mass Media se refleja perfectamente en la reunión que tuvieron: Antorio Ferreras (Director de la Sexta), Mauricio Casals (Presidente del diario La Razón y adjunto a la presidencia de Atresmedia Corporación) y "El comisario Villarejo"(Las cloacas del estado), para crear y promover la falsedad sobre la financiación de Podemos.

1 respuesta
Leoshito
#15benjajim:

La izquierda está más ocupada de las minorías y de los parásitos del estado

Los que defienden a los ricos, la iglesia y los empresarios son la derecha. No te equivoques.

H

Lexor

#16 podrias tener razon si fuera algo intrinsecamente nuestro y no se diera fuera.....pero no es el caso por lo que no tienes razon

#16M4v3rikj3j3:

Y la Mass Media se refleja perfectamente

#16M4v3rikj3j3:

crear y promover la falsedad sobre la financiación de Podemos.

no te has enterao de na

1 respuesta
Misantropia

Se dice que los barrios obreros y populares han votado C,s. No negamos que el avance de C,s ha sido importante, en buena parte por el trasvase de votos del PP y por la concentración del voto anti independentista, pero en la mayoría de las ciudades y barrios obreros y populares, la suma de votos de las izquierdas supera a los de la derecha.

http://www.sinpermiso.info/textos/de-verdad-la-gente-trabajadora-en-catalunya-voto-a-ciudadanos

1 respuesta
Lexor

#20 insinuas que garzon miente a proposito ? con que fin crees que lo hace ? es un falso victimismo para arañar mas votos? o es que realmente fue asi y sus fuentes son mejores que las tuyas ?

carbonara

Alberto Garzón no se ha dado cuenta de que ganar la Guerra Civil casi 80 años después de su final no va a ayudar a la gente con sus problemas del día a día; que las Leyes LGTBI+ no pueden ser el leit motiv de un partido político que aspire a gobernar; que las leyes contra la tauromaquia valen para generar titulares y debates estériles pero no para mejorar las condiciones de la gente; que los inmigrantes no pueden estar por delante de los nacionales para casi todo lo que son ayudas públicas; que existen mecanismos más allá de la protesta para mejorar las condiciones de los trabajadores; que el heteropatriarcado no puede ser el comodín cada vez que las leyes de violencia de género no atinan;...

Hay muchas cosas que Alberto Garzón y sus adláteres no parecen entender como la gran mayoría de la sociedad española. Quizás la fundamental sea que hoy en día el discurso de la revolución y la lucha de clases solo cala entre niños pijos de universidad que pueden jugar a ser comunistas del s. XIX en el salón de su casa viviendo de los papis; y, que el común de los trabajadores quiere mejoras materiales para su día a día y no que un payaso venga a hablarle de qué debería votar.

mrphy

A Podemos solo lo votan los intelectuales y los más ricos, como bien reflejan las encuentas que manejan xD.

dranreb

El problema de la izquierda es la propia "izquierda"

Don_Verde

¿Acabo de leer al señor Alberto Garzón alabando al SPD? ¿Me está afectando al cerebro tanto temporal de viento? El SPD es el partido socialdemócrata más traidor a los ideales que supuestamente dice defender probablemente de la historia. Y ya no hablo de la actualidad, con Martin Schultz poniendo el culo ante Merkel una vez más, sino cuando se posicionó a favor de la Primera Guerra Mundial, rompiendo el acuerdo entre la clase obrera militante de no participar en el conflicto imperialista o cuando se posicionó en contra de los Espartaquistas, usando los paramilitares de derechas para acabar con la revolución en Alemania que acabó con la muerte de Rosa Luxemburgo o Karl Liebknecht. No señor Garzón, el SPD jamás provocó el temor de la burguesía por muchas estructuras y apoyo social que tuviesen, pues desde muy temprana edad ya era una marioneta suya.

Y respecto al tema del post y del artículo, mi opinión es clara, pero muy difícil de asumir por los líderes de los partidos de izquierda. Las estructuras de partido tradicionales dentro del régimen y del sistema han demostrado de sobras ser insuficientes, ineficientes o ambas para no ya para transformar la sociedad hacia la dirección conveniente, sino para ejercer una oposición real a los poderes fácticos. En el mejor de los casos, pueden llegar a aumentar de forma lenta pero constante el avance social mediante reformar progresivas, pero ese trabajo de hormigas suele acabar destrozado en cuanto sucede un episodio de crisis económica o política, salvo contadas excepciones. El potencial votante de la izquierda suele estar profundamente desencantado con el sistema político en general y suele ser bastante crítico con el status quo y, si entras a formar parte de ese sistema, obviamente también estará desencantado contigo. Que se le trate básicamente como un pelele que solo sirve para depositar un voto en una urna cada cuatro años, usando las mismas tácticas de marketing electoral que usan lo que dicen combatir. No soy quien obviamente para proponerle una estructura distinta de organización política pues no creo que un partido político sirva como solución, aunque personalmente vería con buenos ojos algo mucho menos personalista y más participativo, mucho más participativo. Desde luego necesitarían distanciarse radicalmente del resto de partidos y no solo en discurso o ideología.

Pero bueno, acabarán achacando la culpa a un factor externo y patada a seguir, como si lo viera, mientras cada vez más gente potencial votante de izquierdas siente más y más desapego por los partidos del sistema, sumándose a la abstención pasiva o, aún peor, cayendo en las redes de conservadores o reaccionarios por pura impotencia y hastío.

Colgajo

Los problemas de la izquierda los describió Orwell en El camino a Wigan Pier (1937). Ya van 80 años, si no se han enterado todavía me da que la cosa va a seguir igual.

mrbeard

De qué cojones va vestido, joder que puta vergüenza de tio.

Tr1p4s

Como no van a votarle la gente o enterarse de lo que dice, si ni el mismo lo sabe. Menuda joyita el garzón xd

4 respuestas
M4v3rikj3j3

#19 Y que pase fuera, sirve de escusa para que pase dentro. Pues va ser que no :).

1 respuesta
Thouy

Lo que no entiendo es lo de finales del siglo XIX y la IIGM