Queridos amigos mediavideros, el otoño llega, y con él las delicias estacionales.
Llegan las setas, las granadas, y entre otras muchas delicias, las castañas. Deliciosas, dulces y jugosas castañas que bien asadas se disfrutan a cada bocado.
Pues bien, resulta que no todo es tan bonito. Estoy en la misma situación dramática que se repite estacionalmente en mi intestino. Las deliciosas castañas que por un lado entran, se transforman en terribles bombas nucleares en un proceso que no llego muy bien a entender.
En serio, es horrible. Voy como un zepelín soltando bombas nocivas, con un olor tan nauseabundo que me asfixio con mis propios efluvios. Ayer estaba en la cama, y me solté un biensonante cuesco de buenas noches, cuando no tardé mucho en darme cuenta de mi error. Aquella peste no se dispaba, y tuve que abrir las ventanas para poder dormir.
El miedo es que me he inflado a castañas y mañana trabajo, así que no sé muy bien qué pasará. Como se me escape una bomba nuclear no va a haber tos fingida que camufle el ambiente. Pero las castañas están ricas y pretendo seguir comiéndolas, fuck everything.
¿Alguna solución a esto que me permita disfrutar de las deliciosas castañas sin efectos secundarios?