Natalia Pérez, este sábado, bajará por última vez la persiana de su restaurante La Manzana. Adiós a cuatro años de ilusión por ser su propia jefa. "No entiendo lo que ha pasado este último año", dice esta madrileña de 41 años. "Los dos primeros la cosa funcionaba, el tercero empezó a flojear y desde septiembre cayó en picado. Pensábamos que sería la cuesta del cole, los gastos de los niños... pero no, la gente empezó a dejar de venir y los que venían consumían menos".
Podría ser la historia de siempre. Un local abre. No funciona. Cierra. Llega el siguiente. Pero esta vez hay algo más. En el mismo bloque residencial cerró hace seis meses una peluquería low cost por falta de clientes. Un negocio de alimentación china también clausuró por no poder pagar el alquiler. Y la zapatería Pisotones, tras 30 años de actividad, también acaba su historia el sábado, el mismo día que La Manzana, el negocio que Natalia abrió junto a su pareja Daniel.
Todos, en la intersección de la calle de las Delicias con el paseo del mismo nombre. Una zona de Arganzuela que acoge a muchos exvecinos de Lavapiés o Malasaña que fueron expulsados por la burbuja del alquiler. Una marea de inquilinos que se extiende al sur y que provoca que Delicias eleve un 40% el precio de sus alquileres en solo tres años, según los datos de marzo de la consultora urbanData Analytics. Los precios allí ya superan el máximo obtenido en 2007.
Este subidón a los inquilinos madrileños se atestigua en otras grandes ciudades. Desde 2014 el metro cuadrado de vivienda en arrendamiento crece el 44,5% en Barcelona, el 43% en Madrid, el 48% en Valencia, el 56% en Palma y el 27% en Sevilla, según los datos de Idealista. Y esto, que es un drama para el inquilino porque le queda menos presupuesto tras afrontar el alquiler, lo esta también para los comerciantes de estas ciudades porque necesitan su consumo.
"Estoy convencida de que ha influido esa subida del alquiler, y la de la luz, y la de la gasolina...", enumera Natalia mientras ordena los últimos papeles del negocio en una mesa del bar. "¡Ni los locales chinos aguantan aquí!", añade Constantino, dependiente de 39 años en Pisotones, un local empapelado estos días con carteles amarillos de liquidación por cierre. "La situación aquí es insostenible desde hace dos años, se ven negocios abrir y cerrar y abrir... y se van a la mierda en meses".
"La subida de alquiler ha afectado mucho a los vecinos y nos acaba llegando a los comerciantes", explica a 20minutos Raimundo Nieves, secretario de la Asociación de Comerciantes del Barrio de las Letras, otro de los vecindarios de la capital que sufre tanto la gentrificación como la sustitución de vecinos por turistas. "Los caseros suben a 1.300 euros los alquileres que antes eran de 1.000... y eso disminuye el poder adquisitivo de los vecinos".
La hostelería y los negocios poco especializados lo pasan peor que otros negocios con clientes más dispersos y menos apegados al barrio. Ese cliente que desayunaba cada mañana su café y pincho de tortilla, cuenta Nieves, ya no va porque los altos alquileres le han echado del barrio o no le alcanza da el presupuesto. "Su lugar lo ocupa un turista más lowcost que prefiere comprar su desayuno en el minimarket y cocinárselo en el apartamento", afirma.
"Aunque al final unos negocios nos alimentamos de otros", dice Carolina Ramos, de 36 años y dueña de la tienda y estudio musical Delia Records. "Si alguien entraba a tomar algo en el bar La Manzana, al salir se fijaba en nosotros; y al revés, el que venía directamente a nuestro local, luego cruzaba la acera y tomaba algo allí".
Caída de la población en los barrios del centro
Este intercambio de residentes por turistas se ve en las estadísticas municipales. El distrito madrileño de Centro ha perdido un 8,5% de vecinos en esta década, especialmente en Sol (-12,5%) y Embajadores (-11,4%). El de Arganzuela un 1,1%... y mientras tanto Madrid es la ciudad europea en la que más crecen las reservas de AirBnB. Pero esas mismas estadísticas no reflejan una caída del número de negocios. La explicación es que lo que pierde un sector... lo gana otro.
"Cada vez hay más lavanderías porque los turistas prefieren lavar ahí su ropa o almacenes de equipajes", dice Nieves. En la manzana de Delicias en la que están muriendo negocios, se sustituyen por centros dentales, casas de apuestas, inmobiliarias y agencias de viaje. Eso sí. Pagando más por el local. "Cuando se cierra un local en estas zonas céntricas, después se alquilan a precio mayor". Es decir, la burbuja del alquiler residencial arrastra también a una burbuja de alquiler comercial.
Según un estudio de Idealista, los locales son el producto inmobiliario más rentable para los inversores: les ofrece un 8,9% de retorno (seis décimas más que hace un año), un beneficio superior al que ofrecen las oficinas (8%), las viviendas (7,8%) y los garajes (5,6%). Otro incentivo para echar el comercio tradicional de los barrios, sobre todo después de que en 2015 la ley finiquitase los contratos de arrendamiento de locales con renta antigua, que obligó a muchos comercios a mudarse o pagar mucho más por quedarse en el mismo establecimiento.
Los comerciantes de Barcelona comentan a 20minutos que en el Raval -uno de los barrios que sufren la gentrificación y el boom de los pisos turísticos- las tiendas tradicionales echan el cierre para dar paso a franquicias, almacenes, locutorios, tiendas de móviles y locales de kebabs. Allí también se intercambian residentes por turistas ocasionales. El barrio gótico pierde un 13,3% de vecinos en lo que llevamos de década y la Barceloneta un 6,9%, según datos del ayuntamiento de Barcelona.
Pero el hueco no solo lo ocupan turistas. "Se está expulsando de los barrios céntricos a la señora que pagaba poco por su pisito y entran 'dentistas' que pagan 1.000 euros de alquiler... pero ya no van a las mercerías o carnicerías a las que iba esa mujer", dice Michel Koopman, vocal de la asociación Fem Raval.
"Los negocios tradicionales cierran y se mueren, primero, porque ya no pueden pagar los 3.000 euros que les piden por alquilar un local y segundo, porque los consumos cambian, ahora es más fácil encontrar un kebab que un litro de leche", añade Koopman. "Llegan otros locales enfocados a un público con más dinero que pueden pagar 3 euros por una caña que antes costaba 1,5 euros. Los que no pueden, como eran los clientes de mi restaurante, se tienen que ir a las afueras".
Parece que el descontrol absurdo del alquiler no está trayendo nada positivo, si no más bien al contrario, más gente que se ve abocado al cierre entre los pequeños autónomos y la asfixia de no poder pagar el alquiler entre los inquilinos que no dan para más ya que los salarios no han subido en concordancia con los precios de todo.
¿Se debería controlar esto antes de que sea demasiado tarde y volvamos a ver una crisis otra vez? ¿Cómo lo haríais y qué medidas creéis que serían las correctas para que esto no esté desbocado?