España retrasa el envío del Plan de Recuperación a Bruselas y ha pactado ya el grueso de ese esquema (reformas a cambio de 140.000 millones) con las instituciones europeas. La Moncloa ha incluido muchas de las sugerencias de la Comisión Europea, pero se planta en tres asuntos medulares, las reformas laboral, de pensiones y fiscal, con el argumento de que esos cambios tienen una enorme carga políticoeconómica y hay que consensuarlos con los agentes sociales, el Pacto de Toledo y la recientemente creada comisión de expertos para la reforma impositiva. El Gobierno presentará esta semana con la fanfarria de las grandes ocasiones el documento central del plan, y mandará todos los papeles a la UE entre el 20 y el 27 de abril, un mes más tarde de lo previsto.
Nada de eso aparecerá en los planes españoles. La Moncloa contraatacó agarrándose a que no puede ir más lejos en esas medidas para dejar margen de negociación a los agentes sociales (en la reforma laboral y de pensiones), al Pacto de Toledo (en pensiones) y a la recientemente creada comisión de expertos para la reforma integral de la fiscalidad, que persigue acercar la presión fiscal a la media europea.
Bruselas acabó transigiendo, consciente de que varios países difícilmente entregarán sus planes antes del 30 de abril y de que las reformas españolas “son más ambiciosas que las de otros socios”, coinciden las fuentes consultadas.
El plan llega muy cocinado con el equipo económico de la Comisión. Con un cepillado notable respecto a las ideas iniciales, que incluye agrupar las 170 reformas previstas inicialmente en una cifra muy inferior. Y con un mes de retraso, el 20 o el 27 de abril, en parte porque España sigue trabajando para cumplir los requisitos de Bruselas, y en parte porque el reloj de la propia Comisión empezará a correr el día que España presente toda la documentación: el examen europeo debe estar listo en un máximo de dos meses.
“Bruselas quiere un paquete equilibrado en todos los ámbitos, y secuenciar las reformas”, apuntan las fuentes consultadas. Una vez reciba luz verde en Bruselas, se fijarán una serie de hitos para que la UE vaya desembolsando los fondos. Y ahí empezará el baile: España deberá apretar el acelerador con las reformas laboral y de pensiones; pasar de las musas al teatro, traducir las promesas sobre el papel en reformas —eufemismo, a menudo, de recortes— para recibir el dinero europeo, indispensable para la recuperación junto con las vacunas.