El cannabis es aquella mítica planta que hunde sus raíces en el Infierno y cuya combustión produce un humo denso y pestilente que nubla las mentes y anula las voluntades. El cannabis es Droga. Más aún, es la Entrada al Infierno de la Droga, ese siniestro submundo en el que traficantes depravados y sin escrúpulos inducen a virginales jovencitas e ingenuos muchachotes a probar los temibles y traidores Frutos de Satán. Ese paisaje de sombras y dolor por el que deambulan, cual espectros fantasmales, hombres y mujeres de voluntad anulada, seres zombificados, babeantes, enfermizos y desencajados, que se entregan ciegamente a los vicios más viles y a las más inconfesables pasiones, abocados irremediablemente a sucumbir en las tinieblas de la locura, las garras del crimen y a ser sodomizados, a cambio de una mísera y venenosa dosis, por el mismísimo Belcebú, antes de que la Muerte les meza definitivamente en su negro regazo, devolviéndoles así la paz a sus deshechas almas y a las de aquellos que tuvieron que sufrir sus desgracias.
Tal vez, esta definición del cannabis y sus efectos no sea la más rigurosa desde el punto de vista científico, pero seguramente es la que suscribiría casi cualquier padre del hijo del amigo de tu vecino o casi cualquier Estado de la ONU. Es por ello que no deberíamos obviarla, en cuanto si pretendemos hacer una reducción de riesgos completa y eficaz, habremos de superar el sesgo cientificista que no ve en el cáñamo más allá del THC, el CBD y el CBN, y habremos de tener en cuenta igualmente la realidad social en la que está inmersa esta sustancia. Asumida pues la actual vigencia y extensión de la conceptualización de la marihuana como Flor del Mal, en este artículo abordaremos los espantosos peligros relacionados con esta endiablada planta, y trataremos de ofrecer estrategias de supervivencia y autoprotección para la sociedad en su conjunto y en especial para aquellas personas que, seducidas por pérfidos cantos de sirena, hayan sido o estén siendo arrastradas al tenebroso Inframundo de los Derivados Cannábicos. A todas ellas, no obstante, no podemos dejar de transmitirles la funesta advertencia que encabeza los Pórticos Infernales:
“Perded Toda Esperanza, Vosotros Que Entráis”.
Riesgos Sociales
Aún en consumos moderados o puntuales, el cannabis tiene el potencial para socavar los pilares más básicos sobre los que se sustenta nuestra sociedad, atacándola precisamente en su mismísimo núcleo: LA FAMILIA. Basta que cualquiera de los progenitores encuentre una chinita de costo en la habitación de alguno de sus hijos para que la desestructuración de la vida familiar alcance cotas realmente trágicas. En un plazo de 72 horas a una semana tras la entrada de LA DROGA en casa, es frecuente constatar en los padres un alarmante y progresivo desmejoramiento físico (ojeras, canas, pérdida de peso…), debido a la angustia, el estrés y la ansiedad que les produce no encontrar respuesta a dos preguntas que día y noche les atormentan obsesivamente:
- ¿Qué hemos hecho mal?
- ¿Dónde nos hemos equivocado?
A su vez, como reacción a la indefensión que le produce asistir impotente al desmoronamiento de las figuras Paterna y Materna, es común que el adolescente tome una postura escapista, refugiándose en su propio mundo, en sus amistades y reduciendo al mínimo posible la interacción con cualquier otro miembro de la unidad familiar. En este punto, la comunicación se ha roto: la familia está ya herida de muerte. La puntilla final llegará, entonces, en forma de reproches, acusaciones, interrogatorios, prohibición de frecuentar determinados lugares y personas, registros de ropas, cajoneras, etc, y finalmente: las desesperantes y costosas visitas al psicólogo, que ante los requerimientos de los padres de obtener el beneplácito terapéutico para solucionar la situación con una bofetada bien dada o algún que otro castigo similar, mostrará la tendencia a contestar con absurdas idas por la ramas, derivadas de un incomprensible Código Deontológico: “Si fuera boxeador, tal vez se lo recomendaría, pero como soy psicólogo, mejor les sugiero que traten de hablar y reducir el nivel de tensión…”.
De cara a evitar la ocurrencia de estos dramáticos problemas, cabe la posibilidad de tomar una de las siguientes medidas:
- Ser especialmente cuidadoso en el ocultamiento de cualquier útil que pueda relacionarse con el cannabis (papelillos, filtros, chinas…).
- Adelantarse a los acontecimientos y ofrecer una explicación clara y bien argumentada de la situación que estamos viviendo: “Papá… Mamá… quiero que sepáis que fumo porros”.
No obstante, tanto una como otra, en el mejor de los casos, pueden tener un impacto ínfimo, cuando no directamente ser un auténtico fracaso. En el fondo, el único modo de prevenir eficazmente este riesgo, consiste en combatir diariamente al FANTASMA DE LA DROGA, esa concepción tremebunda y tremendista sobre las sustancias psicoactivas que expusimos al inicio de este artículo, e instaurar en su lugar una visión más realista y objetiva que de cuenta fielmente de los beneficios y perjuicios asociados al uso de cada una de las distintas drogas.
Riesgos Psicológicos
El uso crónico del cannabis puede repercutir notablemente en el estado emocional del individuo. Es frecuente, que tras las primeras etapas de autorrealización, euforia y entusiasmo que experimenta el adolescente al transgredir la norma de consumir una sustancia prohibida, se pase con el tiempo a un soterrado y cuasi permanente estado de frustración, desesperanza e indignación, asociados, esta vez, al deseo insatisfecho de ver abolida esa misma norma, que pasaría a vivirse como injusta e injustificada. En determinados casos, estos síntomas pueden acentuarse y llegar a marcar todo el desarrollo psicológico del individuo, configurando un tipo de personalidad polemista, querellante y tendente al asociacionismo y al activismo sociopolítico. Esta Personalidad Pro-Cannábica, que la Asociación de Psiquiatría Americana clasificaría como un subtipo del la Personalidad Antisocial, estaría ejemplificada perfectamente en la figura del Militante Antiprohibicionista que, paradójicamente, a la vez que constituye un grave riesgo para el quimérico plan de un Mundo Sin Drogas, sería también un claro fruto de ese mismo plan, sin cuya existencia no tendría razón de ser.
Riesgos Fisiológicos
El Cannabis MATA. Introducir humo en los pulmones, sea de tabaco, ébano o maría, no parece ser una práctica muy saludable, en cuanto se introducirían en nuestro organismo sustancias irritantes potencialmente causantes de enfermedades respiratorias y de cáncer. Por lo tanto, si entre los usuarios de cannabis hubiese alguno que quisiera morirse menos o hacerlo más lentamente, como medida de reducción de riesgos podría adoptar las siguientes pautas de uso:
• Fumar marihuana y hachís de calidad, evitando así adulteraciones con potencial cancerígeno desconocido.
• Evitar la mezcla con tabaco o mezclarlo en cantidades moderadas, pues la capacidad del tabaco para enganchar y matar está bien documentada.
• Fumar el tradicional porro, en lugar de pipas de agua, shilums y demás artilugios (a excepción de los vaporizadores), pues es el que resulta más saludable en cuanto a la relación entre alquitranes y cannabinoides introducidos en el organismo.
• Fumar menos, pero variedades más potentes, de tal manera que con menos caladas se obtengan los mismos efectos. Lo más recomendable es autorregularse en el uso de marihuanas de mayor o menor potencia según los efectos deseados, la situación, etc.
• Fumar normal, es decir, no retener largamente el humo en los pulmones. Las caladas prolongadas aumentan mucho la retención de alquitranes y no tanto la de cannabinoides, que son asimilados rápidamente.
• La ingestión oral evita el daño pulmonar, pero la dosificación resulta más complicada, los efectos más duraderos e impredecibles y tardan bastante en manifestarse.
Riesgos Económicos
El cáñamo constituye un auténtico quebranto para la economía individual y colectiva. Individualmente, aún cuando consumos moderados son asumibles por casi el más paupérrimo de los bolsillos, lo cierto es que circunstancias tales como las sanciones administrativas de la Ley Corcuera pueden hacer tambalear las ya de por si precarias rentas de un típico ciudadano medio sometido a hipotecas inhumanas, contratos basura y demás calamidades de la vida moderna. Ante adversidades de este tipo, conviene recordar que, como ante cualquier otra multa, existe el derecho al recurso administrativo, así como la opción a realizar un tratamiento deshabituador. Es precisamente este aprovechamiento inadecuado del trabajo de profesionales pagados con dinero público (funcionarios, psicólogos, policías, etc) lo que determina finalmente que el uso del cannabis acabe siendo una auténtica lacra para la economía colectiva, en cuyo favor no podría tomarse mejor medida de reducción de riesgos que la revisión de esta ley y de la forma en que es aplicada, ya que habitualmente se ejecuta de una forma absolutamente perversa y arbitraria y con una única y contraproducente finalidad recaudatoria.
Riesgos Mayores
Tal vez el más espantoso de los riesgos asociados al consumo de cannabis consiste en ser acusado de un delito contra la salud pública por entenderse que la sustancia que se posee está destinada al consumo de terceras personas. A gran escala, las medidas de reducción de riesgos son complejas y dificultosas y requerirían necesariamente de una reformulación legal de todo lo relativo a esta planta. A pequeña escala, se recomienda no llevar encima más de 50 gramos de hachís o 75-100 de marihuana, no cultivar más de lo que uno mismo vaya a consumir, informarse sobre las disposiciones legales y buscarse un buen abogado. En el peor de los casos y como premio de consolación-recochineo, en prisión podrás seguir fumándote a escondidas tus cigarritos de la risa.
Riesgos Menores
Existen infinidad de complicaciones de carácter leve asociadas al consumo de cannabinboides, por cuestiones de espacio señalamos sólo dos y advertimos que son de difícil solución, habiendo de considerarse más bien como gajes del oficio:
- La recalcitrante falta de puntualidad de los camellos.
- La proliferación de antiestéticos y delatores agujeros en la ropa, producidos por el desprendimiento de minúsculas chinitas incandescentes.
Otros Riesgos
Por último, quisiera finalizar este artículo haciendo un llamamiento a las conciencias de aquellas personas sometidas al yugo implacable del cannabis en una de sus formas más retorcidas, inquietantes y perniciosas. A cualquier potencial Víctima de la Cultura Cannábica (de su parafernalia, de su merchandising y de su sacrosanta y omnipresente hojita de maría estampada en camisetas, llaveros, mecheros, bebidas, inciensos, pipas, discos, libros, revistas…), quisiera recordarle que el primer paso consiste precisamente en reconocer el problema… Sinceramente: ¿Te has planteado qué te ha llevado a realizar un acto contranatura como es estar leyendo este artículo en lugar de estar fumándote un porrito por ahí y en buena compañía?
Eduardo Hidalgo. Interzona nº 3 Revista de Drogas y Cultura.