Waldiyo Ahmed es una de ellas, aunque tan pesada dádiva apenas le dure. «Pese a que la comida que recibimos por parte de la comunidad internacional es más que suficiente, seguimos teniendo otras carencias como agua y vestimenta», reconoce la joven a ABC. Por ello, cada quincena, Ahmed se ve obligada a revender su comida por apenas 60 shilling (50 céntimos de euro).
Una situación —la reventa de comida— inconcebible en las afueras de este centro, sobre todo ante la dramática situación que atraviesa el país. Tras las escasas lluvias de los últimos doce meses —un 30% menos que en el periodo 1995-2010—, el este de África se enfrenta a la peor sequía de los últimos 60 años, con cerca de 10 millones de personas afectadas. De igual modo, esta semana, el coordinador humanitario de la ONU para Somalia, Mark Bowden, denunciaba que «en las regiones de Bakool y Lower Shabelle, el 30 por ciento de la población sufre desnutrición, mientras que la tasa de mortalidad infantil —diaria— es ya superior a 6 por cada 10.000 habitantes».
Muertes que ayer provocaron que 1.300 nuevos refugiados llamaran a las puertas de Dadaab, que supera su capacidad en cinco veces. «El verdadero problema en Somalia no es tanto financiero, sino de generación de recursos. Sobre todo, de acceso a las comunidades locales», reconoce la comisaria europea de Cooperación Internacional y Ayuda Humanitaria, Kristalina Georgieva.
Más ayuda europea
Sin embargo, pese a sus palabras, la diplomática viajó ayer a Dadaab para anunciar el envío de 27,8 millones de euros (que se unirán a los 70 millones ya comprometidos) encaminados a frenar la actual crisis somalí.
Para Kristalina Georgieva, la comunidad internacional debe «seguir colaborando con las organizaciones humanitarias», quienes llevan trabajado en el terreno desde hace años para acabar con esta crisis. Pero «con cuidado y sin acelerarse», dada «la actual situación política que atraviesa el país».
Desde que en 1991 se colapsara el sistema político somalí tras el derrocamiento del dictador Siad Barre, cerca de 700.000 personas han perdido la vida en los enfrentamientos librados en el país, primero por los clanes feudales, y ahora por las milicias islamistas. La anarquía política ha provocado el ascenso de las brigadas Al Shabab, que ya controlan cerca del 70% del territorio, y que parecen beneficiarse especialmente de la actual sequía. No en vano, el pasado viernes, la organización —considerada la rama de Al Qaida en el Cuerno de África— anunció su decisión de continuar vetando a las organizaciones humanitarias en Somalia, ante una hambruna que consideran «invención» de Occidente.
Sin embargo, la creación de falsos mitos no corresponde tan solo al islamismo radical. Porque la idea preconcebida de que Somalia es un lugar abandonado de la ayuda internacional, también es incorrecta. «Al Shabab es una organización con varias cabezas y en algunas zonas —dependiendo del líder local— sí pueden operar algunas ONG. Es cierto que la ayuda humanitaria está llegando, aunque es insuficiente, sobre todo la comida», reconoce el portavoz del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), William Spindler.
Noor Yafar puede dar fe de ello. Durante los últimos ocho días, esta mujer que ronda los 80 años ha recorrido cerca de 100 kilómetros desde el sur de Somalia hasta su llegada ayer al centro de refugiados de Dadaab. «En Somalia, la ayuda sí llega, aunque se queda por el camino», denuncia la anciana. «En la mayoría de los pueblos su distribución es incorrecta y buena parte de ella es robada por las milicias islamistas», denuncia.
El terreno militar tampoco es más esperanzador. Solo en 2009 (fecha del recrudecimiento de la ofensiva de Al Shabab), Estados Unidos proporcionó cerca de 40 toneladas de armas y municiones y al menos 150 millones de dólares al Gobierno. También ha participado en el entrenamiento de las tropas somalíes.
... Y se irán los periodistas
Sin embargo, la infamia continúa. Desde su construcción, hace casi veinte años, Yusuf Gadhir reside en el campo de refugiados de Dadaab. «En todo este tiempo, he visto a pasar a decenas de cooperantes, de políticos y militares que aseguraban conocer la respuesta a la crisis somalí», asegura este hombre, a quien la actual crisis no sorprende.
«Somos los eternos olvidados del mundo. Y en unos meses, los camiones de periodistas y organizaciones humanitarias volverán a marcharse». A las puertas de Dabaad, Waldiyo Ahmed continúa revendiendo comida. Su esperanza hace tiempo que ya no se compra con solo 10 kilos de alimentos.