Los alumnos de este colegio de Madrid hoy no entran en clase. Tienen que recoger un salvoconducto, y de ahí entran directos en un campo de refugiados.
Lo primero, montar su tienda de campaña donde muchos pasarán incluso la noche. A los jóvenes les parece "duro" vivir en esas condiciones: "Ahora porque hace calor, pero cuando llueve y hace viento...". Otro chico asegura que no se imagina "durmiendo aquí un año", como sí lo hacen otros chicos de su edad en los campos.
Aduana, una letrina, un cementerio y calles que invitan a reflexionar precisamente sobre la libertad. "Entendemos la escuela como un medio para mejorar la sociedad y cambiar el mundo, que nuestros alumnos no sean pasivos, que sean protagonistas del futuro", explica uno de los profesores que participan en el proyecto.
Hoy entre esos profesores está Shoaib, refugiado afgano. Ha pasado por Turquía, por Irán y por Grecia hasta llegar a nuestro país. "Estaba en Atenas pero pagué a una mafia para venir a España por 3.000 euros", explica el joven.
Entre otras materias: salvamento humanitario. "Que sepan que tanto como individuo como colectivo tienen el poder en sus manos de cambiar la realidad de las personas migrantes, pero también de cualquier violación de derechos humanos que podamos encontrar ", cuenta Daniel Rivas, de Salvamento Marítimo Humanitario.
Ellos y ellas, después de esta lección, reflexionan: "Me ha abierto la mente", cuenta un chico. "Yo pensé que no moría tanta gente", asegura otra alumna.
La lección de hoy es no es fácil, ponerse en la piel del más desfavorecido es el examen más duro al que pueden enfrentarse.
¿Debería instaurarse una asignatura de trato humanitario? ¿Se valora poco el trabajo que hacen las ONG de forma desinteresada?