Estas fechas (Reyes) son en las que más se hace gala del despilfarro. Regalar y que te regalen, sin importar el coste de los artículos (pero mientras mayor sean estos más categoría tendrán los obsequios), no importa nada más. Consideraba normal el incesante goteo de consolas, Ipods o pijaditas varias pero también de abusivos precios porque es lo que estaba acostumbrado a ver año tras año allá donde iba (casas de amigos y familiares). El día de Reyes se había convertido para mí en algo superficial, en el que sólo parecía tener importancia el valor económico de los propios regalos por encima de toda ilusión. Esa situación la encontraba ya tan cotidiana que hasta hoy no he salido de mi duermevela y he vuelto a toparme con el verdadero espíritu del 6 de enero.
Esta mañana he tenido oportunidad de presenciar, en casa ajena pero desde una perspectiva en primera persona, una escena que me ha hasta emocionado, porque he sido yo el que se ha sentido desdichado a pesar de que siempre he tenido unos Reyes generosos. La familia en cuya casa me encontraba es bastante pobre, viven bien pero sin excesos. Al entrar vi como, bajo un pequeño abeto sintético, se encontraban varios regalos envueltos. Hasta ahí normal. Pero cuando entraron los niños (hijos y nietos) y empezaron a desenvolverlos me quedé atónito (en el buen sentido de la palabra), porque dichos paquetes contenían que si acuarelas, que si libros de El Barco de Vapor, que si coches de juguete... Ninguno de los artículos allí regalados superaba los 10€ de precio, y los niños estaban ilusionadísimos, rebosantes de alegría. Artículos que se podrían considerar baratijas para mal acostumbrados como nosotros, eran todo un mundo de felicidad para ellos.
Salí de la casa emocionado. En mi casa y en casi cualquiera de los que lean este thread, esos regalos hubieran supuesto la mayor decepción y un berrinche enorme para los chavales. Y en la que respecta este thread, esos chavales eran, y estoy absolutamente seguro con sólo recordar sus caras y expresiones, los niños más felices sobre la faz de la tierra.
Qué lección y qué bonita cura de humildad.
No es más feliz quien más tiene sino el que más disfruta.