Existen momentos en la vida tan importantes que llegan a marcar un punto de inflexión en lo que es la forma de ser vivida por cada individuo, tan trascendentes que uno se siente en la obligación de darlo a conocer a sus semejantes y lanzar lecciones morales de la más diversa índole. Algo parecido a lo que aconteció hace tan sólo quince minutos en el lavabo de mi domicilio.
Resulta que realizando ese acto mundano que es defecar (más conocido entre las elites macéticas como momento All Bran) me percaté de que mi eje de inclinación con respecto al suelo se inclinaba sospechosamente hacia atrás. La causa justificada de este fenómeno se dibujó en mi subconsciente tras comprobar que de mi ano salía una enorme hez indivisible que parecía no tener fin. Ésta se acumulaba amenazadoramente en el limpio y resbaladizo depósito del WC llegando incluso a sobrepasar su capacidad, por lo que yo, aterrado y totalmente superado por la situación no tuve otra reacción que la de levantarme en un intento de evitar que la malvada hez mancillase mis recién afeitadas nalgas. En aquel horrible duelo por la supervivencia que ya hubiesen querido captar las cámaras del National Geographic para mostrar como ejemplo de la más cruel y despiadada relación de competencia tuve un momento de lucidez. Fue entonces cuando comprendí que mis años de estudio en diversos centros religiosos de las más remotas tierras leonesas habían dado por fin su fruto. David contra Goliath, el hombre contra la gran inmundicia. Agarré la cadena del WC cual honda mientras se forjaban a mi alrededor delirios de grandeza, probablemente causados por los ataques tóxicos que mi mortal enemigo proyectaba sobre mi persona.
Dicen que la historia viene determinada por aquellos héroes anónimos que en detrimento de ser aclamados por las masas que la escriben prefieren guardarse para sí mismos sus grandes hazañas en un ataque de egoísmo o ausencia de conexión a la red de redes. Pues bien, este no es mi caso ya que tras tirar de la cadena pude comprobar que mi plan de salvación no tuvo el desenlace esperado. Mi verdugo debió percatarse de éste y se aferró como pudo a las paredes de mi recto (¿Comprendéis ahora por qué recomiendan no comerse la corteza de la piña?) para evitar ser tragado por el WC. El insoportable dolor, sumado a la filosofía adoptada por la hez de "si yo caigo tú caerás conmigo" terminaron por coaccionar mis más puros instintos de supervivencia y acabé cediendo ante tal demostración de hercúlea fuerza. Solté la cadena y, agotado, caí desplomado sobre las suaves fibras que forman parte de la moqueta del lavabo, últimos testigos de mi existencia, con tal mala suerte que la hez volteó y concluyó finalmente enroscada en la lámpara.
Y aquí me encuentro sin fuerzas, indefenso, tendido e incapaz de moverme a más de diez metros de diámetro de la lámpara bajo la atenta mirada de la hez, último y definitivo eslabón de la cadena alimenticia. Con la única compañía de mi fiel portátil (huelga decir que como buen usuario de esta Web no me separo de ésta aun en momentos como éste) y un teléfono móvil. Lo he intentado todo, desde golpearla brutalmente con la escobilla a morderla con los dientes. Nada, las armas mundanas no le hacen ningún daño. Los únicos que podrían salvarme en una situación como ésta son Lassie y la policía; pero la primera murió y estos últimos desde que les llamé debido a un caso similar - en el que me estaba dando un hidromasaje cuando vislumbré sorprendido una enorme hez flotante que avanzaba amenazadoramente hacia mi rostro y que aprovechó mi intento frustrado de gritar auxilio para introducirse finalmente en mi garganta y pretender asfixiarme -, me han prohibido terminantemente molestarles para otra cosa que no sea un ataque terrorista.
Es ahora cuando pienso en aquellos medios de comunicación a los que tanto critiqué y volví la espalda. Los mismos medios de comunicación que barajaron las hipótesis de auténticos ataques terroristas en el trágico accidente de metro de Valencia o el desgraciado y a la vez espectacular aterrizaje del helicóptero en el que tripulaban dos miembros de la oposición. Quién sabe, si fueron capaces de convencer a cientos de personas tal vez puedan hacer lo mismo con la comisaría de policía más cercana y yo podría salvar la vida. Ahora lo comprendo. No necesito sosiego, no necesito tranquilizadores mensajes que me digan que todo está bien cuando la realidad es bien distinta, cuando la paz es tan inalcanzable como el halo de sabiduría de Panín y las bombas y demás trágicos accidentes mortales están a la vuelta de la esquina. No necesito agua sino fuego. Es en estos momentos cuando uno mira atrás y con una mezcla de asco y vergüenza apenas disimulada rememora y se arrepiente de todas las veces que no ha sabido perdonar. Dicen que quien siembra vientos recoge tempestades, pues bien, ahora puedo asegurar que quien no siembra nada acaba atrapado por una enorme hez asesina colgando de una lámpara. ¿Está vacío vuestro campo del indulto? ¿Habéis sido capaces de perdonar?
Todos hemos tenido momentos en la vida en los que hemos sido defraudados y traicionados por nuestros seres a los que creíamos queridos, momentos de tristeza y soledad en los que todo se hunde y parece conjurarse contra nosotros, momentos en los que cegados por el orgullo y nublados por el temor de volver a experimentar algo similar terminamos no haciendo lo correcto. Y no perdonamos… No perdonar, no aflojar la cuerda, es como negar la incuestionable capacidad del ser humano de evolucionar y adaptarse a las nuevas circunstancias, de superarse a sí mismo y de mostrarse firme frente a las decisiones del destino. Aquel que no sabe perdonar es incapaz de realizar todo lo anteriormente citado, de cruzar el humilde escalón que separa a los hombres de los superhombres para después patear a un cigarrillo en las pelotas; y acaba pudriéndose solo, vencido por sus propios demonios…
A nadie le deseo algo semejante, así que os ruego que aprendáis no sólo a perdonar, sino a comprender las diferencias que tengáis con vuestros adversos y escuchar más grindcore. Y si no queréis hacerlo por mí, hacedlo por vosotros. Al fin y al cabo, para un servidor ya es demasiado tarde.
Una última cosa, y a modo de aclaración sobre el título del thread; no se me ocurría nada y puse el primer nombre molón y llamativo que recuerdo de una película, una obra maestra que todos tenéis la obligación de ver. Así que se podría decir que la finalidad de este thread es doble. Vedla, malditos.