Copio y pego, al que no le guste que no mire. Quito los enlaces porque cargan el texto demasiado, en la página que aparece al final están todos ellos.
«Se considera que hay prostitución si hay sexo por dinero. Pero si el matrimonio está legalizado civilmente o bendecido por la religión, esa ecuación desaparece. Una señora estupenda puede entregar su cuerpo a un señor riquísimo y como el contrato está en los registros, no existe prostitución. En Las Vegas, allá por los años setenta y pico, como la prostitución estaba prohibida, los mostradores de la recepción de los hoteles, disponían de una parte destinada a “Marriage Licenses” y, al extremo opuesto, otra con un rótulo que rezaba “Divorces“. Llegaba una pareja hétero , sacaba una licencia de matrimonio, un metro más a la izquierda, en el mismo mostrador, se reservaba habitación, se tomaba las llaves y se subía a la planta correspondiente. A la mañana siguiente, por un módico precio (como también lo había sido el matrimonio), se divorciaban y tan amigos. La operación completa no pasaba de 10 o 15 dólares. Como se ve, la moral en curso es cuestión de convenciones. “Io ti do una cosa a te, tu mi dai una cosa a me”. Hice en aquella ocasión un reportaje para “Los Reporteros” (TV1) donde combinaba el “matrimonio y el juego como dos caras de la ruleta”. Para filmar, llegué a pagar la boda de un marino y su chica en la “Swiss Chapel”, un ridículo chalé con simulacro de nieve sobre el tejado. Luego les pagué el divorcio cuando terminamos de filmar. Supongo que en Las Vegas, todo sigue igual.
»Se discute ahora en España, lo mismo que en tiempos de los reyes católicos, si la prostitución debe o no debe ser prohibida. En tiempos de Franco, estaba concentrada en barrios, calles y pisos concretos: calles Barbieri, de la Reina, San Marcos, Ballesta pero no solo en el Chueca de entonces, sino en la calle Alcántara o General Oraa, en pleno Barrio de Salamanca. Había cierta vigilancia médica y los proxenetas eran todos de producción nacional. Las monjas tenían una “Villa Teresita” donde se recogían las chicas “descarriadas” o que tenían un accidente y parían un retoño de padre desconocido o conocido putero. En una encuesta que realizaron en los años 60, la mayoría de las putas añoraban encontrar “un hombre honrado”, casarse y tener hijos. Viciosas, lo que se dice viciosas, no llegaban al 1%. La mayoría tenía hijos que alimentar o familia en el pueblo que creían que ganaba mucho como dependienta o en casa de una marquesa.</p>
»Suprimir la prostitución porque es tratar a la mujer como una mercancía me parece una pasada. Todos somos, en un momento dado, mujeres u hombres objeto. La libertad de vender o no el cuerpo de uno, es un derecho natural inherente al ser humano. En mi adolescencia, algunos de mi pandilla vendían su cuerpo para que, cuando muriesen unos 50 años más tarde, el comprador, el Hospital de San Carlos, lo utilizase en sus clases de disección. Prohibir el suicidio siempre me ha parecido una estupidez inspirada por ideas religiosas. El cuerpo de una mujer o un hombre, es propiedad de esa persona y de nadie más. “Y el alma solo es de Dios” parece una de las expresiones más rancias de nuestra colección de ripios. La prostituta es una persona a la que se la debe proteger como ciudadana que es. Su salud ha de ser doblemente atendida por los daños “colaterales” que puede provocar. No se tiene que analizar cuales son las razones por las que practica el oficio más antiguo del mundo del mismo modo que nadie tiene por qué preguntarse si escribo este artículo por dinero o por amor a mis amigas las putas. Hay un feminismo que debería ser erradicado porque es el que pretende encerrar a todas las mujeres dentro de un molde de inspìración religiosa que solo ve en ellas, hijas, hermanas, esposas y madres de la siguiente generación. Vamos, gallinas ponedoras y consideradas asexuadas. Cada cual vende lo que es suyo, su cuerpo, su mente o su talento.»