Es curioso...
Se vende el alcohol en los supermercados, causante de 12.000 muertos al año sólo en España, y a algunos les horroriza la idea de que algunas otras drogas puedan venderse mediante un sistema legal (ya no supermercados).
Sé que es un ejercicio difícil para algunos, pero pensemos... Si consideráis que la heroína es una droga muy peligrosa per se, ¿por qué aumentar el riesgo sometiéndola a un régimen de ilegalidad? Es decir, ¿no sería mejor al acceso a una heroína pura, de forma que un consumidor o adicto pudiese medir las dosis con precisión y sin exponerse a los riesgos de los adulterantes? ¿No sería mejor que la heroína tuviera un precio normal para que los adictos pudieran costearse su vicio sin necesidad de recurrir a actos delictivos?
Leamos lo que puede aportar un heroinómano (recomiendo su lectura sólo a aquéllos que puedan concebir que no todos los adictos acaban de machacas de los gitanos en Las Barranquillas):
«La adicción a la heroína, si tienes dinero para pagarla, te permite llevar una vida bastante normal y satisfactoria. Puedes trabajar normalmente, incluso si tu trabajo es de índole intelectual tu rendimiento puede mejorar, puedes llevar una vida social, alternar con los amigos, salir con tu pareja, llevar a tus hijos por ahí... Si tu adicción es moderada (por ejemplo 1/2 gramo diario) mucha gente ni siquiera se dará cuenta. En ocasiones es beneficiosa, estás más relajado, pierdes miedos y angustias. También tiene pegas, tu pareja si lo notará, porque la líbido se reduce considerablemente, pierdes interés por el sexo. Se puede decir que la heroína "intelectualiza" al individuo, si entre tus aficiones se encuentran la lectura, la música, el estudio, el trabajo de mesa, tenderás a ellas en detrimento de aquellas más físicas o deportivas, si es que las tenías. Pasear y estas actividades contemplativas también apetecen, pero hacer "rafting", por ejemplo, pues no. Sí es cierto, como dice DDAA, y como se puede extraer de lo que he dicho hasta ahora, que la heroína termina por retrotraerte por cosas como que si tus amigos organizan una jamada tú igual prefieres quedarte en casa. Conclusión: la adicción a la heroína es un millón de veces preferible a la adicción al alcohol, lo cual no quiere decir que la adicción a la heroína sea en absoluto deseable, porque lo que he contado se refería a estados en los que HAY suministro. Si éste falta afloran los nervios, irrritabilidad, comienza el malestar, y coseguir heroína se convierte en prioridad (exactamente igual que ocurre con el alcohólico). Si persiste la falta de heroína comienza el "monazo". Dice Zar^ que éste dura 3-4 días, yo diría que esta es la fase severa (moqueo, sudores fríos, dolores, no puedes parar quieto...), luego viene como otra semana ya más leve, aunque no puedes dormir y estás bastante alterado. Después de esto tu estado ya es normal físicamente. El mono realmente no es tan terrible, pero a pesar de eso se le tiene miedo y cuando uno se propone dejar la adicción y comienzan los síntomas es, a menudo, demasiado tentador eliminarlos simplemente con unas caladitas (en mi caso). En fin, toda adicción es negativa, pero hay muchos grados de adicción, y tampoco es lo mismo una sustancia que otra. También creo que hay gente adicta al cannabis, aunque se grite siempre tan alto que es una sustancia no adictiva. Quizás físicamente no sea adictiva, pero hay gente que "necesita" fumar para llevar a cabo sus rutinas, y eso es adicción. Personalmente, tolero mejor a las personas con esta adicción que a los alcohólicos. Lo peor de el alcoholismo es que no se sabe que es más desagradable en un alcohólico si el estado de abstinencia o el estado alcohólico, ambos transmiten una gran degradación.»
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«De hecho, si la heroína fuese una droga legal, si los usuarios no estuviesen proscritos, si la sociedad fuese tolerante en lo referente a la adicción, el gran problema desaparecería.
Un adicto a la heroína (esto lo he dicho ya aquí alguna otra vez), con una adicción moderada, puede llevar una vida relativamente normal, la droga en sí no es muy destructiva del organismo, y tampoco destruye el criterio. Es una adicción mucho menos destructiva que la adicción al alcohol. La cosa cambia mucho si obligamos a los adictos a pagar precios astronómicos por su adicción, a consumir sucedáneos de bajísima calidad que sí destruyen el organismo, a permanecer aislados de la sociedad como apestados. Es entonces cuando aparecen esos desfiles de espectros en las calles.
En una sociedad sana, con una política de drogas sana, esa sustancia tan peligrosa y fatal no supondría más problema que el de la hipertensión, por ejemplo. Desde luego habría siempre algún caso de consumo autodestructivo, pero la mayoría tendría adicciones moderadas, perfectamente tolerables por la sociedad.»
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