“En el Opus Dei he aprendido a esforzarme por hacer bien mi trabajo, y ahora desde la dirección del centro es lo que intento. Para un cristiano corriente como yo, el trabajo es camino para conseguir la felicidad aquí en la tierra y después en el cielo”. Son palabras de Juan José Nieto (Juanjo Nieto para quienes le rodean) para la revista Opusdei cuando dirigía un instituto en Leganés… El hombre que ahora acaba de ser nombrado director general de Educación de Madrid. Y lo sorprendente es que lo haya sido por alguien que hace profesión personal de laicismo, Cristina Cifuentes.
El Opus Dei y la repercusión en el trabajo diario
En aquella entrevista Juanjo Nieto no dejaba lugar a dudas sobre su pertenencia a ‘la obra’.., y cómo su creencia la lleva a su trabajo diario. “El Opus Dei me ayuda a vivir una vida cristiana seria y esto repercute claramente en mi trabajo”, decía el ahora director general de Educación de la CAM. La misma en la que reconocía que en sus relaciones personales “hay muchas situaciones en las que sólo nos queda rezar e intento que cuenten con mi oración y mi cercanía”.
La cuestión está en cómo aplicará esta filosofía quien ahora, como director general, va a tener que priorizar el dinero público, unos 4.300 millones de euros nada menos, que tiene la Consejería de Educación de Madrid (como el estado, una Comunidad, lógicamente aconfesional) ¿Cuáles serán sus prioridades en ese reparto dada su ferviente pertenencia a una secta del cristianismo? ¿Qué opinión tendrán, por ejemplo, los pocos colegios laicos concertados que hay en la Comunidad de Madrid?
El nombramiento de este segundo nivel del poder en Madrid, que se encuentra generalmente más fácilmente fuera del foco de los medios, no deja de ser significativo, porque es el director general el que canaliza los proyecto.
Cifuentes laica, Cifuentes religiosa… Un salto sin problemas entre las dos
Especialmente difícil de entender es el nombramiento cuando se tiene en cuenta que Cristina Cifuentes ha hecho su perfil político diferenciado dentro del PP, por sus opciones personales. Una de ellas, sin duda, había sido el laicismo. Incluso, en el último congreso de Sevilla presentó una propuesta para que su partido excluyera su condición de “partido cristiano”, entre sus valores. Que para hacer “del PP un partido mejor”, se separara política y religión. Y durante la reciente campaña electoral, no pocos medios recordaron esta característica como uno de sus valores como representante del ‘nuevo PP’.
Quizás se entiende mejor su decisión si se recupera también una entrevista que, precisamente durante la pasada campaña, hizo Cifuentes en el programa El gato al agua, donde reconoció que “soy agnóstica, pues sí, pero yo a mis hijos les he educado en un colegio religioso y me siento muy satisfecha de la educación que han recibido… Entiendo que ese tipo de cosas entran dentro del ámbito de lo personal y de las elecciones personales”. En concreto, sus hijos fueron a un colegio regido por ‘Los legionarios de Cristo”.
Lo que puede cuestionarse ahora es si esa frontera entre lo personal y lo público la ha cruzado la presidenta de Madrid al poner frente a la Educación a alguien que reconoce que “considero mi trabajo como un servicio a toda la comunidad educativa y por supuesto a Dios”.
Por cierto, para preocuparse aún más, la viceconsejera de Educación, la jefa de Juanjo Nieto, es una vez más Carmen González. Una mujer que ya como viceconsejera de Educación no Universitaria, Juventud y Deportes, cuando Aguirre presidía Madrid, no tuvo problemas en defender “el derecho a la ignorancia” de los jóvenes inmigrantes (“un alumno que ha cruzado en patera no ha venio a estudiar 3º de ESO”) y gitanos (el niño (gitano) lo que quiere es ir con su padre en la ‘fregoneta’ al mercado a vender fruta”). Declaraciones que fueron calificadas de filofascistas.., y por las que se vio obligada a pedir perdón. Un perdón que,a lo que se ve, le ha sido concedido por la gracia de Cifuentes.
Mein Öppinion:
Qué vergüenza que gente así tenga en sus manos la educación que en teoría es pública, universal y gratuita (ya se ve que no). ¿Deberíamos permitir a este hombre ostentar dicho cargo cuando él mismo ha dicho que su pertenencia a la Obra repercute claramente en su trabajo? El día que tenga un dilema en el que esté involucrado su Dios, se decantará por la opción más acorde a sus creencias, dado que para estas personas éstas están por encima de todo lo demás. El Opus Dei es una secta, no lo olvidemos, cuya misión consiste en fomentar entre los bautizados la conciencia de la llamada universal a la santidad. Es gente que pretende extender un mensaje, y los tenemos como garrapatas en unas instituciones que sufragamos entre todos, manejando nuestro dinero (el ministro del interior, por ejemplo, también es el Opus).
No sé, ¿qué os parece? ¿creéis que cosas así afectan a la aconfesionalidad de Estado, o por el contrario no deberíamos discrimiar a las personas que aspiran a un cargo público por sus creencias sectarias porque éstas quedan en el ámbito de lo personal?