Antecedentes de abusos
Todo comenzó dos años antes, cuando empezaron las denuncias de los allegados sobre supuestos abusos sobre los chicos: Markis (19 años), Jeremiah (14 años), Abigail (14 años), Devonte (15 años), Hannah (16 años) y la pequeña Ciera (12 años). A pesar de que en las fotos en las redes sociales de la pareja siempre se podían ver amplias sonrisas, camisetas a juego y eslóganes como «el amor siempre es hermoso», la realidad dentro de la casa Hart parecía diferente: las acusaciones de racismo -había niños de diferentes etnias-, abusos y que las madres mataban de hambre a sus hijos llegaron a los titulares nacionales.
En el momento del suceso se estaban investigando los hechos, aunque las autoridades no entraron a la casa hasta después del suicidio. Un informe ha revelado que en la casa donde supuestamente vivía la familia solo se encontraba decoración en las zonas comunes y que no daba la sensación de que los chicos vivieran allí. «Cuando las autoridades entraron a la casa de Hart, todo parecía limpio, ordenado y recién remodelado. Pero mientras las habitaciones de Jennifer y Sarah estaban decoradas, las de los niños se encontraban vacías», afirmó el investigador Jake Slates de la patrulla de Caminos de California, según refleja la CNN.
Pidiendo ayuda y comida en medio de la noche
Días antes del trágico accidente, los Servicios de Protección Infantil en Washington solicitaron que un agente se pasara por la vivienda de la familia, para comprobar el bienestar de los chavales. No era la primera vez. En 2008 uno de los niños le dijo a un adulto que Jennifer le golpeó el brazo, pero el estado cerró el caso alegando que el chico en realidad se había caído. En 2011 Sarah Hart se declaró culpable de asalto doméstico después de admitir a la policía que hirió a otra de sus hijas al pegarle con el borde de una bañera.
Después de este suceso, la familia se mudó a Woodland (Washington), donde las quejas de los chicos continuaron. Uno de sus vecinos, Bruce DeKalb, afirmó que los chavales llegaron a su puerta pidiendo ayuda y comida en medio de la noche. Sin embargo, otros testigos aseguran que los hijos adoptados eran «extremadamente disciplinados, casi hasta el punto de ser robóticos», que caminaban en fila hasta el dormitorio y que se les decía cuándo ir al baño.
Fue precisamente DeKalb quien informó el 23 de marzo del pasado año (dos días antes de la tragedia) a los servicios sociales de la penosa situación que le transmitieron los hijos de las Hart. Al día siguiente, la familia hizo las maletas -aunque no cogieron los cepillos de dientes, dato que extrañó a los agentes y que les hizo sospechar que el suicidio habría sido premeditado- y comenzaron su viaje de Washington a California, donde finalmente morirían los ocho, si bien aún no se ha recuperado uno de los cadáveres.
Aún falta por recuperar uno de los cadáveres
Después del suicidio, las autoridades solo pudieron identificar a las mujeres y a dos de los niños. Jennifer estaba borracha y Sarah y dos de los niños dieron positivo por difenhidramina, un ingrediente activo en Benadryl.
El cuerpo de Ciera fue encontrado en una playa al norte del acantilado dos semanas después. Partes de un pie en un zapato se encontraron en una playa en mayo, pero los investigadores no pudieron identificar los restos como un niño de las Hart hasta enero de este año, cuando una muestra de ADN demostró que era Hannah.
Devonte sigue desaparecido y, aunque creen que pereció con sus hermanos y hermanas, las autoridades aún conservan un halo de esperanza y que alguien revele que sigue con vida.
Los fallos del sistema
Aunque Jennifer y Sarah no pueden ser juzgadas por lo que sucedió en ese acantilado de California, este caso puede ayudar a revisar la supervisión federal en torno a posibles abusos, ya que cinco estados están involucrados con las adopciones de los chicos y las denuncias de abuso. No existe una base de datos nacional para conocer los antecedentes de los futuros padres adoptivos, por lo que los responsables afirman que este momento puede ser clave para legislar en torno a los abusos infantiles.