Hace un año creía tenerlo todo. Trabajo estable, una posición económica cómoda, una relación profunda y maravillosa, planes familiares, una idea de futuro. Pero ahora poco me queda de ese todo. En apenas un año, mi vida ha dado un giro tan radical y violento que marea. Me gustaría compartir mi experiencia aquí desde el anonimato porque en estos últimos meses he aprendido que hablar de ello ayuda mucho y puede que también sirva de algo a alguien.
Comenzaré diciendo que lo más crudo, aunque luego pueda parecer que no, es el fin de una relación de más de doce años de convivencia y unos suegros increíbles. De todo lo que he perdido, con sinceridad, es lo que más me ha dolido. Pero voy a saltarme todo hasta el último año; simplemente decir que, tras el primer año juntos, mi ex-pareja y yo nos mudamos a otro país para que ella pudiera estudiar la carrera que soñaba en la universidad que siempre quiso. Esto supuso un esfuerzo muy grande, pero conseguimos salir adelante.
En el punto temporal al que me refiero, un año atrás, todo marchaba bastante bien. Teníamos una vida plena y muy satisfactoria para ambos, pero entonces llegaron los palos (uno tras otro). Primero, a ella le detectaron un tumor maligno en el útero y tuvieron que quitárselo. Con ello, se esfumaron de un plumazo los planes familiares y, a partir de ahí, comenzó la oscuridad. No mucho después de esto se murió mi padre, con el que no tenía una relación muy estrecha, pero que, después de todo, era mi padre. No me afectó demasiado directamente, pero mi madre sí que lo padeció, y me volví unas semanas para ayudarla. Me vi obligado a dejar a mi pareja sola temporalmente pese a no querer, y, al final, esto resultó terrible. En ese periodo se murió el gato al que habíamos adoptado juntos un mes apenas después de comenzar la relación, y el abismo de su depresión se hizo más oscuro.
Igual pensáis que no son situaciones muy dramáticas, pero no fue más que el principio...
Al regresar la empresa para la que trabajaba yo se vio obligada a cerrar y me quedé sin trabajo. No resultó un palo porque, hablando claro, estaba hasta las narices desde ese trabajo, tenía el paro y también teníamos ahorros. Además, llevaba un tiempo dándole vueltas a empezar algo por mi cuenta. Pero ella se agobió sobremanera. A esto hay que sumar que ella no tenía un puesto fijo y que, justo en ese momento, también se vio sin trabajo. Supusimos que encontraría algo rápido, pero pasaron varios meses y no conseguía encontrar trabajo en lo que yo comenzaba mi startup. Estaba muy agobiada y yo no sabía qué hacer. La rabia y la impotencia que se siente cuando no sabes qué hacer para ayudar a alguien es terrible. Entonces le detectaron un tumor a su padre y este empezó a tratarse con quimio (sigue en ello). Le llegué a sugerir que fuese a un psicólogo, pero no quiso. Cada día estaba más apática, saltaba a la mínima y no parecía que fuese a mejor (todo lo contrario). Yo me límite a estar a su lado, pero no fue suficiente.
Un día, al regresar a casa, la noté más alegre. Me contó que había encontrado una asociación vecinal en la que ayudaban a la gente del barrio y que se me había apuntado como voluntaria. Me pareció un gran paso, así que la animé a ello. Con las semanas parecía que se recuperaba y que la alegría regresaba a su sonrisa (una sonrisa inigualable), pero de golpe y porrazo volvió la oscuridad. Y, de un día para otro, me dijo que quería que terminásemos, que necesitaba un cambio radical de vida. Estaba tan convencida que no había lugar siquiera a diálogo. Cuando me lo dijo parecía que se hubiera quitado un peso de encima terrible, como si llevase meses debatiéndose si dar el paso o no.
Al principio lo achaqué a su depresión y a todo lo que nos había pasado, pero tiempo más tarde hablaríamos de ello y me diría que creía que la relación se había diluido de tal manera que ya no existía esa clase de amor necesario para mantener una relación. Por su parte, claro.
Ese día fue, hasta el momento, el peor de mi vida. No he sentido tanto dolor jamás. Y lo peor fue que esa noche la pasamos en la misma casa, en habitaciones separadas. Estaba en shock y no entendía qué pasaba. Me quedé sin voz de llorar. Allí no tenía realmente amigos. Conocidos, sí, pero nadie con quien tuviera la confianza suficiente como irme a su casa, por lo que fue un momento muy crudo.
Al día siguiente, al levantarme, decidí que no podía estar más en esa casa, me cogí el primer tren que pude y regresé a España. Mi startup tampoco marchaba muy bien, así que es lo que menos me preocupaba. Pasé unas semanas en casa de mi hermana, comiendo no demasiado y durmiendo poco. Pero desde allí mi dispuse a comenzar una vida nueva. Mentiría si dijese que no intenté hablar con mi ya ex-pareja para intentar resolver la situación, pero cada vez que hablábamos la veía más alegre, como si el cambio drástico le hubiese venido bien. Quizás conoció a alguien, no lo sé ni lo quiero saber, pero el caso es que parecía más contenta y eso me era suficiente.
Después regresé para resolver todo el papeleo (casa, startup, etc.), terminar y volver a España. Ella también había decidido volver a España para comenzar de nuevo, por lo que nos vimos empaquetando y dividiendo nuestra vida. Ese momento fue, probablemente, el segundo peor de mi vida. Verla llorar me perforaba el alma.
Al volver a España de nuevo me busqué rápidamente un piso de alquiler y allí me fui. No quedaba otra que tirar para delante. Pero confieso que el primer mes fue malo, muy malo. Pese a todos mis esfuerzos (deporte, reestablecer relaciones de viejos amigos, libros, pelis, series, buscar curro) no conseguía quitármela de la cabeza. Tenía que obligarme a no escribirla o llamarla con cada pequeña estupidez. Iba al supermercado y me agobiaba muchísimo al comprar solo para mí, veía una película y quería comentarla con ella, hacía algo de comer y se me quitaban las ganas de comer por hacerlo solo.
El segundo mes tampoco fue mucho mejor. Intenté conocer a alguna mujer, pero siempre las comparaba con ella y al rato de hablar me hartaba. Además, no encontraba nada de curro. No tenía un rumbo claro, pero, por suerte, unos amigos me dieron una idea que resultaría una revelación: opositar.
Y en esas estoy ahora mismo, un año después: viviendo del paro y de los ahorros mientras preparo una oposición para currar en museos. Tener un propósito, un objetivo, es lo que más ayuda. Quedarse en casa autocompadeciéndose o pensando en cómo revertir la situación no hace ningún bien. Probablemente todavía estaré lejos de superarlo, pero siento que estoy en el camino adecuado. Recientemente me escribió interesada por mi estado y mantuvimos una conversación muy amena sin mayores implicaciones.
Hasta ahora no era consciente de que son poquísimos (afortunados o no) los que no tienen una cicatriz de este tipo. Cada vez que surge la conversación con cualquiera, me doy cuenta de que nadie está libre de un sufrimiento similar o incluso mayor.
Si os veis una similar, os recomiendo hablar, escribir, contarlo. No os imagináis lo que ayuda. Quizás lloréis mientras lo hacéis, pero después os encontraréis mucho mejor. Y apoyaos en la gente que tengáis más cerca, amigos o familiares. Un mal trago de este tipo es infinitamente más doloroso en soledad.
Nota: No voy a abrir un blog (si alguien quería recomendarlo) porque no tengo nada más que contar.