La Vanguardia pública hoy el siguiente editorial. Entiéndase como lo que es, un editorial y no un artículo de opinión de cualquier periodista o colaborador.
La DUI sería un tremendo error
Quienes viven en Catalunya sufren estos días en carne propia la tensión asociada a la crisis de Estado que ha motivado el proceso soberanista. Por ello aprecian cualquier iniciativa que contribuya a relajarla. Es posible que quienes residen más allá del Ebro tiendan a pensar, por mero desconocimiento de nuestro día a día, que la tensión no es tal, que no hay para tanto, que todo acabará en nada. Pero, si pensaran así, se equivocarían. La caldera ha alcanzado una altísima temperatura y puede estallar en cualquier momento. La llamada hecha desde el poder catalán y las entidades soberanistas para que los partidarios de la independencia se manifiesten en las calles puede tener graves consecuencias. La calle, pese a que algunos la reclamen como propia, es de todos los ciudadanos. Y en ese todos se incluyen los que piensan de modo distinto a los soberanistas. Ya hubo el martes algún choque a puñetazos en la vía pública. También situaciones de gran nerviosismo, como la registrada a última hora, ese mismo día, en Via Laietana, donde estuvieron a punto de colisionar tres manifestaciones de diverso signo. Es fácil llevar a la gente a la calle. Lo es menos lograr que mantenga siempre la compostura. O devolverla a casa cuando los ánimos se han encrespado, las ofensas vuelan y aflora el impulso de pasar a las manos.
Por desgracia, la tensión no se da únicamente en la calle. Tiene su correlato en los despachos de la Generalitat donde se va trazando el rumbo del proceso independentista. Sobre la mesa de esos despachos está ahora la declaración unilateral de independencia (DUI), sin calendario todavía concreto. Algunos líderes soberanistas eran partidarios de proclamar la independencia esta misma semana. Pero tal propuesta parece haber sido aplazada. Ayer, Junts pel Sí y la CUP pidieron “un pleno ordinario excepcional” del Parlament para el próximo lunes, sin especificar si se aprovecharía para presentar la DUI, pero suscitando una inmediata reacción de los letrados de la Cámara, que recordaron su “deber de impedir o paralizar” una sesión que pueda concluir en DUI. Aun así, es un hecho que los directores del proceso están sopesando esa DUI, y que los sectores soberanistas más radicales la quieren hacer efectiva de inmediato. El propio presidente de la Generalitat, Carles Puigdemont, dijo a la BBC que la proclamación era, a lo sumo, cosa de días.
Ante esta coyuntura, La Vanguardia quiere expresar de modo inequívoco su opinión sobre esta posibilidad: la proclamación de la DUI sería un tremendo error, que acarrearía efectos potencialmente desastrosos para Catalunya. Los tendría porque, en el improbable caso de que prosperara, comportaría unos efectos económicos y sociales que han sido sistemática e irresponsablemente ocultados o minimizados por el soberanismo. Los tendría también porque, en el más probable caso de que no prosperara, nos podría situar en una nueva esfera administrativa de incierta evolución. Podría propiciar la aplicación del artículo 155 de la Constitución. En virtud del mismo, y aún sin derogar el Estatut, el Gobierno central, que ya administra las cuentas catalanas, podría hacerse con el control directo de la Generalitat, incluyendo las competencias sobre los Mossos d’Esquadra, así como las requeridas para la disolución del Parlament o la convocatoria de elecciones autonómicas. Dicho de otro modo, el 155 representaría para Catalunya, en el supuesto de que el Tribunal Constitucional anulara la DUI, un enorme retroceso en términos de autogobierno. Estas y otras cábalas vienen reiterándose, por demás, sin suscitar reconocimientos dignos de mención entre las democracias de nuestro entorno más inmediato (que por cierto ya reaccionaron ante las movilizaciones del 1-O con menos entusiasmo del esperado en el Palau de la Generalitat). Y que ante una DUI siempre respaldarían al Estado español frente a Catalunya. Por no hablar de que la DUI significaría el suicidio para sus principales impulsores y para una parte considerable de la clase política catalana.
El camino adecuado para resolver los problemas de encaje de Catalunya en España no pasa, en suma, por la DUI. Esos problemas existen, son de todo punto innegables, y la mejor prueba de ello es que nos han traído hasta la conflictiva coyuntura actual. Pero ni una DUI ni el 155 contribuirían a enmendarla. Muy al contrario, la empeorarían y demorarían mucho su solución. La DUI, presentada como culminación de un proceso, podría representar a la hora de la verdad el inicio de un periodo oscuro para Catalunya.
Los temores que alienta semejante proceso no se sitúan sólo en el futuro. También tienen su reflejo actual. La incertidumbre que marca el presente tiene ya un coste tangible, contable. Inversores extranjeros están aplazando operaciones previstas en nuestro país, a la espera de mayor estabilidad. Las entidades bancarias catalanas –también las españolas– están encadenando preocupantes caídas bursátiles. El Ibex se resiente. Es pronto para cuantificarlo, pero algunos indicios señalan que las reservas turísticas, golpeadas por los atentados del 17-A, han conocido tiempos mejores. Hay noticia confirmada de algún traslado de empresas catalanas a Madrid. La sede de la Agencia Europea del Medicamento, que Barcelona pretende, sigue en el alero...
Insistimos, por todo lo dicho hasta aquí, en la urgencia de entrar en una fase en la que la negociación se anticipe a cualquier medida drástica, ya fuera tomada a iniciativa del Govern de la Generalitat o del Gobierno central. En este sentido, es reconfortante que las ofertas de mediación florezcan estos días, con cierto retraso, pero también con ímpetu primaveral. En esta línea se han manifestado desde Pablo Iglesias, líder de Podemos, hasta el lehendakari Iñigo Urkullu. La Iglesia ha mantenido, con la discreción que la caracteriza, algunos contactos políticos a alto nivel. Hay más. Ante el fracaso de la política, han empezado a surgir propuestas concretas y esperanzadoras. Destaca entre ellas la comisión de diálogo impulsada por la abogacía catalana, recogiendo una propuesta editorial de este diario, que ha obtenido ya la complicidad de otros colegios profesionales, universidades, patronales, sindicatos y demás estamentos de la sociedad. Dicha complicidad se ha logrado además en muy pocas horas. Lo cual nos lleva a concluir que, ante las acciones de fuerza o de mano dura que proponen las dos partes enfrentadas, hay una sociedad que desea y exige una solución negociada del conflicto. Y que es a esa sociedad a la que los políticos, tanto los que representan al Govern como los que representan al Gobierno, se deben.
http://www.lavanguardia.com/opinion/20171005/431798242166/la-dui-seria-un-tremendo-error.html