Desde que vivo en Valencia, me encanta (lo he hecho sólo un par de veces) bajar a la playa al atardecer, y quedarme mirando al mar, al horizonte, a la inmensidad, al fin del mundo, mientras cae la noche. Puedo estar HORAS, observando, escuchando, mientras el agua sisea entre los dedos de mis pies. Es impresionante, mi cabeza se vacía al momento de cualquier pensamiento a la vez que se llena de una sensación extraña de "comprenderlo todo", de que todo "tiene sentido". Tengo en mente ir algún día a ver amanecer, ya que amanece por el lado de la playa y sale el sol desde el horizonte, quiero ir un día "especial", o un día que valga la pena, que necesite estar "en paz" con todo.
También disfruto al máximo de los días que hay muchísimo viento, que los árboles se mueven violentamente, que parece que todo se vaya a despedazar de un momento a otro, y extender los brazos a modo de alas y que el aire me pegue en la cara, que no pueda oír nada gracias al rugido del viento. Es una sensación de total libertad.
El momento de irme a dormir, cuando preparo la cama, abro la ventana unos pocos centímetros para que entre un pelín de brisilla, preparo mi "playerlist" favorita de Ludovico Einaudi y me echo encima del colchón, y me absorvo en mis pensamientos.
Y por último, algo que hago cuando necesito olvidarme de todo y de todos, mi recurso de cuando estoy cabreado o dolido hasta el límite, mi "escondite". Me voy a LEVC (aeropuerto de Manises, cuando vivía en Madrid me iba a Barajas) a ver despegar y aterrizar aviones (mi gran pasión) y a observar. Ahí me ausento del mundo y me meto en el mío, simplemente a "estar" a "pasar el rato". Y me relajo, MUCHÍSIMO.