Por cierto, ya que estamos el otro día me encontré con este discursito y lo guardé en un .txt (supongo q para el q le interese googlearlo será fácil). Creo que es interesante de leer.
1) El impulso (si me apura, la NECESIDAD) de colocarse es más vieja que la química y que el hombre. Los hombres se han colocado desde el pleistoceno. Los animales se colocan. Los NIÑOS se colocan, girando hasta marearse.
2) Alterar nuestro estado es un proceso común y corriente y hasta deseable: en su base está el desarrollo de la medicina, los cuidados paliativos y otras cosas buenas y bellas.
3) El alcohol, la velocidad, el ejercicio, el sueño, la privación sensorial, el sobreestímulo sensorial, la alimentación y etcétera son también elementos de alteración de nuestro estado habitual.
4) Que el estado se arrogue el derecho a decidir qué sistemas de alteración son legales (y por tanto buenos, morales) y qué otros son ilegales (y por tanto perseguibles tanto en acto como en potencia e incluso en concepto) me parece INAUDITO.
5) Las sustancias, per se, no son ni pueden ser buenas o malas. Son sustancias. El uso que se hace de ellas puede ser perjudicial o beneficioso o cantidad de opciones intermedias. Otros clásicos: "droga" se usó como sinónimo de "medicina" hasta hace bien poco, los griegos llamaban pharmakon a las dos cosas, en la dosis está la diferencia, los venenos pueden curar, etc, etc.
6) Alterar nuestro estado de manera constante o extrema ataca o puede atacar al entramado social. Los griegos y los romanos lo sabían, y por eso destinaban días concretos al desbarre y lo sacralizaban. Nosotros también lo hacemos, a nuestra más o menos pagana manera. Piensen en las fallas, en las procesiones, en las fiestas de pueblo y hasta en las despedidas de soltero.
7) Alterar nuestro estado de manera constante o extrema ataca o puede atacar al entramado social. Es por eso (entre otras cosas) que se intenta reprimir la tendencia natural del ciudadano a ponerse como un piojo. La manera de hacerlo, la famosa lucha contra las drogas, es estúpida y arbitraria, sobre todo por sus métodos (más allá del concepto, que también es para mear y no echar gota).
8) Ilegalizando y penando la posesión, venta y consumo de drogas no se evita nada de eso. La gente tiene, produce, vende y consume drogas. Pero sí se consigue reprimir su uso y su estudio, lo que perjudica sobremanera al consumidor. Si aterrorizas a la población con respecto a las drogas, si las asocias a la delincuencia, la enfermedad, la inmoralidad y etcétera, consigues que una buena parte de los potenciales usuarios se mantengan a distancia. No porque no sientan el impulso de colocarse (que ya les digo que es casi, casi consustancial al hombre), sino porque tienen MIEDO. Es decir, tienen desconocimiento o desinformación, y por tanto no se atreven a acercarse a ellas, mucho menos a manifestar interés por conocerlas o a informarse con más propiedad o en mejores sitios de lo que son y lo que hacen.
9) El desconocimiento y la ignorancia y el temor mantienen a algunas personas lejos de la droga (y del sexo, que es otro buen ejemplo de demonización de un tema). Desgraciadamente, eso no funciona como disuasorio absoluto. Los niños y los adolescentes tienen poca o ninguna información paterna o institucional. Si la tienen, suele ser sesgada y parcial y desinformativa. En un momento dado se dan cuenta de que les están MINTIENDO, porque no son tontos y porque pueden verlo con sus ojos: Menganito fuma porros desde hace tres años y aprueba todas y no roba ni huele mal ni duerme en cartones. ¿Resultado? Deciden que el discurso oficial es MENTIRA y se lanzan a probar por su cuenta, pertrechados únicamente con la información que circula entre sus amiguitos, que muchas veces es tan errónea o tan desinformativa como la oficial.
10) El discurso oficial sobre las drogas es casi delictivo. Hasta que no se investiguen, se estudien y se divulgue esa información de manera adecuada, la campaña contra las drogas hace más daño que bien. Ya ven que con el sexo ha ido pasando algo curioso. Los padres y maestros (e inclúyase aquí toda autoridad oficial), con el aplauso de la iglesia, limitaban su discurso sobre el sexo a la prohibición o al silencio (o a ambos). Pedir más información podía ser motivo de severo castigo, porque se entendía que se pedía para usarla. Así desalientas a los que quieren obtener información para follar seguros, pero también a los que, sencillamente, quieren saber cómo son las cosas de verdad. Como el impulso sexual es fuerte y como uno mismo comprueba que no se le cae el rabo a cachos, busca por su cuenta lo que necesita saber y con esos mimbres se hace el cesto. ¿Resultado? Venéreas, embarazos y etcétera. El remedio a todo eso, obviamente, no es desinformar o mantener en la ignorancia. Es asumir que ocurrirá (le guste o no a uno) y procurar que la gente vaya a la batalla con todas las armas a su alcance.
#132 Lee mi último párrafo de #97, que creo q no lo has visto. Y no he justificado en ningún momento su consumo; no tengo xq hacerlo. Simplemente he dicho que la hora de analizar el componente social de las drogas es diferente entre ellas, aún más si cabe el alcohol.