Dicen que los que odian la navidad son unos amargados que nunca estarán integrados en la sociedad. Pues bien, yo soy de esos. La odio con cada palmo de mi cuerpo, con cada poro, con cada célula. Odio las mierdas de dulces, el pavo reseco, los langostinos congelados y tener que aguantar al pesado de tu cuñado.
Cuando entro a un centro comercial y tienen villancicos a full, me entra una mala hostia que flipas. No ya por lo cargante de la música, sino por lo frío y alienante que me parece todo. Jodidos borregos en fila al matadero que es la caja, eso me imagino.
Pero lo peor de todo es que con el pretexto de unir a la familia (como si hubiera familias que no se reunieran en otras ocasiones) se sigue perpetuando ver como normales las majaderías religiosas e incluso mentir a los niños diciéndoles que existen unos señores mágicos (asociar magia con consumismo para ir curtiendo al chaval) y para que de mayores tengan buena disposición a creer en cualesquiera que sean las mierdas que les cuenten.
Pero qué asco me da la navidad. Pero qué asco.