Recientemente, un estudio presentado en la revista Scientific Reports ha propuesto una posible explicación para esta retirada que quizás le dio a Europa un tiempo precioso para soportar la acometida de los mongoles. Después de analizar documentos históricos y los anillos de crecimiento de árboles para reconstruir el clima del momento, los investigadores han concluido que la meteorología fue entonces muy adversa para un gran ejército formado por tan gran número de jinetes.
«Los documentos y los anillos de crecimiento revelan que hubo veranos cálidos y secos entre 1238 y 1241, seguidos de condiciones frías y húmedas a comienzos de 1242», resumen Ulf Büntgen y Nicola Di Cosmo, investigadores del Instituto de Investigación Federal de Suiza y del Instituto de Estudios Avanzados de Estados Unidos, respectivamente, en el artículo. «Los terrenos pantanosos de las planicies húngaras seguramente perjudicaron al pastoreo y disminuyeron la movilidad, al mismo tiempo que reducían la efectividad militar de la caballería mongola. Mientras tanto, sus saqueos seguramente extendieron el hambre».
Por ello, después de casi cuarenta años de conquistas impulsadas por los verdes pastos de Asia, fotalecidos por años de lluvias y buen tiempo, estos investigadores sugieren que fueron el barro y la falta de comida los que llevaron a las todopoderosas hordas mongolas, a emprender el camino de vuelta.
El «general invierno»
Según los datos obtenidos en los anillos de los árboles, y en algunos escritos, el invierno de 1242 fue especialmente malo, no por el frío o las nieves, sino porque las heladas fueron suficientes como para causar importantes inundaciones y acumulaciones de barro durante el deshielo. Por eso, al mismo tiempo en que la hierba no creció muy alta en la primavera y los caballos no tuvieron lo suficiente para comer, los campos y los caminos quedaron atascados por el fango.
Así lo indican los anillos de los árboles analizados del norte de Escandinavia, Urales, Cárpatos, Alpes asutriacos y Rusia, según los cuales se sufrieron veranos muy cálidos y secos entre 1238 y 1241 y después un drástico enfriamiento ya en 1242.
Por eso, después de una rápida y exitosa invasión en 1241, en la que los mongoles pudieron conquistar rápidamente el terreno, y acabar con los focos de resistencia, las duras nevadas pusieron freno a la expansión.
Por ejemplo, en aquel año el Danubio quedó congelado en la región. Hay informes que aseguran que los mongoles no pudieron tomar la ciudad de Székesfevehérvár, porque estaba rodeada por zonas pantanosas y el hielo y la nieve estaban a npunto de derretirse. En Croacia, el comandante Qadan no pudo atacar la ciudad de Trogir porque las murallas quedaron separadas de la tierra por una franja de agua y barro. Según documentos de la época, los mongoles dejaron de alimentar a sus cautivos, y comenzaron a encontrar problemas para forrajear. La dispersión de la gente, que huía de la invasión, dificultó aún más conseguir alimentos.
Por eso, después de derrotar a los ejércitos polacos y húngaros en Leignitz (Polonia, el 9 de abril de 1241) y en Mohi (Hungría, el 11 de abril del mismo año), y de forzar la retirada del rey de Hungría, Bela IV, los 130.000 soldados mongoles victoriosos volvieron hacia Rusia a comienzos de 1242, atravesando Serbia y Bulgaria. Según los investigadores, esto es una prueba de que pequeñas fluctuaciones climáticas son capaces de provocar eventos históricos de gran importancia.