Hoy iba en el bus yo solo, sentado, cuando entró una señora mayor a la que le cedí mi asiento, muy educado yo.
Ella me dio las gracias y me dijo que era de los pocos jóvenes que lo hacía. Yo, algo aburrido, le empecé a decir que era mi forma de compensar mis malas acciones, con pequeños sacrificios y buenas obras.
Antes de que pudiera decir nada, seguí contándole que, según mi teoría, cada cuatro ancianas o embarazadas a las que les dejara mi sitio en el bus quedaba compensado un robo, ("De hecho, si la embarazada es una señora mayor, puntúa doble"), y que luego los asesinatos y violaciones tenían un sistema de puntos más complejo, en función de la víctima.
La expresión de la señora se iba tornando preocupada, mientras yo ponía cara de loco y le seguía contando todo aquello. Ella iba callada, y cuando paró el autobús en la siguiente parada se levantó apresurada y se bajó sin despedirme.
Ahora tengo cargo de conciencia.