Esta noche he dado con este blog Tuertos en el país de los ciegos, y sabiendo que cada uno debe darle la credibilidad que crea oportuna, os dejo algunos artículos impactantes (son bastante largos).
Ahí van, que cada uno juzgue por si mismo:
La tecnología japonesa es de sobras conocida en todas partes del globo. Todos hemos tenido alguna vez algún electrodoméstico, alguna videoconsola o algún aparato japonés en casa. La tecnología siempre ha estado al orden del día en este país, ya que hasta ahora los japoneses no esperaban el futuro, sino que se lo inventaban.
En efecto, durante la década de los setenta y los años ochenta, en plena expansión económica e industrial, Japón lideró el mundo en el campo de la tecnología gracias a unos técnicos e ingenieros que contaban con mucho espíritu de superación personal y sacrificio.
Durante este periodo, las compañías crearon un sistema de reclutación de empleados que ya he comentado por encima antes, pero que procederé a explicar aquí con más detalle. Los alumnos universitarios japoneses, durante el tercer año universitario, y con más de un curso todavía por delante, buscan trabajo en diferentes empresas. Los más afortunados lo encuentran ese mismo curso académico, y los menos lo hacen durante el cuarto y último, el cual dedican casi íntegramente a este propósito. Las empresas, por su parte, se comprometen a contratarlos a partir del año fiscal inmediatamente siguiente a su graduación, lo que significa acabar la universidad en febrero y comenzar a trabajar en abril. La gente que antes de acabar la carrera universitaria no ha encontrado trabajo, difícilmente vuelve a encontrarlo porque la mayoría de empresas solamente contratan gente para trabajar a partir de abril y las personas que han estado un año sin trabajar suelen ser rechazadas sistemáticamente.
Los recién graduados, al entrar a la empresa, pasan por un periodo de formación que puede ir desde los tres meses hasta más de medio año, durante el cual se les enseña a realizar un trabajo específico que forma parte de un proceso mayor. Por poner un ejemplo, en una empresa que fabrica televisores se les enseñaría a diseñar el mecanismo interno de los botones de un mando a distancia, y estarían haciendo esto hasta el fin de sus días o hasta que los cambiaran de sección, tras pasar por otro periodo de preparación para desempeñar la nueva labor a la cual han sido asignados.
Si las empresas se encargan de formar a sus trabajadores para un trabajo específico, ¿de qué sirve lo que se ha estudiado previamente en la universidad? Pues teóricamente, de nada. Es por esto que a diferencia de la mayoría de países, en Japón las empresas no buscan contratar licenciados o ingenieros con una formación en un campo específico, sino que les sirven graduados de cualquier cosa. Es decir, que donde en España una empresa dice algo como "se busca ingeniero de telecomunicaciones especializado en telemática", en Japón se dice "buscamos licenciados en cualquier carrera de ciencias". Resumiendo: les da absolutamente igual lo que hayas estudiado, bien sea ingeniería industrial o informática.
Por otra parte, debido a la crisis económica y a la mala gestión del gobierno, la tasa de natalidad ha descendido hasta tal punto que dentro de unos años se espera que uno de cada cinco japoneses tenga más de 65 años de edad. Además, cada vez menos familias pueden permitirse llevar a más de un hijo a la universidad, ya que los precios rondan aproximadamente los 7.000 euros anuales y no existen becas. Hasta el año 2005, en Japón habían más de 500 universidades sin contar las de ciclo corto, ya fueran privadas o públicas en proceso de privatización (no, la universidad pública ya no existe en Japón), y todas con titulaciones propias (es decir, no existe lo de las carreras homologadas). Lo que mantiene a las universidades privadas es, como todos sabemos, el dinero de la matrícula que pagan los alumnos. Al haber tan poca natalidad, la competencia por estos es feroz. Hasta aquí la cosa no parece tan preocupante.
El problema es que, como a las empresas les da igual cuál sea la carrera que hayas estudiado y dónde la hayas hecho, lo importante para conseguir un trabajo es graduarte de lo que sea, dónde sea. Esto hace que los estudiantes se decanten por matricularse en las universidades más fáciles, las cuales se forran mientras las universidades con un nivel de estudios más alto se hunden en la miseria. Para evitar la quiebra, estas universidades bajan el nivel de sus estudios para atraer a más alumnos, y a su vez las primeras lo hacen aún más. Se entra, pues, en una dinámica donde la competencia por los estudiantes equivale a rebajar el nivel de la educación.
Si bien esto pasaba con las universidades privadas, las hasta hace poco universidades públicas se podían permitir el lujo de mantener el nivel porque percibían subvenciones estatales. Pero para acabar de liarla, siguiendo con la política de privatización de todos los servicios públicos del país, el gobierno ha privatizado este año todas las universidades públicas que quedaban sin privatizar: ya no existe ni una sola en todo el país, hecho que ha sumado a éstas a la lucha para conseguir alumnos o, lo que es lo mismo, hacer más fáciles las carreras.
En 1998 y durante un año, estuve estudiando sistemas de telecomunicación en una universidad barcelonense, que no voy a nombrar. Después de dejar esta universidad y estudiar dos años japonés en Osaka, entré en una universidad japonesa para estudiar ingeniería de electrónica, información y telecomunicaciones. Antes de entrar, tan iluso como era por entonces, pensaba que una carrera de ingeniería en Japón sería la llave para comerme el mundo. Una vez dentro descubrí, para mi desgracia, que la universidad no se trataba más que una extensión del instituto. Paso a relatar algunas experiencias y puntos que me sorprendieron:
* El primer año no se podían escoger las asignaturas. Tenías que seguir un horario dictado por la universidad, en el cual se obligaba a los alumnos a hacer gimnasia. Y me vi yo, con 22 años, rescatando la ropa del instituto y haciendo actividades tan relacionadas con las telecomunicaciones como basket, badminton, ping pong y tenis. Esta asignatura duraba 2 horas, y los créditos contaban tanto como la clase de física. Para los que no tuvieran suficiente con un año, la gimnasia se encontraba también como asignatura optativa en segundo curso.
* A parte de 4 horas obligatorias de inglés a la semana, estábamos obligados a escoger una segunda lengua entre alemán o chino. Para ahorrarme complicaciones escogí el alemán, cuya profesora era una japonesa que vestía igual que la maestra mala de Heidi, y que enseñaba el alemán a base de análisis sintáctico y morfológico (el llamado método de gramática y traducción).
* En la mayoría de clases se controlaba la asistencia. En las clases donde había demasiadas personas como para hacerlo a voz, se pasaba entre los alumnos una máquina que leía la tarjeta de estudiante de cada alumno y la registraba en una base de datos. Así se podía controlar a qué clases iban y no iban los estudiantes. En la mayoría de asignaturas, a las tres faltas de asistencia no podías hacer el examen final.
* En muchas asignaturas, antes de los exámenes finales, el profesor te decía qué preguntas iban a salir y cuales eran las soluciones. En muchas otras, si hacías los deberes te daban un punto y acumulando puntos podías aprobar la asignatura sin necesidad de hacer el examen final. Te regalaban los aprobados.
* Al final del semestre, las notas se enviaban a los padres por correo. En el caso de tener malas calificaciones, los profesores llamaban directamente a casa para hablar con la família, y en el caso de un amigo mío, el profesor llegó a ir directamente a su casa. A los alumnos no se les considera maduros pese a estar en la universidad, aun siendo legalmente adultos a los 20.
* Por culpa de un error en una transferencia bancaria, los 640.000 yenes que costaba cada semestre llegaron tarde a mi cuenta. Dos semanas antes de que se cerrase el plazo del pago de la matrícula, los del departamento de secretaría de estudiantes comenzaron a llamar a mi teléfono móvil y a casa cada día para recordarme que tenía que pagar. Tres días antes del plazo, se presentaron por la mañana a la puerta de mi casa para acompañarme personalmente a realizar el pago. Este hecho me puso de bastante mal humor, y fue el que colmó el vaso y me hizo romper definitivamente las relaciones con la administración de la universidad.
* Periódicamente, al ser alumno extranjero, me sometían a entrevistas por parte del departamento de estudiantes, donde la dirección me llegó a decir cosas como que no debía vivir con mi novia y me mudase a vivir solo. Me habían preparado hasta información sobre inmobiliarias.
* El nivel de la enseñanza era tan pésimo que necesitamos más de tres años para superar el nivel que había dado el primer semestre en la universidad española. Al final de carrera todavía no habíamos tocado ningún tema que se calificaría propiamente de segundo de carrera en España. Además, al regalarnos los aprobados, no hacía falta estudiar. La gente salía de la carrera sin saber hacer la O con un canuto. Dicho más fácil: salíamos todos graduados sin saber resolver un circuito eléctrico de nivel del antiguo COU. Si no recuerdo mal, el porcentaje de graduados de mi promoción fue del 95%. Los que no se graduaron lo hicieron el siguiente año.
* Una anécdota curiosa fue en la primera clase de programación, que se dio el tercer año de carrera. Nos dividieron en grupos de 40 personas y nos metieron a todos en aulas donde cada alumno disponía de un PC. El profesor preguntó cuántas personas no habían usado hasta entonces un ordenador, y de las 40 presentes unas 6 ó 7 levantaron el brazo. Y en tercero de telecos, me encontré aprendiendo a encender un ordenador, a apagarlo y a usar el ratón. Una vergüenza. El programa más difícil que realizamos hasta el fin de carrera fue el típico de "adivina el número que ha introducido el primer jugador". Eso lo hacía yo cuando tenía 10 años con mi Amstrad CPC.
* El proyecto de fin de carrera, algo que lleva de cabeza a todos los estudiantes universitarios de ingeniería superior en España, no es de libre elección. Es decir, no se hace un proyecto sobre algo nuevo: se escoge entre 5 o 6 temas establecidos, te dicen los puntos que tienes que desarrollar, el profesor lo corrige y ¡felicidades! Ya eres ingeniero. La ingeniería se trata de ingeniar, como bien dice la palabra. Se basa en innovar y en la capacidad del ingeniero para crear nuevos conceptos y desarrollar nuevos proyectos. Esto es lo que más se precia en un proyecto de fin de carrera. Pero aquí no: es como cuando en el instituto te daban a escoger entre hacer un trabajo sobre la arquitectura barroca o la románica.
Se me olvidan muchos puntos, pero como se puede apreciar la universidad no es más que una prolongación de la escuela donde te preparan para entrar a formar parte de la estructura de una empresa. La formación real no existe. No se aprende absolutamente nada, y me muero de vergüenza cada vez que mis amigos en España que han acabado telecomunicaciones me hablan sobre algún tema relacionado con la carrera. Todo me suena a chino. No tengo ni la más remota idea de lo que me están hablando, porque nunca lo estudiamos en clase.
Si todavía queda alguna persona que me defienda el sistema universitario japonés, voy a explicar cuales son las consecuencias de tal piltrafa.
* Los títulos universitarios no certifican que realmente estés capacitado para desempeñar esa función en el trabajo. Los profesores de idiomas estamos hartos de ver estudiantes con titulaciones superiores de filología inglesa o española que no saben construir frases del estilo "Me gusta mucho jugar con mi perro". Después de cuatro años de carrera, y un diploma que certifica que son licenciados, me dicen cosas como "Yo gusto con perro jugar mio".
* De la misma manera, los nuevos ingenieros no saben resolver cosas que cualquier estudiante de primero de carrera en otro país podría resolver con los ojos cerrados. Y pese a esto siguen contratándolos en las empresas porque siguen con los obsoletos sistemas de reclutamiento de empleados que se usaban hace 25 años. El otro día me encontré enseñando a un ingeniero en electrónica que trabaja para una conocida empresa, la diferencia entre electricidad y electrónica, y cómo resolver circuitos de corriente continua usando la ley de mallas de Kirchoff. Al parecer, es lo que estaban estudiando por ese entonces en su compañía. Después de resolverle un circuito que cualquier crío de 17 años podría resolver en el instituto me dijo: "Ostias, ¡que nivel más alto que hay en España!". El mismo tío me vio usando el MS-DOS en el ordenador y me preguntó "¿Qué estás compilando?". Apaga y vámonos. Eso sí, sobre béisbol se las sabía todas.
* Al ser el diploma universitario puro papel mojado, y al no tener nada que ver lo que se ha estudiado con el trabajo que se acaba haciendo, las empresas piden graduados universitarios para cualquier cosa. Por ejemplo, para tirar del carrito en el Shinkansen (el famoso tren bala) y vender bebidas a los pasajeros, te piden una carrera de letras acabada. De manera que las chicas que tiran del carro son filólogas o psicólogas. O al menos en teoría, porque es lo que pone en sus diplomas. Intentad hablarles en inglés, y me explicáis que tal os ha ido.
* Al pedir diploma universitario para cualquier trabajo, las personas que por carecer de recursos económicos no han podido permitirse ir a la universidad tienen enormes problemas para encontrar empleo, y de ser así difícilmente será fijo. El gobierno no interviene porque le conviene que las personas se vean obligadas a pagar millones de yenes por ir a la universidad para que no les cierren las puertas del mercado laboral. Hacer una carrera es pagar más de 4.000.000 de yenes por una llave que no te da conocimientos pero que te permite conseguir empleo en Japón. Quien no se lo puede pagar está condenado a trabajos basura durante el resto de su vida. Sus hijos tampoco podrán cursar estudios universitarios por el poco poder adquisitivo de su familia, situación que se ve agravada por el hecho de que en este país las becas no existen, ya que son préstamos bancarios que se devuelven hasta casi los 40 años de edad, pero cuya aprobación no se conoce hasta bien entrado el primer curso universitario (es decir, después de pagar el millón que cuesta el primer año.) Es el nacimiento de las clases sociales, que en los ochenta no existían en Japón.
* Con un titulo universitario japonés, no puedes salir al extranjero. No tiene validez. Primero, porque todas las titulaciones son propias y no homologadas por el gobierno. Como he dicho antes existen más de 500 universidades y cada una tiene un puñado de carreras disponibles. Echamos cuentas y salen miles de titulaciones propias, sin relación alguna entre sí. Segundo, porque el nivel es tan bajo que si uno va al extranjero con los conocimientos que se adquieren en una universidad japonesa, se mofan de él al buscar trabajo. De todos los extranjeros que hemos conocido que han venido a estudiar un doctorado a Japón, todos menos uno se fueron a los seis meses porque esto les parecía un parvulario. El único que se quedó para acabarlo volvió a Europa para trabajar y cuando iba a buscar trabajo se reían en su cara: "¿Universidad de qué?. ¿Y quien diablos está ahí?"
La generación del baby boom, más conocida como Dankai Sedai (団塊世代, que son los ingenieros y trabajadores que llevaron al país a una posición pionera en la tecnología, se jubilan el próximo año. ¿Y qué generación les sigue?: La que he explicado a lo largo de todo este post. No es de extrañar, que las empresas japonesas se estén llevando ahora las manos a la cabeza porque no saben quién va a formar a los nuevos trabajadores, ya que las universidades no se encargan de ello. Muchas compañías, como Japan Rail, cuya mayoría de trabajadores está al borde de la jubilación, se encuentra con una situación en que en un periodo de 10 años va a perder prácticamente toda su plantilla de trabajadores, para dejar paso a una generación de jóvenes que no están preparados para ser responsables de la vida de los miles de pasajeros que van en su convoy. La policía, por su parte, está excesivamente preocupada porque las calificaciones de los nuevos agentes de la policía científica han sido este año las peores en la historia, y la gente encargada de formarlos en el cuerpo se están comenzando a jubilar.
Un país pequeño como Japón, con escasez de recursos naturales, depende exclusivamente del nivel académico de sus habitantes y de su capacidad para competir con otros países para así poder exportar sus productos al exterior. Durante las últimas décadas este país ha cumplido con esta premisa a rajatabla exportando al extranjero televisores, walkmans, videojuegos, equipos de música y miles de productos que han hecho de él un mito en occidente. Desgraciadamente, los japoneses no han sabido preparar a la siguiente generación para mantener un mínimo nivel competitivo contra países en pleno crecimiento económico como Corea o especialmente China, que aguardan sigilosamente la oportunidad para tirársele encima a Japón y robarle la hegemonía de la que ha gozado en Asia durante las últimas décadas.
Una vez más la permisividad de la sociedad e inoperancia un gobierno que ha dado prioridad a los intereses económicos a corto plazo del país, mostrando así una negligente falta de previsión, están llevando a Japón a un declive económico sin precedentes. El problema comienza a hacerse palpable: tiempo al tiempo.
http://no-brain-zone.blogspot.com/2006/09/la-generacin-perdida-parte-2-las.html
¿Humanos o máquinas?
Como he dicho alguna otra vez, tengo problemas para dormir. Esto me pone especialmente de mal humor porque hasta ahora he ayudado a gente a superarlo mediante sesiones de hipnosis, y la única persona que no puedo ayudar es a mi mismo. Mi problema se ve agravado por culpa de la actitud que las instituciones tienen al respecto, con una legislación extremamente permisiva que favorece la productividad de empresas privadas, especialmente las de construcción de carreteras, que tienen vía libre para hacer obras las 24 horas del día en cualquier parte.
A pesar de que en este blog intentamos denunciar muchos de los puntos negros que tiene el país, voy a tener que hacer una excepción para decir algo bueno: pese a haber aumentado drásticamente el índice de criminalidad, sigue siendo irrisorio comparado con España y otros tantos países. Por ejemplo, para pagar la matrícula y las clases de la universidad a la que iba, he llegado a llevar más de un millón de yenes en el bolsillo, unos 6700 euros al cambio. Si hiciera eso en España, casi no podría salir a la calle del miedo que me daría. Aquí lo puedo hacer con toda la tranquilidad del mundo, y es precisamente una de las cosas que más me atraen del país y uno de los principales motivos por los que continuo en él.
Como bien ha comentado R en un comentario referente a un post publicado anteriormente, parece que los japoneses hayan desarrollado una habilidad especial para dormir en cualquier parte, de cualquier manera y cualquiera que sean las condiciones lumínicas del entorno. La sensación de seguridad general que he explicado arriba contribuye en gran parte a esto, y da lugar a situaciones de lo más variopintas. Hoy, por ejemplo, sentado en el tren en dirección al trabajo, de las siete personas que había sentadas en el banco de enfrente, seis estaban dormidas.
Encuentro normal que algo así pueda ocurrir de noche, porque el trabajo acaba con las fuerzas de uno. Lo que encuentro menos normal es que pase en cualquier momento del día. Esto deja en evidencia la falta de sueño que sufre Japón.
Cuando después de la segunda guerra se dio prioridad total al trabajo para reconstruir el país, se dejaron de lado aspectos muy importantes como la educación a nivel familiar, y las empresas, de una manera sutil e indirecta, comenzaron a sacrificar, entre otras cosas, las horas de sueño de sus empleados.
Me sorprende ver como en Japón, ya no solamente con las horas de sueño, parece que se ignore por completo que los humanos, físicamente, tenemos unos límites bien sean físicos o psíquicos, y cuando éstos se sobrepasan las cosas no van como deberían ir.
En las empresas japonesas el descanso de las personas es algo que no tiene la más mínima importancia. Muchas empresas piden a sus empleados que trabajen hasta altas horas de la noche para volver a estar en el puesto de trabajo listo para otra jornada laboral el siguiente día a primera hora de la mañana. Otras piden a los trabajadores que se queden a dormir en la misma oficina para acabar el trabajo, y algunas otras establecen unos horarios en los que se permite a los empleados dormir solamente dos horas dependiendo del día de trabajo. Paso a explicar algunos de los casos concretos con los que me he encontrado:
* Un antiguo alumno que trabajaba como funcionario para el ministerio de economía, fue destinado de Osaka a Tokyo justo antes de casarse. Pese al palo de tener que vivir separado de su mujer desde el mismo momento en que se casaron, me comentaba por e-mail como todos los días tenía que estar en la oficina a las nueve y tenía que volver en taxi por la noche a casa ya que lo hacía mucho más tarde de la salida del último tren. La mayoría de veces llegaba a las 2 de la madrugada y se tenía que levantar el día siguiente a las 7 para estar de nuevo en la oficina para trabajar a primera hora de la mañana. A día de hoy ha pasado casi año y medio y la situación no ha cambiado en absoluto, por lo que me comenta que seguramente la situación se prolongará hasta el próximo mes de abril, en el que volverá a ser destinado a las oficinas de Osaka.
* Una amiga mía trabajaba para JR Tokai Passengers, que es la compañía que explota comercialmente los vagones del tren bala pasando el carrito y vendiendo bebidas. El trayecto que cubría era el de Tokyo-Osaka, que dura de dos horas y media a tres horas dependiendo del tipo de tren que se utilice. Viviendo en Osaka, tres o más veces por semana le tocaba realizar el trayecto 3 veces: Osaka-Tokyo-Osaka-Tokyo. Si ese día, por ejemplo, entraba a trabajar a las 2 de la tarde, acababa la jornada laboral sobre las 12 de la noche o más tarde en la estación de Tokyo. Después de ingresar la recaudación en la oficina, tenía que subir a un autobús de JR que la llevaba al dormitorio de la compañía, donde llegaba sobre la una de la madrugada. Al día siguiente tenía que cubrir uno de los primeros trenes que salían para Osaka, a eso de las 6 de la mañana, por lo que tenía que estar en las oficinas lista a las 5. Eso implicaba levantarse a las 3 y media. Descontando el tiempo de aseo personal necesario por la noche y la mañana al levantarse, el tiempo que podía dormir ella y sus compañeras de trabajo era de aproximadamente 2 horas. Lo que más gracia me hace del asunto es que luego se les exigía el 100% en el siguiente día de trabajo. Algunas compañeras se llegaban a desmayar y tirar el café encima de los clientes. Pero como para JR eso demostraba ineficiencia en el trabajo, las que se desmayaban eran abroncadas y despedidas una detrás de otra.
* Los conductores de JR se ven sujetos a los mismos horarios que el resto de empleados. Ya no estoy hablando solamente de JR Tokai, sino también de JR West y JR East. No es de extrañar que los conductores que se encargan de conducir los primeros trenes de la mañana hayan trabajado hasta altas horas de la noche y dormido solamente 2 horas en los dormitorios de la compañía. He visto varios reportajes al respeto de conductores diciendo que no estaban preparados para ser responsables de las vidas de cientos de personas después de haber dormido solamente dos horas. Por temor a represalias por parte de la empresa, estos conductores siempre aparecían por televisión con un mosaico en la cara y con la voz distorsionada.
* Otra alumna mía, que trabaja en una empresa de publicidad, se veía obligada a dormir muchas veces en la compañía, sin ducharse ni poder asearse. A veces la situación se llegaba a repetir dos días seguidos, sin poder siquiera cambiarse de ropa. Muchas veces le pregunté por qué no se quejaba a la dirección, pero me respondía que eso funcionaba así, y que si no lo hacía la echaban fuera y pillaban a otra persona.
* H.I.S., conocida empresa de viajes, y que últimamente nos cobra un plus de más de 20.000 yenes a los extranjeros por la cara, tiene a sus empleados trabajando en jornadas laborables que muchas veces van desde las 8 de la mañana hasta las 10 de la noche, situación que se acentúa en temporada alta. Tengo dos amigas que trabajan en dicha compañía, y es espectacular ver las ojeras que les han salido después de más de cinco años en la empresa. Un amigo mío fue a una entrevista para una filial, y le dijeron que al principio estaría trabajando de 9 a 8 por solamente 160.000 yenes, de los cuales luego se tenían que deducir los impuestos, la seguridad social y la jubilación.
Me parece muy grave que las empresas no sepan ver por si solas que reducir las horas de sueño de sus empleados hasta límites que rozan la tortura repercute directamente sobre el rendimiento de éstos, aumenta considerablemente el riesgo de accidentes laborales y no resulta más que contraproducente.
Recordemos que si todo esto se puede hacer, es porque es completamente legal. Si bien es verdad que existe una legislación al respecto, no es más que un mero farol para que parezca que se hace algo para regular el trabajo como en cualquier otro país que se considere a sí mismo civilizado.
A diferencia de las máquinas, cuyos límites están regidos solamente por factores físicos, las personas estamos también condicionadas por factores psicológicos. Estos factores, como el estado de ánimo, el stress y la presión que el entorno que nos rodea genera sobre nosotros, están relacionados entre sí, de manera que la alteración de uno de ellos influye en el resto y puede llegar a condicionar aspectos que van desde el apetito hasta nuestra capacidad para tomar decisiones.
Constantemente pienso que en Japón se ignora la diferencia que existe entras las máquinas y las personas. Se nos niega la condición de humanos y se nos exigen unos resultados perfectos sin tener en cuenta factores como la presión o privación del sueño. Cualquier enfermedad psicológica no es reconocida y el trabajador tiene que cargar con ella sin poder pedir la baja laboral para seguir un tratamiento médico adecuado como pasaría en cualquier país europeo. Muchas empresas no solamente ignoran estos factores, si no que además se encargan de empeorarlos, torturando psicológicamente a sus empleados para que cumplan a rajatabla con unos requisitos irrealistas que ni una máquina podría llevar a cabo.
Pongamos por ejemplo Japan Rail, considerada la compañía ferroviaria con los índices de puntualidad más altos del mundo. Se comenta a menudo que la mejor manera de poner un reloj en hora es hacerlo cuando llega el tren. Salvo al típico notas que se tira a la vía para suicidarse y algún que otro incidente puntual, la compañía mantiene una rigidez de horarios impecable. Si bien desde el punto de vista del usuario es un sistema útil y perfecto, poca gente sabe que el precio lo pagan los trabajadores de ésta compañía. A éstos se les exige una puntualidad en intervalos de cinco segundos. Es decir, que llegar cinco segundos tarde se considera como retraso. El lector puede pensar que para cumplir con tales horarios los trenes están equipados con un sistema informático de última generación que dejaría en paños menores a cualquier tren español. Pero la realidad es bien distinta: todo de lo que disponen es de una palanca para acelerar y de un freno. Nada más. El complejo sistema informático es la cabeza del maquinista. Si por un fallo de éste el tren llega tarde o se pasa algunos metros del punto donde tiene que parar el tren, el pobre hombre es sometido a algo que llaman nikkin kyouiku (日勤教育 que traducido sería algo como “re-educación laboral” pero que a vistas de cualquier persona en sus sanos cauces se llamaría tortura psicológica. Ésta normalmente se prolonga durante 15 días durante los cuales se aparta al conductor expedientado de su puesto de trabajo y se le somete a castigos físicos, psicológicos y económicos. Por ejemplo, se le obliga a realizar tareas como recoger malas hierbas de las vías, ponerse de pie en la estación diciendo “Soy un trabajador pésimo. Por mi culpa tal tren se ha retrasado tantos minutos” o mi preferida: sentarse delante de la mesa del jefe 8 horas diarias a escribir una redacción por hora con temas asignados por éste. Entre los que he tenido el privilegio de ver se encontraban temas tan relacionados con el mundo ferroviario como “por qué soy escoria” o “qué le pasará a mi familia si me echan del trabajo”. La presión llega a ser tal que algunos trabajadores se han acabado suicidando porque no han sido capaces de soportar la situación, y aun habiendo grabaciones y pruebas que demuestran la crueldad con la que éstos son tratados, todos los intentos de llevar el caso a juicio han sido desestimados por los tribunales.
Tras este periodo se devuelve al conductor a su puesto habitual. Habiéndosele ya bajado el salario y estando amenazado de despido, se le vuelve a pedir precisión milimétrica en su trabajo. Toda esta presión a la cual es sometido afecta a su capacidad de reacción y pensamiento, y es normal que a la más mínima se ponga más nervioso que un flan, no pueda ver un metro más allá de sus ojos y cometa sistemática un fallo tras otro. De ser una oficina las consecuencias serían males menores, pero en el caso de trenes se está jugando con cientos de vidas humanas.
El 25 de abril de 2005, un tren de la línea Fukuchiyama cargado con cientos de personas que iban a sus puestos de trabajo descarriló a las 9 horas y 18 minutos en una curva, estrellándose contra un edificio y matando a 107 personas, entre ellas el conductor. Al parecer éste, tras cometer dos errores en las primeras estaciones de la línea, aceleró el tren hasta el límite para recuperar el tiempo perdido y acabó descarrilando. Luego se esclareció que por culpa de los horarios que establecía JR, el conductor casi no había podido dormir la noche anterior, y que había pasado recientemente por el periodo de “re-educación laboral” arriba comentado. La empresa negó que esta educación ejerciera ningún efecto negativo en sus empleados y señaló al conductor y a la falta de sistema automático de frenado (ATS-P) como únicos responsables del accidente. Sin embargo, la unión de trabajadores de ferrocarriles japoneses (JRU) no piensa lo mismo.
En Japón ninguna excusa es buena para faltar al trabajo. No solamente se niega toda importancia a cualquier problema psicológico o neurológico, sino que cosas tan evidentes como la fiebre no son suficientes para quedarte en casa reposando. Si en Europa uno se pone enfermo y va al médico, puede obtener una baja laboral que lo exime de sus obligaciones laborales y le permite quedarse en casa durante un tiempo determinado durante el cual no puede ser despedido y sigue percibiendo su salario. En Japón la baja laboral no existe. En caso de estar uno enfermo lo que diga el médico no importa lo más mínimo. La última palabra la tiene siempre la empresa, que dependiendo de como vayan de trabajo, deja al enfermo quedarse en casa o le obliga a ir a trabajar. Me gustaría comentar por encima algunos de los casos con los que me he encontrado en estos últimos años.
* Me han obligado a trabajar en más de una ocasión con más de 39 grados de fiebre. Pese a comentarle a mi jefe que casi no podía ni caminar y que me dolía mucho la cabeza, su respuesta fue concisa: “Tómate medicinas y ven al trabajo”
* En otra ocasión, pese a tener nauseas y andar vomitando cada pocas horas, me hicieron ir al trabajo para dar clases de español a unos alumnos que, de juzgar por su cara, lo estaban pasando peor que yo al verme. Después de clase me arrepentí de no haberles vomitado encima para que mi jefe se diera cuenta de los inconvenientes que conlleva hacer ir a trabajar en ese estado a una persona.
* En mi universidad no me dejaron cambiar mis clases de los horarios de la mañana por los de la tarde pese a tener un parte del médico que demostraba que padecía insomnio y me era imposible domir hasta pasadas las 6 de la madrugada. La persona responsablé me abroncó al intentarlo y me dijo que “en esta sociedad no sirven las excusas como esa”. Su actitud no me sorprende teniendo en cuenta que de lo único que sirve la universidad en este país es para filtrar aquellas personas que harán cualquier cosa que les pida la empresa, y las que no.
* Un gran amigo mío que pese a ser japonés llega 2 horas tarde de media a cualquier cita, fue obligado a ir a trabajar al siguiente día de haber sido operado de apendicitis. Siendo tan cachondo como es, todavía guarda la camisa con las manchas de sangre como si de un hito personal se tratase.
* En la mayoría de empresas, los días que te quedas en casa por estar enfermo te los descuentan de los días que te corresponden de vacaciones al año, que ya de por sí son pocos. Es por esto que mucha gente decide no ir al médico, automedicarse e ir a trabajar pase lo que pase. Así como en España se intenta concienciar a las personas para que no se automediquen, en Japón he visto anuncios por televisión que invitan abiertamente a lo contrario con slogans tan chocantes como “Para ti, que no puedes faltar al trabajo. Medícate tú mismo”. Esto se permite también porque la mayoría de ingresos que tienen las empresas farmacéuticas japonesas vienen de medicamentos que no precisan prescripción médica para ser comprados.
Para aquellos que no hayan leído este blog exhaustivamente o hayan venido a parar a este post directamente desde algún enlace externo, destaco que en Japón encontrar trabajo a partir de los 30 es una tarea prácticamente imposible. Es por esto que los trabajadores se convierten en esclavos de sus empresas y están obligados a hacer todo lo que se les pida y a aguantar con todo lo que venga si no quieren verse sin trabajo hasta el dia de su muerte. No hay lugar para quejas, y aunque lo hubiera nadie se quejaría: los sindicatos no existen tal y como se conocen en Europa. La precisión y puntualidad en el trabajo que siempre han caracterizado a las empresas japonesas tienen un precio, y ese lo pagamos todos.
Después de analizar la situación queda en evidencia que en Japón los trabajadores carecen de todo tipo de derechos y son tratados de todo menos de lo que son: personas humanas. Legalmente pueden ser obligados a someterse a jornadas laborales de más de 16 horas y a trabajar en pésimas condiciones físicas, psicológicas, privados de sueño, sin descanso para comer y enfermos. Y pese a estar científicamente demostrado desde hace muchísimo tiempo que todos estos factores repercuten en la productividad y son el origen de numerosos accidentes laborales, se les sigue exigiendo que rindan de la misma manera que lo harían en condiciones óptimas. Lo único que los diferencia de las máquinas es que éstas necesitan mantenimiento.
Las personas no.
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