”¡Putos españoles! ¡Largaos de aquí ya!”, grita un chico inglés de unos 20 años a un español que le mira extrañado. Están en The Level, un parque frecuentado por skaters (patinadores) situado en pleno centro de Brighton, ciudad costera del sur de Inglaterra. El británico se acerca al chico y a la chica que lo acompaña y continúa gritándoles. Se traba al hablar, va borracho y está muy nervioso. Cuatro amigos lo animan a unos metros con sus risas. El joven inglés rompe contra el suelo la botella de cerveza que tiene en su mano y la blande como un arma. En ese momento, los dos españoles se alejan asustados. Primero despacio, pero enseguida echan a correr. El grupo de ingleses los despide con insultos: “¡Maricas de españoles!” . En el parque, decenas de personas observan la escena, pero nadie se inmuta. Es 25 de julio, festividad de Santiago, y este tipo de situaciones se dan a menudo cada año en este día.
Horas antes del incidente en el parque The Level, varios agentes británicos han detenido a un chaval de unos 12 años. “Le han pillado lanzando piedras a un colegio internacional. Sólo ha sido una travesura. En los últimos años se han colocado decenas de cámaras en el centro de Brighton para velar por la seguridad”, asegura un agente de la policía municipal.
Pero estas medidas no han sido suficientes para que el miedo vuelva a prender en toda la comunidad de estudiantes españoles. Adrián Álvarez, un joven asturiano de 18 años que ha venido a Brighton a aprender inglés, relata: “Las advertencias de la caza están en todas partes. Los monitores de nuestro colegio, el St. Giles College, nos han recomendado mil veces precaución para evitar conflictos en la ciudad. Dicen que no paseemos solos de noche”.
interviú ha recogido más de una decena de testimonios de españoles amenazados y agredidos en diferentes pueblos de Inglaterra e Irlanda. Carlos Aguado, un ingeniero madrileño de 30 años, recuerda lo que le ocurrió a él: “La caza es una tradición que lleva décadas practicándose. Yo la sufrí hace 14 años. Tuve que saltar una valla porque me perseguía un grupo de radicales en Manchester. Al final, me salvé, pero a un amigo le pegaron una paliza”.
José Pablo es un joven gaditano estudiante de periodismo. En el 2001 viajó hasta Irlanda para recibir clases de inglés, pero aún recuerda con nitidez un incidente ocurrido en el parque St. Endas de Dublín: “Éramos unos 30 jóvenes, españoles, portugueses e italianos. Celebrábamos que casi habíamos terminado el curso de inglés con un partidillo de fútbol y una merienda. De repente, un grupo de irlandeses empezó a insultarnos. No les hicimos ni caso; pero cuando nos separamos, nos dividimos en pequeños grupos. Yo iba con dos italianos, Paolo y Yari. Nos reíamos de las anécdotas que habían ocurrido durante el curso cuando sin venir a cuento el grupo de irlandeses comenzó a perseguirnos. Éramos tres, ellos quince. No teníamos nada que hacer, así que salimos huyendo. La escapada fue frenética y los tres terminamos por separarnos. Al día siguiente, en la escuela, Yari llegó con el ojo morado y múltiples moratones. Le habían pateado y golpeado con un palo de golf”.
Andrés Pérez Ocaña, un universitario madrileño de 20 años, tardará en olvidar el 25 de julio de 2003 que pasó en Irlanda. “Estaba en Kildare, un pueblo al sur de Dublín, y me advirtieron de que ese día era mejor no salir de casa, parecía la típica leyenda urbana”. El joven no hizo caso y salió con sus amigos. “Estábamos en un parque y apareció una banda de unos diez chicos y chicas. Al vernos nos hicieron una fotografía, se rieron y se fueron. Pero volvieron al cabo de unos minutos, algunos con piedras en las manos. Venían a por nosotros. Tuvimos que salir corriendo espantados. Nos persiguieron por todo el pueblo, hasta que entramos en el piso de una chica española que conocíamos. El grupo rodeó la casa y empezó a lanzar piedras. Los cristales de las ventanas estallaron. También alcanzaron el televisor y varios portarretratos”.
Sin embargo, fuentes del Consulado de España en Lond que no tienen ninguna constancia de la denominada caza del latino. “Si los jóvenes no denuncian las agresiones en el Consulado, no podemos contabilizar los ataques”.
Sin embargo, Juan García, responsable de un grupo de 30 alumnos españoles como monitor en Brighton de la escuela Education First, a la que acuden muchos españoles para mejorar su nivel de inglés, confirma que ha vivido algunas situaciones muy tensas: “La caza del latino no es sólo un rumor, es un hecho. De cinco años a esta parte ha descendido el número de ataques, pero siguen produciéndose”. Juan asegura que las palizas que los ingleses infligen a los estudiantes españoles son salvajes: “He visto cómo los ingleses pegaban a mis amigos golpes brutales hasta dejarlos malheridos”.
RPV: Cada 25 de julio se desata en Gran Bretaña ‘el día de la caza del latino’. Grupos de ingleses e irlandeses patrullan las calles en busca de chavales a los que asaltar. Bates de béisbol, palos de golf o piedras son sus principales armas