Es un tema que me fascina así que... voy a arrojar un poco de luz sobre este asunto, ya que creo que tengo las competencias necesarias para hacerlo.
Primero, tenemos que darle una definición útil al acto de la bofetada. El acto de la bofetada en sí no es más que la corrección debida de una conducta de una manera que en principio, y sacada de contexto, puede parecer desmesurada. Ahora bien, en el contexto que explica la mesura, o no, de este acto no vamos a pararnos en la acción anterior al acto en sí si no al contexto educativo en el que ese niño ha llegado a merecerse, o no, la bofetada.
Creo que el contexto del que hablo es importante, es en lo que hay que detenerse. ¿Por qué la bofetada? La bofetada no es más que el último recurso. Un recurso que se aplica como parche correctivo educacional en el momento en el que todo lo demás falla. Aquí tenemos un problema de dilucidar si realmente se han aplicado correctivos anteriores a la bofetada. Esto quiere decir: el uso de diversos métodos para que el niño, en este caso, se comporte a partir de cierta edad, de maneras acordes a las situaciones sociales determinadas que está viviendo.
Lo que ocurre en la cuestión antes mencionada, es que, como padres no tenemos las suficientes competencias objetivas para saber si hemos hecho todo lo posible. Si hacemos una visión amplía y social y externa a los niños, a los ámbitos donde hemos vivido, como ciudadanos, situaciones de incomodidad relacionadas con estos niños o de peligro para si mismos o para otros, pensaremos inmediatamente en la falta de medidas que han llevado a que el niño se comporte de esa manera. Llamaremos a estos padres “malos padres” y pensaremos que es su deber corregir a sus vástagos con una bien dada bofetada. Pero por el contrario si somos padres no podemos saber, no hay manera de hacerlo, si hemos hecho todo lo posible y estamos recurriendo, o deberíamos, al último recurso: la bofetada.
Como de manera instantánea y rápida en los ámbitos familiares de nuestra sociedad no podemos implantar sistemas de educación adecuados para cada caso, con el fin de evitar la llegada a ese punto de “el último recurso”, tendremos que usar un sistema en el que tanto padres de niños, como sufridores de ambos se complementen para no dar bofetada sin razón ni mesura.
El sistema que propongo viene a complementar las 2 partes. Viene a perpetuar la dedicación de los padres al afán de la correcta educación de sus hijos. Este sistema es muy simple. Para empezar, deberíamos prohibir absolutamente las bofetadas de Madres/Padres a hijos/hijas, pero por el contrario permitir bofetadas correctivas a gente ajena a ellos que los sufra durante más de 30 minutos, pues creo que es un tiempo razonable para formarse un juicio, no tanto del niño ni de su educación, si no de la situación que es la que lleva a la corrección.
En el instante en el que la persona ajena determine la merecida bofetada, deberá ponerse de acuerdo con los allí presentes, sin contar con los padres, para abofetear al niño un máximo de 1 vez y por lo tanto llevar a cabo dicha bofetada.
A pesar de que esto pueda parecer excesivo y moralmente reprobable, la corrección no va tanto para los niños, que con la perplejidad de la situación debería concluir en un cese absoluto de sus actividades cansinas, si no más bien hacia los padres que, al verse inútiles en la educación del vástago, ven como individuos externos a la educación de su hijo, tienen que tomar parte en la misma.
De esta forma los padres tendrán sumo cuidado con la educación de los mismos para evitar llegar a este “último recurso” y así agotar todos los demás antes de llegar al extremo.
Recordad, amigos foreros, que un niño es “educado por toda la tribu”, hagamos de nuestra sociedad, una sociedad mejor, una tribu mejor y eduquemos a nuestros hijos en el respeto que queremos que se les tenga y se nos tenga.