Veréis, hace no más de un mes adquirí un loft con terraza en el centro de la ciudad, muy luminoso y con acabados de diseño por cierto, ya sabéis, con esto de la crisis uno se agencia unas gangas que ni te cuento. No soy un ilustrado en el arte culinario, y poco me importa, la verdad. Yo, que desde siempre había degustado los manjares de mi fiel y leal asistenta Esmeralda, me encontraba en una situación... Bah, no voy a decir fácil porque admito que me paré a pensar lo que tardo en untar la tosta de caviar en cómo resolverla.
El caso es que he contratado una esclava (chacha, y apurando por si acaso hubiese ofendido a alguien: asistenta), pero como con las dimensiones de mi piso no puedo permitirme una veinticuatro horas, la cena me la tengo que hacer yo. En realidad no me la tengo que hacer; en un mes me he cenado a base de comida china, pizza, hamburguesas, y últimamente el menú del restaurante de abajo que me sube un mozo a buen precio.
Lo cierto, la única verdad, es que me hacía ilusión preparar mis propios huevos fritos. Se que va contranatura y que el hombre está predispuesto genéticamente a salir a cazar -ganar pasta-, algo que se me da realmente bien, modestia aparte; la mujer, sin embargo, parece tener más talento o interés por la cocina, como en peluquería. Llegados a este punto, toleraré las bromas con respecto hacia mi orientación sexual, jajaja, pero sin pasarse, ¿eh? Que no quiero engacharme con nadie.
Cuando frío el aceite me salta a la cara, o por lo menos lo intenta, porque lo esquivo. El otro día sin ir más lejos me cargué un jarrón de porcelana de la dinastía Ming del rebote que pegué para atrás. Esto es, en parte, debido a mis innegables reflejos, y a la predisposición a actuar de inmediato, inconscientemente, que aprehendí en Krav Maga. No quiero ni quemarme ni romper mis muebles de diseño; a ver si hay alguna cocinitas por aquí que me diga el truco.
#28 Gracias. Es exactamente el prototipo de respuesta que buscaba. Se podría decir que hoy me has hecho tú la cena.