Mi experiencia con gente venezolana es más bien con una venezolana.
Chica de 36 años, fisioterapeuta en su país -no puede ejercer en España y la verdad, está bastante cualificada-. Lleva aquí desde los 21. Está ahora en cuarto año de periodismo. Concienciada con el mundo. Animalista, crítica, con la cabeza bien amueblada y las ideas claras. Vino de su país casada con el amor de su vida: un chaval que conoció en los scouts y desde adolescentes están juntos.
Todo eso dice mucho de ella como persona. Además es encantadora, alegre, está buena... Un 10 como humana. Y encima abraza la cultura ibérica como el que más. Se siente muy orgullosa de España y habla maravillas de la tierra que le dio la oportunidad de una vida mejor.
Pero tiene un pero. Es hiper promiscua.
Su marido, al que idolatra y quiere mucho, tiene más cuernos que el museo del asta de Colorado.
Como todas las parejas, tiene altibajos y hay días donde discuten. Pues mientras que una pareja normal sopesa estas discusiones y las soluciona, ella, cada vez que discutía con su marido, se iba a follar con otro.
Cuando la conocí nos hicimos amigos enseguida y a los 4 meses me vino llorando con que había discutido con él. Me pidió que si podía venir a mi piso a hablar, que no tenía ganas de estar en casa con el marido cabreado. Yo acepté sin ningún tipo de segundas.
Os puedo asegurar que en menos de 1 hora estaba tumbada y yo encima de ella follandome su boca después de que me lo pidiera con una voz muy dulce. Recuerdo perfectamente como la cabrona me empezó a tirar a muerte y con el calentón se posicionó de manera que agarrándome de un cachete del culo me pedía que me sentara en su pecho y se la metiera entera en la garganta. Era como su forma de olvidar la discusión con el otro. Como una venganza por hacerla sufrir.
Cuando le comenté lo de su marido ella misma le restó muchísima importancia y yo pensaba que tendrían una relación abierta o algo por el estilo. Sinceramente, cualquiera hubiera caído en ese momento si estás soltero y sin compromiso ante una mujer de ese calibre.
A día de hoy todavía me habla para quedar y trato de negarme, aunque tengo que reconocer que ha caído más de una vez en los años que nos conocemos.
Todo esto es para decir que, después de hablarlo con ella, me reconoce que las venezolanas -y en general las latinas-, son mujeres de sangre muy caliente cuyo concepto de la sexualidad es diferente al europeo. La infidelidad es algo casi natural para ellas y la satisfacción sexual es un dogma que abrazan al mismo tiempo que se convierte en una herramienta para conseguir objetivos.
Tener cuidado con las venezolanas. Para follar son un puto 10, no te van a decir que no a nada. Esta chavala, literalmente, me daba carta blanca para lo que quisiera (dicho por ella). Pero para algo más es jugar con fuego.
Y hasta aquí mi aportación sobre la mujer venezolana.