Mi abuelo esta metido en algo turbio.

Termino con esto, no me siento capacitado para seguir, me encuentro mal.

He llegado a casa, después de la visita a mi tío. Cuando he ido al portal, esperando en la puerta había un tipo trajeado de negro, con dimensiones de machaca. Me ha llamado por mi nombre y me ha preguntado si lo acompañaría hasta el coche, entonces ha señalado un mercedes negro.

Me ha abierto la puerta y he tenido que soportar un fuerte tufo a puro y sudor de viejo. Sonriente, un señor bastante mayor y calvo, vestido con hábito de sacerdote y con una cruz gigante al cuello.
Me llamo Elíseo, Elíseo Covadonga. Le he mirado con cara de circunstancias. Aunque no lo recuerdes, ya nos conocemos. En ese momento me ha venido la foto de mi bautizo a la mente Es usted ese tal Nana Covadonga, he preguntado. Se ha reído. Antes me llamaban así, la nana es lo que se le canta a los que van a dormir.
El tipo grande y trajeado ha arrancado el coche. ¿Estoy detenido o secuestrado o algo similar? En absoluto, estás en una entrevista de trabajo. Ha vuelto a sonreír y le han brillado las muelas de oro.

Gumersindo, claro.

Estuvimos unos treinta minutos circulando. Me ha dado bastantes detalles de mi vida, desde estudios que no acabé hasta novias y rolletes de semanas, como quien recita los resultados de la liga. Me he mareado bastante y he estado a punto de vomitar, al comprobar que ese viejo sudoroso y maloliente tenía más fresca mi vida de lo que yo la he tenido nunca. En cierta medida, fue como ir al psicólogo.

Le he pedido, le he rogado que me hablase de mi abuelo, antes de que siguiera. Entonces me ha dicho que está, Elíseo, al frente de una organización de caballeros, a la que el mismo llama el Cenáculo y que cuenta, para que lo tuviese en cuenta, con gente muy influyente y variopinta, desde un fervoroso barrendero que actúa como informante hasta un ex-presidente del gobierno. Ya no he podido soportarlo y he intentado abrir la puerta. Elíseo me ha pedido que le diera unos minutos más.

El tema es el siguiente: mis amigos y yo llevamos décadas detrás de tu abuelo. Creo que estás al tanto de sus viajes, déjame decirte qué son sus viajes. Ha sacado una carpeta y ha empezado a pasarme fotos, en las que sale mi abuelo fotografiado desde lejos en la mayoría de ocasiones, como una sesión robada.
Esto es Haiti, cinco años seguidos, dos veces al año, renovación de altares, compromisos, contratos con los santos y los santeros, pactos con los demonios o ángeles, como prefieras. A partir de este momento ya no podemos con él, te hablo de hace casi cuarenta años.
Aquí, mas adelante, los tienes con los Yorubas de Nigeria, estos son...como decírtelo...la verdadera industria, los de la coca-cola, vamos. Todos los magos negros beben de estos tipos, cubanos, haitianos, etc. Y tu abuelo no ha dejado de tener suerte.

¿Para que me cuentas todo esto?

Ha sacado otra carpeta y me ha enseñado una larga lista de nombres, con fechas, lugares y otras nomenclaturas. Estos son los funcionarios que hemos empleado en tratar de suprimir a tu abuelo, los que no están muertos, están desactivados ya sea de sus cuerpos o de sus mentes y los que han tenido más fortuna están lejos, muy lejos, viviendo del Estado. Con esto trato de mostrarte quien es tu abuelo. Hay una cosa que se utiliza mucho en los círculos más intrincados del satanismo, se llaman resguardos, son unos preparados que se ingieren como bebida. Son demonios, tan grandes o poderosos como el santero que esté involucrado en la ceremonia. Estos demonios se alojan contigo y trabajan para ti.
Te puedo decir que yo mismo he visto como tres veteranos tiradores vaciaban cargadores sobre tu abuelo sin darle. Incluso le dicen cosas, se entera de celadas en el momento antes de que las ejecutemos. Y así, lo que quieras.

Lo he mirado fijamente, le he dicho que está como una cabra. Retomó el dialogo con mayor contundencia y rememoró los últimos avatares de mis padres, de sus problemas legales y psicológicos, del matrimonio, de mi hermana y trató de reconducirlo al mismo epicentro: Gumersindo. Todo ha salido tan mal por el nefando y oscuro poder que los demonios le dan a tu abuelo.

Pero ha insistido, todo se arreglará si hago un trabajo para ellos. Mi padre recuperaría su vida, mi madre saldría adelante y yo tendría muchísimo dinero a partir de ese momento. No he respondido y ha sacado un maletín pequeño pero bastante grueso. Ha pedido al chófer que parase.
Antes de que siguiera, le he dicho: vale, vosotros sois los buenos, ¿no? Los vigilantes, tenéis policías, presidentes, etc. ¿Quienes son ellos, para quien trabaja mi abuelo?

Los hijos de Cain, Lamec, los nefailim, la simiente de la serpiente, los alzados, siervos del Abbadon, satanistas, vámpiros, como quieras llamarlos, son muy proteicos. Gente que en definitiva se sirve del mal, hijo mio. ¿Pero a caso entre estos no hay también poderosos? Y tanto que sí. Yo mismo serví al maligno, pero Dios vino a mi, me enseño la dulzura de la vida, el bien, el camino. Y ahora le sirvo a él.

Entonces ha abierto el maletín. Un revolver. No se encasquilla, ha dicho. Y esto son balas de plata, lo único que podrá darle. Y esto son trescientos mil euros y la escritura de un ático en el centro. Y puedo seguir, tengo un coche, un diploma universitario, licencia para volar aviones, lo que quieras. Leches, si me pidieras crecer diez centímetros podría dártelo.

Solo tienes que ir a ver a tu abuelo y sin que hable, vaciarle la pistola, cerca, muy pegado a su cuerpo. Si es en la cabeza mejor.

Me han dejado en la puerta de casa.