Mientras que algunos lo despreciaban y otros se manifestaban en contra, el pueblo que alojará el ATC (Villar de Cañas) está empezando a vivir un renacimiento económico.
Villar de Cañas es un pequeño pueblo de la provincia de Cuenca, a unos 130 kilómetros de Madrid y muy cerquita de la A3, la carretera que lleva a los madrileños a Valencia y la costa levantina. Hasta hace unos meses era uno más de los centenares de pueblos de similar tamaño –tiene 500 habitantes– de España, es decir, un perfecto desconocido.
Pero a finales de 2011 todos supimos de su existencia y que era el pueblo elegido para albergar el Almacén Temporal Centralizado (ATC) en el que se guardarán los residuos nucleares de todas las centrales españolas.
La decisión, como todo lo relacionado con la energía nuclear, ha generado no poca polémica y muchas protestas pero poco hemos sabido de qué se opina en el propio pueblo, cómo ve la gente el asunto y, en suma, qué está pasando en Villar de Cañas.
Villar de Cañas ya está cambiando
Así que nos desplazamos allí para conocer de primera mano cómo se está viviendo la llegada de lo nuclear en una pequeña villa ahora rodeada de campos de cultivo y por un paisaje que, de no ser por las onduladas colinas que lo rodean, no podría ser más manchego.
El pueblo es, lógicamente, pequeño, pero tiene calles anchas y algunas plazas casi grandes y desahogadas, como esperando a un pueblo mayor. Y puede que ese pueblo esté a punto de llegar: por lo pronto sólo con la elección de Villar como sede del futuro ATC y a casi año y medio de que empiecen las obras la localidad vive un auténtico despertar económico.
Un ejemplo de ello es Mari Nieves, con la que hablamos en la tienda –supermercado de la Plaza del Ayuntamiento-. "Vivo a 60 kilómetros de aquí y vengo todos los días –nos dice– pero nos enteramos de que la tienda se alquilaba y nos pareció una oportunidad". El "nos" se refiere a ella misma y a una prima con la que comparte el pequeño proyecto empresarial a la espera "de que empiece a llegar gente y a haber más trabajo". No es el único caso: desde que la decisión se anunciase se han abierto dos bares en el pueblo.
Incluso están llegando negocios más complejos y de mayor valor añadido: un par de jóvenes ingenieros, descendientes de naturales de Villar de Cañas, han puesto en marcha Asteco Ingeniería, con una oficina en la misma plaza del pueblo.
Hablamos con ellos, Fernando y Santi, y nos cuentan que vivían en Valencia y que en cuanto conocieron la noticia "no nos lo pensamos dos veces". Por ahora ya son cinco personas trabajando, y eso que el momento todavía no es el mejor: "Estamos ansiosos de que todo empiece de verdad, pero estas cosas funcionan así, cuanto te dicen que tarda seis meses al final son diez o catorce".
"Un 80% del pueblo está a favor"
José María Sanz es el alcalde de Villar de Cañas. Nos recibe con su ropa de trabajo, que no es traje y corbata sino el mono azul que viste en su taller. Es un hombre sencillo pero con ideas muy claras y una innegable vocación política: lleva 20 años en la alcaldía.
También es un hombre en estado, casi, de euforia, feliz por lo que ha conseguido para su pequeño pueblo y por las posibilidades que se le abren a partir de ahora. José María espera que "mucha gente vuelva" a un pueblo que tenía hace 50 años tres veces más población que actualmente en un proceso que quizá ahora se revierta: "Hay muchos trabajos que no son 'de bata blanca' y que podrán ser para gente del pueblo" dice, dándonos como ejemplo los muchos guardias jurados que trabajan o han trabajado en Madrid y que "podrán encargarse de la seguridad aquí. Yo quiero que trabaje gente del pueblo en todo lo que se pueda", remacha.
Es, mal que le pese a muchos, una visión que comparten la inmensa mayoría de los ciudadano de Villar de Cañas: "El 80% del pueblo ha firmado a favor" nos dice, un porcentaje que repiten otras personas por el pueblo. Muchos de ellos se han agrupado en la Plataforma sí queremos el ATC en Villar de Cañas, antagonista de los movimientos en contra del cementerio que en el pueblo han tenido un éxito más que relativo.
Una lluvia de millones
Es un apoyo lógico si, lejos de posiciones meramente ideológicas, se analiza la auténtica lluvia de millones que el ATC va a suponer para Villar de Cañas y toda la zona. La inversión inicial se valora en 1.000 millones de euros, un dinero que no tiene que esperar a inversionistas o créditos bancario, sino que está ya en la caja de Enresa esperando ser gastado.
En principio, la inversión empezará a llegar en febrero, cuando empiecen a construirse las infraestructuras que necesita el ATC. Por ejemplo, la carretera por las que llegarán los residuos nucleares que supondrá cambiar la estrecha y vieja vía que ahora une el pueblo con la cercana A3. Se estima que el coste de esta nueva infraestructura será de unos 19 millones.
Pero para el conjunto del próximo año, y eso que el propio ATC todavía no ha empezado a construirse, ya se cuenta con 144 millones que, aunque aparezcan dentro de los presupuestos de la Junta de Castilla-La Mancha, serán aportados por Endesa.
A todo esto, el dinero ya ha empezando a llegar al pueblo: Enresa ha adquirido 60 hectáreas de terrenos propiedad de los vecinos. Eran campos de cebada y girasol que, por supuesto, estaban clasificadas como "terreno rústico". Un suelo que, según el alcalde, estaría "muy bien pagado a unos 3.000 euros la hectárea", pero por los que Enresa ha abonado 600.000, a 10.000 por hectárea.
Mucho más que el ATC
Recorremos con José María Sanz los terrenos en los que estará el silo del ATC: amplios y tranquilos campos en los que todavía trabaja un tractor levantando una nube de polvo de la tierra seca. Un águila se levanta de una pequeña caseta en ruinas y nada puede hacer pensar que en ese espacio habrá, en poco tiempo, una instalación que será de referencia en todo el mundo.
No sólo eso: aunque ese dato suele aparecer muy poco en los medios, el ATC lleva asociadas otras apuestas que tendrán mucho que decir en el futuro de la zona: un "centro tecnológico" que, centrado en la investigación de lo nuclear, será de gran importancia y reunirá a empresas y científicos de todo el mundo; y un polígono industrial en el que habrá, entre otras, empresas que presten sus servicios al ATC.
Y esto no es una especulación. Tal y como nos cuenta Sanz la empresa que fabricará los contenedores para los residuos ya ha anunciado que estará en ese polígono y eso supondrá "unos 50 empleos es en pueblo".
El alcalde prevé incluso una explosión del turismo: "Estas cosas son únicas y vendrá gente de todo el mundo para verlo, igual que nosotros hemos ido a Holanda". Se prevén entre 10.000 y 15.000 turistas al año interesados por el ATC, para lo que "tenemos que construir un buen hotel", nos dice ilusionado el alcalde.
Un alcalde que tiene grandes planes y espera tener dinero para llevarlos a cabo: el ATC proporcionará a los ayuntamientos de la zona más de seis millones al año. Su ayuntamiento, que es lógicamente el que más se lleva, tendrá por este concepto unos tres millones. Ahora su presupuesto es de 500.000 euros anuales. "Nos ha tocado la lotería 60 años seguidos", concluye más que satisfecho.
Los empleos verdes no pasaron por Villar
Con ese dinero Sanz quiere, entre otras cosas, "construir una residencia para nuestros ancianos", un proyecto que el ahora próspero Ayuntamiento construirá y subvencionará y con el que espera crear "40 ó 50 puestos de trabajo más y, claro, tener a nuestros ancianos bien cuidados".
La energía nuclear, la industria y el turismo sí traerán empleos y prosperidad a Villar de Cañas, pero quien no ha logrado traerlos son las llamadas "energías verdes". A un kilómetro del pueblo encontramos una planta de energía solar fotovoltaica con decenas de grandes paneles.
Preguntamos al alcalde cuantos vecinos del pueblo trabajan en ella y la respuesta no puede ser más descorazonadora: "Cero". Difícil encontrar una metáfora mejor de la gran mentira de los "empleos verdes".