¿Cómo empezar?. Digamos que para hablar sobre esto he decidido abrir barreras que hasta ahora mantenía cerradas, por razones obvias. Primero porque soy de los que piensan que cualquier relación ha de mantenerse entre las personas que la conforman, y segundo porque no le voy contando mi vida al primero que pasa por mi puerta como costumbre. Bueno pues es evidente que hoy rompo ambas reglas, que para mi son fundamentales en el juego del amor.
Decir que entiendo a las mujeres sería chulería por mi parte y además mentira, no creo que ningún hombre sobre la faz del planeta pueda utilizar la famosa frase de “te entiendo” con conocimiento de causa. Mentimos y lo hacemos para obtener algo a cambio, tan simple como eso, en este caso algo que nos llena y nos satisface en nuestro ego, algo que algunos pregonan a viva voz tras obtenerlo y otros callan sabiamente. Sexo.
Después de meditar mucho él por que, me he dado cuenta de que las cosas funcionan al revés: Me explico. Lo normal sería que las mujeres cuando hablan de sinceridad, cariño, amor, fueran sinceras, pero en realidad te están contando una verdad a medias. Ellas buscan que las entiendas y poder mantener una conversación trascendental contigo y que las escuches, si consideran que has sido buen alumno y has terminado con tus deberes quizá te recompensen. No siempre es así pero casi el setenta por ciento de las veces, todo depende del grado de evolución de la sociedad en la que te muevas.
¿Y por qué cuento todo esto?. Pues muy sencillo, siempre existe la excepción que confirma la regla. Para poder juzgar algo primero tenemos que estudiar detenidamente el comportamiento, y aquí volvemos a la causa primera, todo al revés. Lo primero nunca vi a una mujer volverse loca por un tipo al que la vida desgraciadamente no dio belleza, aunque sea un pedazo de pan, al igual que nunca las vi desmayarse por el tipo bueno y recatado con gran inteligencia y dado a las matemáticas como explicación de los sucesos diarios de la vida, bueno en este último caso he de hacer un inciso, todo depende de la edad de ella y de lo grande de la cartera de él.
Por el contrario el pícaro, el que las ignora, el que las maltrata a veces aun no siendo consciente de ello (no hablo de maltrato físico), el que las hace reír con barbaridades dignas de un troglodita, el que las vacila, ese finalmente llevará el gato al agua sin duda, repito, aun no siendo consciente de ello.
Hay un par de posibilidades, que por hacernos caer muy bajo y repetidamente, ni siquiera entraré a analizar, la persistencia o ley de la probabilidad y el alcohol como causa de perdición de las mujeres.
Os estaréis preguntando para que tanta pedantería y parafernalia tratando de explicar algo que quizá todos conocemos, pues por una razón muy sencilla, hace algún tiempo conocí a alguien muy especial.
Por aquel entonces la desilusión tras esporádicas relaciones que no llevan a nada sumido en el mundo de la noche y el sexo fácil, habían debilitado mi sistema de autodefensa, “no escrúpulos”, “no remordimientos”, pilares básicos en el que este se asentaba. Pasando a un estado de dejadez absoluta y pasotismo mayúsculo.
Nunca me gustaron las mujeres muy guapas, en el fondo creo que a la hora de una relación (sean del tipo que sean) no dan la talla, probablemente sean divagaciones y experiencias de mi vida. Tengo que decir que siempre disfruté y saboreé mejor el sexo con alguien que dentro de mis cánones de belleza se ajustaban mejor a mis gustos, por decirlo claro de alguna manera, ni muy guapa, ni muy fea, como decía Sabina “nunca hacia tanto calor, como bajo su falda” refiriéndose a las mujeres del montón. Evidentemente la parte física es muy importante, si no hay atracción física no hay asunto.
He de decir para ser honesto que prefiero que las mujeres muestren su personalidad más que sus pechos, quizá sea un bicho raro, o quizá ya se me ha pasado la edad de corretear como un loco con el cuerpo lleno de alborotadas hormonas tras todo aquello que muestre una falda corta y unos senos desmesurados.
A lo que iba, que siempre me voy por las ramas. El caso era esa mujer especial. Ingeniera por la universidad de Moscú, Yulija siempre se mostró reservada tras sus maravillosos ojos verdes, cada vez que jugaba con su pelo haciendo tirabuzones he de reconocer que me acojonaba, si se me permite la expresión, primero porque ese tipo de manía o tic suele asociarse a mujeres fatales y lo que esto implica, y segundo por lo que aquel hipnótico acto reflejo despertaba en mi. Aun así veía extasiado como aquella cabellera rojiza natural daba vueltas mientras me sumía en pensamientos realmente obscenos.
Al principio cuando noto este tipo de atracción suelo distanciarme para poder analizar mejor las posibilidades de éxito y en cierta medida tratando de mal esconder algún punto de timidez que suele atacarme, llegando incluso a catástrofe cuando por primera vez Yulija me sonrió.
Ella se acercó al mostrador y con aquella brillante muestra de amistad me dijo:
¿Puedo pagar? – Mientras me miraba fijamente, uno de aquellos indeseables momentos de timidez hizo que temblaran mis piernas, unido a mi deficiencia en el idioma mostraron mi cara más lamentable. Sentí el golpe en la frente y el consiguiente !boom! al agacharme a la caja a cobrarle. Casi perdí el tino y mis aires de Don Juan se disolvieron mezclados en vergüenza.
Fue gracias a este desafortunado accidente que Yulija me tocó por primera vez y sentí como el dolor se convertía en placer. Tras largas noches de búsqueda ansiosa en las bacanales, la luz se hacía en forma de mujer madura. Lo único que acerté a responder fue gracias. Ella me miraba divertida y extendió su brazo hacia la parte afectada. Suavemente su mano trató de curar el dolor físico y mi ego lastimado me decía que también el psíquico. Sentí el calor de su piel y su mano firme como la de la madre experimentada que masajea al niño en su dolor.
2a parte
Aquel invierno en Londres se presentó especialmente crudo, y Yulija seguía visitándome como de costumbre, ahora podría decir que alimentábamos una floreciente amistad. Las tardes discurrían apacibles mientras ella con un poco más de confianza me introducía en los entresijos de la lengua foránea, yo como buen alumno, aplicado, trataba de prestar toda la atención posible. Alguna que otra vez fui descubierto escrutando solapadamente entre aquella maravillosa ranura que se abre en las camisas de las mujeres que presentan senos exuberantes y prominentes. Mi sorpresa fue mayúscula cuando ella claramente lo notó y sonrió. Esto dio paso a una extraña sensación de quiero y no puedo, a extrañas y dulces caricias sobre el papel.
La última tarde que vino a visitarme, comenzaba a preguntarme donde estaría, no era normal que se retrasase, me di cuenta de cuanto deseaba verla y hasta que punto la deseaba físicamente. Finalmente apareció y tan pronto la vi me armé de valor, esa sería mi tarde, y lo fue como más tarde pude comprobar, pero no de la forma que esperaba.
Mi padre ha muerto – tras esta sentencia, todos mis planes vinieron al traste, ella lloraba mientras me contaba como por el sistema de visas no podía abandonar el país y si lo hacía no podría volver jamás. Ni que decir tiene que mi reacción fue de solidaridad y a la misma vez desalojando el sentimiento de frustración tras los acontecimientos.
¿Te encuentras bien? ¿Puedo hacer algo? – enjugó sus lagrimas mientras me miraba con aquellos profundos ojos verdes – Cierro en unos minutos, te acompaño a casa, no puedes estar sola – Y claro como el destino es tan perro nos pone en tesituras que nos hacen tomar decisiones para luego arrepentirnos – No quiero ir a mi casa hoy, no hay nada para mi allí – lo medité un segundo y traté de no aprovecharme de la situación, no es cuestión que alguien a quien conoces y aprecias se le muere un familiar y tu aprovechando la brecha le atacas a la yugular sin piedad. Entonces tras meditarlo como digo la invité a casa – Puedes quedarte conmigo, solo tengo una cama pero estaremos bien – y tras esto espeté una tontería que después de meditarlo me pareció de mal gusto – Prometo portarme bien – Me sentí como un verdadero imbécil hablando así a alguien con un problema de ese tipo, pero inesperadamente ella sonrió.
Una vez en casa, conversamos largo y tendido mientras cenábamos, hablamos sobre nuestras infancias tan diferentes, de nuestros respectivos países, me dio la impresión en un momento dado que disfrutaba tanto como yo de la velada y que al menos por unos minutos o segundos olvidaba todos aquellos pesares que ahora compartía por simpatía.
Puedo dejarte algo para que duermas, me refiero algo más cómodo, puedes ducharte si quieres, saldré fuera si necesitas desvestirte – me dirigía a la puerta y ella me interrumpió – No hace falta, con girarte será suficiente – hice lo que me pedía y surgió en mi un sentimiento irreprimible de mirar hacía el espejo que tenía a la derecha, mi propia mente me reprochaba que no era el momento y que la situación era cuanto menos embarazosa. Pero como hombre, falté a mi palabra, y no es que me enorgullezca por ello, pero como a todos, ya me llegará el juicio.
Desde aquel espejo furtivamente, recorrí cada centímetro de su cuerpo, cada curva, cada territorio de piel desnudo, y aparté la vista justo cuando ella se giraba – Tomaré esa ducha – me sonrió y desapareció.
Ahora recuerdo perfectamente que me recosté en la cama y comencé a tocarme mientras pensaba en ella, como un acto reflejo los fluidos de mi cuerpo cedían ante el deseo irrefrenable de poseer a Yulija. Mientras tanto me debatía entre lo incorrecto de la situación y mi cuerpo que empujaba fluidos hacia todas las partes necesarias de mi fisonomía.
Tras unos minutos interminables ella volvió con aquel pijama de verano que le había prestado y sonriendo, yo la imité reprimiendo todo aquello que debía haber dicho desde el principio y que nunca dije por lo extraordinario de la situación, pero no hizo falta.
Yulija se acercó a la cama, apoyo una rodilla en ella y me rodeo con la otra quedando sentada sobre mi, si alguna vez controlé algo de aquella situación desde aquel momento se esfumo – Gracias por dejar que me quede – se agachó lentamente y besó mis labios saboreándolos, aquella boca carnosa me transportó al instante, mordí y disfruté aquellas dos fresas que se me ofrecían en sacrificio, la sangre corre rápido y los sentidos despiertan al amanecer del sexo sin tapujos, fresco y reconstituyente, sentí el calor de su entrepierna que se unía al mío, ahora experimentaba el tacto de sus pechos contra el mío y abrí los ojos para confirmar que aquello estaba pasando, Yulija notó mi indecisión y separó su hermoso rostro por unos segundos, quizá dándome una respuesta, quizá comprobando como yo que aquello se nos iba de las manos.
El sexo con respeto y sin complejos puede darnos grandes satisfacciones, pero cuanto más, exponencialmente, cuando dejamos que la penetración sea algo secundario, usando cada parte del cuerpo en la firme labor de dar placer al otro, dos cuerpos en uno. Al poco yacíamos desnudos entrelazados. El calor sofocante hacía que sudáramos sobremanera, mi piel resbalaba en la suya y hallaba el placer en cada poro, centímetro a centímetro mis manos masajeaban cada puerta inexplorada, y mi boca quiso unirse sin que pudiera hacer nada por retenerla. La pasión tiene sabor, o eso creí soñar cuando mi lengua recorrió su estomago firme y terso como el satén en dirección a sus pechos que aparecían como las últimas murallas ante la avalancha de deseo que cernía sobre ellos, Yulija jadeaba mientras me miraba. Notaba como murmuraba algo ininteligible en su idioma mientras mordía su labio inferior, mis manos entretejiendo una telaraña infinita habían tomado posesión hasta ahora de todas las partes de su cuerpo, excepto aquella que se reserva a los dioses y donde solo el adalid puede triunfar en su ataque incesante de deleite. Mis manos firmemente se aferraron en el abdomen con fuerza, Yulija lo notó y suspiro dejándose guiar hacía la perdición del deseo irrefrenable. Sentía su estómago moverse espasmódicamente al ritmo de mi lengua, el sabor del jugo del árbol prohibido es una droga potente y se presentaba ante mi en todo su esplendor, como el rosal que da su flor mas hermosa en pos del deleite absoluto de los sentidos, bebí y lamí cada inigualable pétalo hasta la saciedad, viendo como finalmente en un espasmo largo y enérgico Yulija sofocada quedaba en silencio y extenuada. Sus manos acariciaron mi cabello y firmemente me atrajo hacía su pecho.
Aquella noche viaje sin billete al jardín del placer donde se alimentan los deseos. Todo lo que allí ocurrió después de esto, prefiero reservármelo, en el fondo soy el dueño de mis maravillosos recuerdos, además por hoy creo haber roto más de una norma de las que suelo auto-imponerme.
Dos días volando, dos días de placer que solo quedan en mi memoria y en la de Yulija, dos personas tan distintas y a la vez tan parecidas. Tras la segunda noche no volví a verla jamás, y muy en el fondo conservo la espina que me hizo cometer un acto que no pude reprimir hacía una persona que venía en busca de mi ayuda. Quizá el placer fue doble debido a este sentimiento de culpabilidad, no lo se.
Solo se que ella fue la mejor experiencia que ha probado mi somier disgustado por la falsedad del sexo rápido y sin contemplaciones. Quizá me hago viejo, de eso estoy seguro.
Fin
Dedicado a GuevaSpacial