Perdona #44 porque tienes toda la razón.
¿Qué puedo decir sobre el caso que nos traes? Que sencillamente me parte el corazón.
¿Llegará algún punto en el que estas cosas dejen de suceder? Confío en que sí. ¿Lo veremos nosotros? Desde luego que no.
La violencia hacia la mujer, incluso en aquellas culturas donde dicen que está rechazada o directamente superada, se da y, para mí, de una forma mucho más retorcida, esto es, sin tocarte ni un pelo pero dejándote también marcas.
Como ha dicho M0E, ya soy licenciada, pero en el primer año de carrera algo me llamó mucho la atención en la facultad: los que manejaban el cotarro eran hombres, y esto es llamativo pues Psicología, al menos en mi promoción, tenía más de un 80% de mujeres. Comentándolos con compañeros, la conclusión más fácil siempre era esta: las mujeres en algún momento son madres y esto es difícil de compaginar con las tareas del docente investigador, catedrático o director de lo que sea.
Cinco años después, me encontré con la siguiente cuestión que para muchos serán "problemas del primer mundo", "problemas de niña bien", lo que sea: cuando iba a licenciarme, pregunté a Francisco Labrador, catedrático en la UCM, cómo estarían las posibilidades de acceder a su máster; me contestó que difíciles porque había pocas plazas y muchas solicitudes. Un día después, un amigo mío fue a preguntarle y a él le respondió que no se preocupara porque, en Psicología, los hombres son escasos y, por lo tanto, más valorados por él. Obviamente, lo entendí todo mejor.
Si este señor (y aquí va la cuestión por la que he contado lo anterior), un erudito por cierto, correctísimo en el trato con el alumnado, en posesión plena de sus facultades mentales, dirigiendo un máster que lleva detrás todo un sistema administrativo supuestamente incorruptible y que, además, dedica su vida al bienestar de las personas, a mí me hizo eso, ¿qué no va a hacer un hombre como los que aparecen en el relato de Graciela?
En Antropología frecuentemente nos encontrábamos con casos como este y, obviamente, muchos alumnos decíamos que debían tomarse medidas. ¿La respuesta del profesor? Que éramos unos occidentales prepotentes y unos etnocentristas.
Así que ya sabéis, apelad a la Declaración Universal de los Derechos Humanos, que todavía vendrá alguien a insultaros.
Edito: también es bastante triste que sólo se hable de los casos que están de moda, de aquellos de los que es guay hablar para demostrar cuán preocupado por la gente estás. Me cago en todo, sí.