Chihuahua, Chih.- Originaria de Guaparí, municipio de Urique, comunidad ubicada a unas 16 horas caminando de la población más cercana que es Guapalainas, donde no hay ningún medio de comunicación, ni de transporte puesto que ni siquiera hay carretera, Graciela Mancinas Motochil de 25 años, indígena, comparte su historia donde ha estado presente la violencia prácticamente desde que nació, lo que evidencia en todo su cuerpo marcado de cicatrices diversas.
Graciela es la mayor de 5 hermanos y cuenta que cuando era niña, su padre golpeaba todo el tiempo a su madre, en varias ocasiones estuvo a punto de matarla, hasta que un día, cuando la amenazaba de muerte con un cuchillo, su tío, hermano de su madre lo asesinó, “yo estaba chiquita, sentada junto con mis 4 hermanos todos chiquitos, y vimos como mi tío mató a mi papá que era muy malo con mi mamá”, dice.
Cuenta que su papá golpeaba a su madre y de paso a sus hijos porque lloraban cuando veían todo, tanto, una vez dio muerte a su propio hijo ahogándolo en el río “lo levantó agarrándolo de las piernitas le metió la cabeza al agua hasta que se murió”, explica con dificultad para pronunciar el español a punto del llanto.
Su mamá nunca volvió a tener pareja se dedicó a sembrar frijol, maíz, chile, y lo que podía para alimentar a sus 5 hijos de 8 que tuvo, ya que 3 fallecieron y así fue hasta que crecieron.
Ninguno fue a la escuela porque estaba a unas 24 horas a pie, no usaban zapatos, y sólo tenían un vestido cada uno. “A veces no comíamos porque no había, y a veces mis hermanos y yo matábamos pichones, palomas, pájaros, víbora, es muy buena con chile, cholugos, ardillas, zorrillos o pescábamos en el río”, explicó.
Ella se fue a vivir con un hombre a los 15 años de edad, y para los 16 ya era madre de una niña, con su pareja, la violencia regresó a su vida, pues cuando su marido tomaba tesgüino o tepache, se ponía muy bravo dice, llegaba golpeándola mucho, con él duró 4 años, la relación terminó un día que le quebró la nariz, la dejó casi inconsciente sangrando por nariz y boca y golpeó a la niña porque le molestaba que llorara.
En cuanto se recuperó de las lesiones, ella salió a trabajar, al principio lavaba y le pagaban con maseca y frijol, insuficiente para sus necesidades, hasta decidió encargar su niña con su mamá e irse a buscar trabajo en las pizcas como jornalera.
“Yo nunca había salido, no sabía cómo ir a ninguna parte, y me dijo mi mamá si te vas sufrirás hambre, pero de todos modos nos fuimos, me junté con otras conocidas y caminamos dos días hasta dar con una carretera grande, luego nos dieron rait, pero nos perdimos tres días, hasta que encontramos donde se agarraba el tren a Los Mochis, ahí pagamos boleto, en muchas horas llegamos, pero luego nos dieron trabajo, al siguiente día sacando papas, nos pagaban 100 pesos diarios, ya con eso teníamos pa comer”, narró Graciela.
Después fue a Baja California, a Sonora, y así fue conociendo hasta llegar a Delicias a trabajar en las pizcas de chile, donde su ilusión era juntar suficiente dinero para ir por su niña y traérsela a vivir a la ciudad donde nunca le faltara de comer.
En Delicias conoció a Julián Vega en las pizcas, se fueron a vivir juntos, pero otra vez regresó la violencia a su vida, “me decía que si no le daba mi dinero me iba a echar a la carretera, pa que pensaran que me atropellaron y me pegaba mucho”, comenta.
Julián se emborrachaba, fumaba mariguana, y “se echaba pericos por la nariz”, dice.
Ella tenía ya 6 mil pesos ahorrados con los que pensaba ir por su niña, los cargaba en una bolsita en el cuello, y una noche llegó bien borracho y drogado ya en la noche cuando estaba dormida, me empezó a pegar para quitármelos, ya era mucho tiempo de trabajo no se los quería dar, “eran pa ir por mija”, dice, el forcejeo empezó hasta que con el mismo hilo de la bolsita en la que guardaba el dinero en su cuello, la estaba estrangulando, razón por la que ella tomó lo que tenía a su alcance que fue un cuchillo de cocina y lo hirió.
“Me senté a llorar, y le dije Julián yo no te quería hacer nada, pero tú tuviste la culpa porque me pegas mucho y me querías quitar mi dinero de mi niña, lloré mucho, yo no lo quería matar”, dice. El hombre quedó herido, pero dos días después murió.
Todos me decían corre, vete, pero yo no quise, fui a la policía para que me metieran a la cárcel, duré un año en Delicias y llevo tres meses aquí, (Cereso Femenil de Aquiles Serdán).
Esta mujer convencida de que los hombres son muy malos, dice que nunca entenderá estas cosas, por qué son tan malos, cuenta que a su hermana su marido le pega tanto que ya tiene todas las manos deformes, y los brazos porque le hace cortadas y está llena de cicatrices.
El deseo más grande de Graciela es ver a su niña que tiene dos años sin ver, dice estar consciente de que no podrá vivir en su comunidad porque la mataría la familia de su expareja muerta, pero que quisiera ir por su niña quien tampoco va a la escuela, y aunque dice nunca haber conocido a la familia de Julián de quien sólo supo que era de San Rafael, sí tiene miedo.
Ella trabaja en el penal haciendo el aseo, por lo que le pagan 120 pesos a la semana, con ello se compra papel y jabón, pero le hace mucha falta una chamarra porque le da mucho frío, también le necesita zapatos número 4, ya que nadie la visita, y lo que gana no le alcanza.
En el expediente de Graciela 504/2011 de Delicias se le tipificó el delito como “homicidio en riña con carácter de provocada”, y se le convenció de aceptar la culpa y ser juzgada con un juicio abreviado que duró 8 meses, y fue sentenciada a 3 años de prisión. En su expediente no se toca la posibilidad de que el homicidio fuera en legítima defensa.
Quien desee ayudar a Graciela necesita ropa gris claro, zapatos número 4 o artículos de higiene personal, lo puede hacer a través de esta casa editora o acudir directamente al penal femenil de Aquiles Serdán.