Son las 9.55 de la mañana y Juan se ha quedado solo en casa. Le escribe un mensaje de texto a su Ama, Sonia, para comunicarle que está a su disposición. A las 10.02, el Ama Sonia todavía no le ha contestado al sumiso. A Juan le empieza a dar ansiedad. Preso de los nervios, le escribe con muchas faltas de ortografía: “Ama por favor estoy putona y obediente”. Nueve minutos más tarde, dado que el Ama lo ignora, empieza a implorar. “Por favor, Ama”. Los mensajes desesperados se suceden durante toda la mañana. “Necesito obedecer”, le ruega. ¿Qué es exactamente lo que quiere Juan? Juan quiere que Sonia le arruine la cuenta corriente.
Se llama 'findom', acrónimo de ‘dominación financiera’. Una parafilia sexual en la que lo que menos hay es sexo. Es la excitación que siente un hombre cuando una mujer le despluma. El sumiso entrega a su dómina dinero, regalos, las claves de su tarjeta de crédito y hasta las escrituras de su piso. Se convierte en un 'paypig' (cerdo pagador) y eso le reporta más placer que cualquier polvo. Hay auténticas profesionales de esta práctica en España. Como Sonia, que lleva 9 años viviendo de esto.
"Mi casa está equipada por mis sumisos"
“Mi casa me la han equipado entera mis sumisos. Yo no compro nada. Desde la tele hasta el nórdico, si quiero algo siempre tengo un pelele que me lo paga. Móvil, Tablet, portátil, zapatos Louboutin… la lista es muy larga”, reconoce esta valenciana de 29 años que se ha convertido en una de las findom más populares de nuestro país. Habla con EL ESPAÑOL con reservas. “Leo cosas sobre la dominación financiera y parece algo frívolo. Cuatro chonis pidiendo dinero. Ese intrusismo devalúa el concepto. Es algo muy serio y requiere mucha psicología. No todo el mundo vale para ser 'findom' aunque parezca fácil”, recalca.
¿Qué es exactamente eso de la dominación financiera? Es una variante de los juegos sexuales de dominación/sumisión. Cuando hablamos de BDSM (Bondage, Dominación, Sumisión y Masoquismo), lo primero que se nos viene a la mente son látigos, cuerdas y azotes. Pero hay disciplinas en las que ni siquiera existe el contacto físico. Ni siquiera el visual. “A mí ni siquiera me ven la cara. Nunca les voy a enseñar el culo. Se limitan a pagarme mis caprichos para obtener un poco de mi atención”, resume Sonia.
Vivir a base de galletas y pasta
En la dominación financiera, el Ama se encarga por completo de controlar y administrar el dinero y las propiedades del sumiso. El sumiso no podrá disponer de su propio dinero y deberá pedir permiso para gastarlo. Incluso para sobrellevar sus necesidades más básicas: “Tuve un sumiso hace algún tiempo que se quedó muy, muy jodido un mes. Lo pasó a base de galletas y macarrones blancos. A muchos, lo que les excita es llegar a esos extremos”.
¿A qué extremos se refiere? Pues a llegar a entregar a una completa desconocida la propiedad del piso donde vive el sumiso… con su familia: “Tengo las escrituras del piso de uno de ellos, el contrato de separación de bienes y muchos otros documentos con los que lo tengo pillado por los huevos”, explica Sonia con contundencia. “A veces llamo a su casa diciendo que soy de Jazztel, pero al oír mi voz sabe que soy yo, se acojona vivo y me da todo lo que le pida. No sabes qué risa…”, explica Sonia entre carcajadas.
Llegar al extremo es, por ejemplo, pedir un crédito para poder pagar gastos de Sonia. Entramparse varios meses para pagar, en cómodas cuotas, un capricho que se haya pegado el Ama. “Uno, hace poco, hizo un reconocimiento de una deuda mía de 5.000 euros, que pagó en un par de meses”. Ellos, a menudo, no saben ni lo que están pagando. Con ver cómo su dómina les hace bajar su cuenta corriente de forma vertiginosa, tienen suficiente.
Pero, ¿esto es legal? “Por supuesto. Esto es algo consentido. Son ellos los que me buscan y me ruegan que les desplume. La decisión la toman ellos, que son adultos. Y ésta es la clave de todo esto. Que al final, por extraño que pueda parecer desde fuera, ellos están obteniendo una recompensa, que es esa excitación que les produce la dominación financiera. No tener el control”. Por eso mismo, para no incurrir en ilícitos, Sonia les obliga a firmar una serie de documentos donde ellos especifican que realizan esas prácticas de forma voluntaria.
Cerdos pagadores
¿Qué perfil tiene un sumiso financiero? Si nos ceñimos a su rol dentro de la dominación, hay varias figuras en el argot findom: un Paypig es un cerdo pagador. Se limita a pagar lo que pida el ama, sin más. Un Cashmeet es un sumiso que estará esperando arrodillado frente al cajero mientras su Ama le vacía la cuenta corriente. Un Pagafantas es alguien que le va a hacer regalos a cambio de un poquito de atención. Un Human ATM es un cajero humano: alguien que siempre va a transferirle dinero al Ama si ella lo pide.
También hay juegos que se les pueden ir de las manos, como el llamado RtGame. Consiste en que el Ama cuelga un tuit e impone un tributo a su sumiso financiero en función de las interacciones (rt, fav o comentarios) que obtenga. Si el tuit tiene mucho éxito, el sumiso va viendo en directo y a tiempo real cómo son los internautas, sin saberlo, los que acaban decidiendo a cuánto asciende el tributo.
¿Y en la vida real? ¿Tiene el sumiso financiero algún perfil determinado? En principio, no. La gran mayoría de los sumisos financieros a los que ha sometido son hombres casados y padres de familia. Respecto a su ocupación, hay desde dirigentes de grandes corporaciones hasta curritos con problemas para llegar a fin de mes. Y es que las filias sexuales no entienden de clases sociales.
Vivir de la sumisión
¿Cómo empieza una mujer a convertirse en dómina, y más concretamente en dómina financiera? “Yo he sido muy mandona desde pequeña. Pero fue hace 9 años cuando conocí a un sumiso en un chat que empezó haciéndome pequeños regalos y cada vez iban a más. Me gustó mucho la idea de no pagar por cosas que se me antojasen. Poco a poco, fueron creciendo los sumisos y los regalos. Hasta el punto de que yo vivo de ello”.
Oficialmente, Sonia trabaja en una fábrica. O eso le dice a la gente de su entorno. Su verdadera ocupación sólo la conocen los más íntimos. Entre ellos, su novio. Porque ser findom no está reñido con tener una relación de pareja estable. “Él sabe a lo que me dedico y lo respeta. Pero sí que es cierto que a veces, cuando le digo algo en plan serio, tiene que recordarme: “Eh, eh, que yo no soy tu perrito”. Y a pesar del tiempo, sigue flipando con los regalos que me hacen a veces”.
¿Cuánto puede sacar un Ama financiera? Sonia no quiere hablar de dinero, “por cuestiones fiscales, porque en este mundo hay muchas envidias, porque es una cuestión íntima…”. Pero sí que da algunas pistas: “Leí un reportaje de la BBC sobre findom y hablaban de 1.000 euros al mes. No tienen ni idea. Eso te lo puedes sacar en una tarde. A mí me han asumido deudas de 5.000 euros”. También revela que no hay una temporada alta de sacar dinero, “pero sí que es cierto que en fechas señaladas, como Navidades o mi cumpleaños, les aprieto más”. Sonia cuelga en su web los pantallazos con los extractos de los tributos de sus sumisos. “Me encanta que me digas cosas bonitas como HE COBRADO”, son algunas de las frases con las que acompaña sus capturas.
¿Y esto es así de sencillo? ¿Una mujer pide dinero y el hombre se lo da? Aquí es cuando Sonia se indigna: “Esto no es tan sencillo. Hay un trabajo psicológico importante detrás. Que un tío te pague algo es fácil. Lo difícil es mantenerlo. Que se desespere si no le contestas. Que tenga ansiedad por pagarte regalos. Eso no se consigue enseñando el culo. Mantenerlo requiere de todo un trabajo mental y, como en cualquier trabajo, eso requiere experiencia y profesionalidad. El problema es que ahora hay muchas chicas que se dicen findom. Un hombre que quiere ser sumiso financiero, ve un anuncio, les paga y ya está. Eso sí que sería una estafa. Pero yo aquí ni les robo ni les engaño. Saben a lo que vienen. Y siguen conmigo mucho tiempo. Con uno de ellos llevo nueve años”.
Los zapatos de marca son una de las debilidades de esta dómina valenciana.
Los zapatos de marca son una de las debilidades de esta dómina valenciana. soniara23x.com
A menudo, las esposas de los sumisos financieros descubren el pastel. Es entonces cuando se ponen en contacto con Sonia para pedirle explicaciones, “pero yo nunca discuto con nadie. Es problema de ellos, que son los que se han metido aquí. No es una cosa mía. Ni siquiera les contesto”. También asegura no tener el más mínimo remordimiento. Al final, son ellos los que obtienen lo que piden.
¿Qué opinan los especialistas?
Todo esto tiene una explicación médica. EL ESPAÑOL ha hablado con el sexólogo Raúl Padilla, que empieza aclarando que los sumisos financieros "no tienen un trastorno; es una desviación. Es decir, una práctica que se desvía de la conducta sexual habitual. Trastorno sería si esa persona solamente consigue excitarse con eso, tal vez sí que ya estaríamos hablando de un trastorno".
Padilla enumera las claves que comportarían en placer en este tipo de sumisos: el control y el dolor. Porque en esta modalidad del BDSM, también hay dolor. "Aunque no haya contacto físico, uno de los grandes dolores del ser humano es el económico. Se trata de una pérdida del control sobre algo muy importante para la persona que le produce dolor. Un patrón normal de este tipo de personas es que tienen un trabajo bastante exigente, bien pagado y que exige control. Aquí el placer se basa en la pérdida de este control y en ponerlo en manos de alguien que te está infligiendo un daño".
"Es un tipo de sumisión en el que muy raramente él la va a ver a ella. Perdería el sentido. Ella es algo inalcanzable. Los sumisos financieros suelen buscar a chicas más jóvenes y atractivas que jamás alcanzarían si no fuese por su dinero. Esta persona que siempre ha tenido el control en su vida, está siendo auditado por una persona que él considera superior. De ahí viene la excitación", prosigue Padilla, que apunta otra clave: "El dominado ve en la dominatrix a la persona que le tiene que controlar: casi una figura materna".
Desviación o trastorno, a Sonia no le importa cuál es el motivo que ha llevado a sus sumisos a pagarle todos sus caprichos. Tampoco le ve caducidad. "¿Dejarlo? De momento no me lo planteo, al menos a corto plazo. Me gusta, me divierte y me da dinero. Sí que es cierto que hay días agobiantes. No dejas de tratar con personas y algunas pueden llegar a ser cargantes", reconoce. Pero de momento, ese agobio se le pasa en cuanto su teléfono vibra con una nueva notificación y llega un nuevo ingreso a su cuenta. Ingresos que están provocando la ruina... y el orgasmo de un sumiso.
Fuente: El Español.