Esta mañana estaba pensando en lo bonita que fue mi infancia y en todas aquellas modas pasajeras que eran capaces de hacer que me olvidase completamente de colegio y pasar a estar en un mercadillo, un concurso de piruetas o yo que se. Estoy hablando de las típico que llegó a cada colegio de hijo de vecino: los cromos, los tazos, los gos, las peonzas, los diábolos, las canicas y no se si me dejo algo. Pasaré a dar una pequeña descripción de como afectó mi tierna infancia y de como estas modas han conformado la persona que soy ahora (un cantautor comprometido con la sociedad).
Pensaba analizar cada moda en profundidad, pero solo voy a hablar un poquito de los cromos y como viví el trueque metreque en mi cole.
Una moda recurrente y que nunca perdía fuelle. Todas las ligas tocaba tratar de hacerse con las estrellas cuya cotización estaba por las nubes. Estoy hablando de jugadores como el Chapi Ferrer, Amavisca, Stoickohv (no localizo donde va la "h"), Guardiola (quien te ha visto y quien te ve) o Lubo Penev; los más jovenes del lugar seguramente no sabréis de quien estoy hablando, ya que os perdisteis la época dorada del fútbol. Cada 4 años había un evento de obligado seguimiento por los cromos y donde se metía más pasta y ganas para no dejar los humillantes espacios en blanco, y esto eran los mundiales de fútbol, donde de nuevo también tenías que ir a por las figuras (había más eso sí), y para poder hacerte con una, hoy te desprendías se un cromazo sin pegar, o cambiabas medio áfrica y medio asia por el jugador de tus sueños.
Después también había colecciones de cromos de series y otros menesteres. Especial mención requieren los cromos de Bola de Drac (o Bola de Dragón para los que tuvisteis la desgracia de ver el pésimo doblaje en castellano). Por mis manos recuerdo que también pasaron sin pena ni gloria álbumes de cromos de Tintín, los cazafantasmas y supongo que alguno más.
Podríamos dividir los tipos de jugadores en tres.
En primer lugar, los parecía que sus padres trabajasen en Panini y traían 20 sobres nuevos cada día. Estos eran los únicos capaces de completar la tarea faraónica de completar un álbum. También eran los que más desarrollaban su faceta de fenicio, ya que llevaban un fajo más grande que 5 barajas de poker juntas y podían permitirse el lujo de elucubrar todas las posibles tretas para sonsacar los cromos más valiosos a los más desdichados.
Después estaban los que pillaban sobres de cromos cada fin de semana, cuando acompañaba a su padre al kiosko (la cantidad de cromos dependía del estado de ánimo de su padre). En este caso me englobaba yo. Para los desdichados que estaban situados en esta categoría, completar el álbum era una auténtica quimera. Lo único a lo que aspirábamos era a pillar alguna estrella en algún sobre, y poder darle un poco de valor añadido a nuestra colección.
Finalmente estaban los que sus padres, con buen criterio, les compraban el álbum (que se solía vender a precio de coste), y les compraba un par de sobres y lanzaba a su hijo en un intento vano para completar una cosa repleta de rectángulos. Suerte.
Hasta aquí mi analisis.