La cuestión es que como somos personas normales que no vamos jodiendo a la gente, la posibilidad de que un repartidor nos abra la cabeza con una pala es cero.
Pero encontrarte con un subnormal de éstos de una manera que afecte a tu vida, te va a pasar unas cuantas bastantes veces como mínimo, y si tienes mala suerte, a diario.
La reacción del repartidor fue llamar a tres amigos, de los cuales al menos uno parece estar relacionado con un colectivo neonazi, como es el de los Ultras Sur (dato no verificado), y volver a la casa con un objeto contundente, susceptible de provocar daños irreparables en alguno o varios de los menores de edad allí presentes. Me cuesta pensar que haya sido la primera pelea en la que se ve envuelto alguien de ese perfil.
Así que sí, el riesgo que representa la calaña que va de ese palo es mucho mayor para la sociedad, aunque siempre pagues las pizzas y dejes propina, que es lo que hacemos la gente de bien. Te los puedes cruzar en cualquier pub y, sin saber muy bien por qué, verte de repente metido en un pifostio de cojones.
Desde que hace ya tiempo vi que estas cosas se empezaban a resolver a navajazos y no con cuatro guantazos, derrocho aún más diplomacia que antes. Entre eso y tener bastante claro a qué tipo de antros voy y saber la predisposición de quienes me acompañan para resolver esos encontronazos a su manera, pues aquí seguimos, vivos. Pero me habría gustado que todo fuera más sencillo, la verdad.
En cuanto al otro perfil, el de los críos del chalé, claro que ha sido fácil cruzármelo; pero no que afecte lo más mínimo a mi vida: me pueden comer la polla, hablando rápido. A los hechos me repito, que diría Manquiña:
Hace cuatro años casi exactos, en algún día de noviembre, me denunció en una comisaría de Madrid un pariente, mayor de edad, de Esperanza Aguirre por unos hechos que alguien consideraba que eran constitutivos de un delito que conlleva una pena de seis meses a dos años de prisión. La denuncia ni siquiera fue admitida a trámite y nunca recibí notificación ni requerimiento alguno. Lo supe porque teníamos amigos en común.
Uno puede echarse unas risas sin joderse la vida. Pero hay que ponerle un poco más de ganas y valorarse lo suficiente como para no echar a perder todo tu futuro próximo.