En Estados Unidos toda persona tiene el derecho, garantizado por la constitución, a defenderse de cualquier ataque y, para tal fin, portar armas de fuego. Este principio, basado en la libertad individual, siempre ha arrastrado polémica, porque es como la paradoja del huevo y la gallina: ¿hay más violencia en el país porque la gente lleva armas, o es necesario llevar armas porque los niveles de violencia de por sí ya están por las nubes? Este es un conflicto que, desde la lógica interna de Estados Unidos, se resuelve desde la segunda argumentación, aunque desde otros lugares del mundo donde el tema de las armas lo tenemos férreamente regulado pensemos (gracias a la experiencia, también) que es más bien lo contrario: los símbolos violentos generan violencia real, y sin armas de fuego bajarían los índices de criminalidad.
Esto es algo que tiene claro la fotógrafa holandesa An-Sofie Kesteleyn. Impactada por un suceso trágico en particular, empezó a desarrollar un proyecto documental sobre uno de los aspectos más desconocidos y perturbadores del derecho a portar armas en Estados Unidos: que ese derecho también esté extendido a los niños.
Hay un modelo de rifle llamado Crickett, ligero y de calibre .22, que por su tamaño y su peso está especialmente diseñado para niños de entre 7 y 12 años. Es un rifle que dispara munición real y que puede adquirirse legalmente. An-Sofie Kesteleyn se ha dedicado en los últimos tiempos a recorrer el medio oeste y la zona central de Estados Unidos para encontrar niños que tengan un Crickett y fotografiarles con el arma en las manos en su entorno más privado, sus habitaciones, siempre con el permiso de sus padres (imaginamos que orgullosos de ver a sus niños posar con una escopeta). Además de tomarles el retrato, Kesteleyn pedía a los niños una dedicatoria, un folio escrito en el que expresaban cuál era su mayor miedo, el que les motivaba a llevar armas: zombis, dinosaurios, tiburones, osos…
Los padres, que suelen ser quienes regalan estos rifles a sus hijos, defienden la idea de que cuanto antes se familiaricen estas criaturas con el uso de armas de fuego, mejor sabrán velar por su propia seguridad en el futuro. Ese aprendizaje, sin embargo, supone poner un arma mortal en manos de críos que están aún muy lejos de la madurez psicológica. Para ellos no deja de ser otro juguete, pero uno que dispara balas de verdad.
Este es el resultado del trabajo, de una materialización estética excelente, y con un contenido altamente perturbador.
Vía: playgroundmag