"Pues a mi me trata de puta madre todo el mundo"
Me encanta tu respuesta, viene muy bien para adjuntar a este articulo de Luis del Pino de hoy, quizas te reconozcas...
"Un fantasma recorre España: el fantasma del nacional-socialismo. Como sucedió con el ascenso de su predecesor alemán, la conquista de todos los resortes del poder y del lenguaje ha venido realizándose de manera paulatina, sin que la sociedad reaccionara.
En la Alemania nazi, las leyes que obligaban a los judíos a llevar en la ropa una estrella de David no fueron un comienzo, sino un final: el final de un proceso en el que previamente se había inculcado en la sociedad la doctrina de que el judío no era un alemán, ni siquiera un ser humano. El genocidio culminado en las cámaras de gas no hubiera sido posible si esa sociedad envilecida no hubiera aceptado previamente la violencia selectiva, no hubiera interiorizado la propaganda nazi y no hubiera aceptado sin reaccionar la repulsiva tesis de que los judíos eran un enemigo del pueblo, un cáncer que había que extirpar. Y contra el que todo valía.
Se equivocan quienes piensen que las muestras crecientes de violencia contra los no-nacionalistas en Cataluña provocarán necesariamente una reacción en defensa de los agredidos. Puede ser justo lo contrario, tal como la experiencia nazi nos muestra. La violencia gradual, dirigida y selectiva (las pintadas insultantes, la destrucción de los comercios de judíos, las palizas) fue en sí misma un instrumento que los nazis emplearon de forma eficacísima precisamente para separar a los judíos del conjunto del cuerpo social.
Porque el ser humano es cobarde por instinto y la visión de las agresiones despierta en él, lo primero, un sentimiento de alivio por no ser él el agredido. Vencer la cobardía instintiva y rebelarse contra la injusticia y contra las agresiones requiere un esfuerzo consciente y voluntario. Y no todas las sociedades son capaces de ese esfuerzo.
La sociedad alemana, que no quiso parar aquel crescendo de violencia selectiva, fue así aceptando de manera inconsciente la tesis nazi de que el judío era diferente a los demás alemanes: "debe de ser verdad que no son como nosotros, porque ellos suscitan un rechazo que nosotros no suscitamos". Está claro cuál es el siguiente paso del discurso: "si ellos despiertan rechazo, será porque poseen alguna cualidad que provoca ese rechazo". A partir de ahí, aceptar que el judío era no-humano era sólo cuestión de tiempo.
Anteayer, los escuadrones gangsteriles del nacional-socialismo catalán volvieron a agredir a militantes y dirigentes del PP que celebraban un mitin, mientras buena parte de la sociedad catalana mira para otro lado y piensa: "está claro que no son catalanes como nosotros, porque ellos suscitan el rechazo de algunos catalanes y nosotros no".
Pero no es sólo la sociedad catalana la que ha aceptado el envilecimiento, sino también buena parte de la izquierda española. Zapatero se encargó también anteayer de hacerlo explícito de la forma más miserable posible: "Yo me siento muy a gusto en Cataluña, a diferencia de otros dirigentes". Otros dirigentes, parece sugerir, que son los que tienen la culpa, porque en realidad forman parte de un cáncer social que hay que extirpar: son los otros, los no-catalanes, los no-demócratas, los no-humanos. En definitiva: los del PP, contra los que todo vale. Zapatero dejó claro con sus palabras, de forma muy cruda, que continuará permitiendo las pintadas amenazantes, los ataques a sedes y las agresiones físicas contra el PP y contra los no nacionalistas en general, ataques que irán en aumento a menos que la sociedad catalana, y la sociedad española en su conjunto, reaccionen.
La violencia nacionalista-socialista avanza de manera impune, en un proceso gradual que recuerda mucho, demasiado, al ascenso del nazismo. El proceso que estamos viviendo tiene, incluso, su propio incendio del Reichstag: los trenes reventados del 11-M.
Aunque aún queda una oportunidad para parar a la bestia, si la sociedad es capaz de rebelarse contra los violentos y de abominar de esa calculada estrategia de violencia selectiva. Zapatero debe abandonar el poder antes de que sea demasiado tarde para una izquierda cuya inmersión en el pozo de la ruindad es ya casi irreversible."