Ayer estaba dando un paseo con mi pareja y me encontré en la calle Esgueva en el centro de Valladolid, un bar que no conocía y que me resultó curtido debido a su nombre ¿Quién leches pone "El niño perdido" como nombre de un bar? Pues resulta que hay una historia detrás. Una historia que se remonta a hace unos 500 años aproximadamente.
Así que queridos usuarios de mediavida, embarques en la nave del misterio y veamos esta historia. Una historia de misterio propia de iker Jiménez.
En el interior del museo Vallisoletano Palacio de Fabio Nelli se encuentra un objeto con una historia tan terrible como increíble, el conocido como “Sillón del Diablo”.
La historia transcurre en el siglo XVI, cuando un conocido médico de la época, Alfonso Rodríguez de Guevara (1520-1587) se traslada a Valladolid para impartir un largo curso de 20 meses sobre anatomía, curso que atraería a médicos y estudiantes de todo el país. Hay que destacar que hasta entonces la anatomía era una práctica prohibida por la inquisición, a raíz del permiso obtenido para realizar dicho curso se estableció en Valladolid la primera cátedra sobre anatomía de España.
Este curso se impartió en una sala acondicionada a tal efecto dentro del desaparecido Hospital de la Resurrección que se encontraba en la famosa Acera de Recoletos, frente a la actual Plaza de Zorrilla y que comprendía toda la manzana hasta donde se encuentra la Casa de Cervantes. Resulta paradójico realizar un curso de anatomía en un hospital llamado Resurrección.
Uno de estos estudiantes era el portugués de 22 años llamado Andrés de Proaza, un estudiante licenciado en la escuela de medicina de Valladolid, apasionado u obsesionado podríamos decir por el mundo de la anatomía en el que muy pronto empezó a llamar la atención por sus dotes y sus conocimientos en la materia. Andrés se pasaba interminables horas en su estudio situado en el sótano de su casa.
Durante los primeros 9 meses del curso se denunció la desaparición de un niño de 9 años al que se había visto por última vez cerca de la casa donde vivía el joven estudiante. En un principio nadie sospechó del joven Andrés de Proaza hasta que varios vecinos dieron testimonio de los llantos y sollozos que provenían del sótano de la casa del portugués. Las sospechas se fundamentaron mucho más cuando varios testigos presenciaron como el agua que salía del desagüe del sótano y desembocaba en una de las ramificaciones del río Esgueva estaba teñida de color rojizo.
La casa de este estudiante se encontraba en la calle Esgueva de la capital Vallisoletana por donde antiguamente discurría el río Esgueva hasta que fue desviado por su emplazamiento actual.
Fue entonces cuando las autoridades ordenaron el registro de la vivienda del joven estudiante y lo que allí se encontraron fue un espectáculo tan terrorífico y dantesco que hasta para las mentes más perturbadas sería difícil de soportar. Sobre una ruda mesa de madera se encontraba el cuerpo descuartizado del pequeño desaparecido, la casa estaba repleta de material médico y había una gran cantidad de restos de animales despedazados.
En la actualidad, este sótano lo ocupa un bar de la ciudad que se llama curiosamente “Niño Perdido”.
En sus declaraciones Andrés de Proaza dijo sentirse obligado a practicar la vivisección con el fin de llevar a cabo sus estudios fisiológicos. El Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición llevó a Andrés a juicio donde, para asombro y desconcierto de los asistentes el joven portugués explicó que un hombre de Navarra dedicado a la Nigromancia le había entregado un sillón maldito, un sillón confeccionado por el mismísimo Satanás. Cuando se sentaba en este sillón Andrés podía contactar con el diablo, quien le obsequiaba con la sabiduría medicinal que él utilizaba a posteriori para desarrollar y practicar en sus estudios de anatomía. El joven Andrés de Proaza terminaría siendo condenado a morir públicamente en la horca no sin antes lanzar una advertencia:
Sólo. Aquellos que tengan altos conocimientos medicinales podrán sentarse en el sillón maldito, quien se siente tres veces en el sillón sin tener dichos conocimientos, morirá. Y todo aquel que intente destruirlo perecera en el intento.
Tras la ejecución de Andrés todas sus pertenencias fueron subastadas, incluido el famoso sillón y aunque todo el mundo tomó al joven Andrés como un loco nadie se atrevió a hacerse con sus bienes, que finalmente terminaron en los almacenes de la Universidad de Valladolid.
Con el paso de los años la macabra historia y la maldición del sillón parecieron caer en el olvido hasta que un buen día, un bedel de la universidad encontró el viejo sillón y decidió llevárselo a su pequeña sala para utilizarlo en sus descansos diarios. Al tercer día como reza la advertencia del malogrado Andrés, el bedel apareció muerto sentado sobre el sillón. La aparente muerte natural del bedel hizo que nadie sospechase del sillón maldito y se procedió a la contratación de un nuevo bedel, quien apareció muerto a los tres días de ocupar su puesto.
Fue entonces cuando alguien se dio cuenta de que el sillón que estaban utilizando los bedeles era objeto de una macabra historia. Así pues se revisó el pasado del sillón constatando no solo el origen de la muerte de los bedeles, si no que el poder maléfico del sillón parecía ser cierto.
El miedo hacia este objeto se hizo palpable y el sillón terminó por ser condenado a estar boca abajo en el techo de la capilla de la Antigua Universidad de Valladolid de forma que nadie pudiese sentarse en el. Hoy en día este objeto puede verse en la sala XIV sobre mobiliario de la alta edad media en el Museo Palacio de Fabio Nelli de Valladolid donde quizá, alguien caiga en la tentación de probar a sentarse ¿Te atreves?
La historia la saque de esta web, así que todos los créditos son suyos.
https://quaerendo-invenietis.com/2014/11/06/el-sillon-del-diablo-conexion-diabolica/