Lo pondré en política, para por si.
Dejo este maravilloso artículo de investigación (XD) en el que se da cuenta como la juventud ha evolucionado en el facherío. Ahora ser fachilla es cool, es rebelde, es lo más. A los niños de hoy en día les mola ir en contra de los DDHH.
Por favor, leedlo, porque no tiene desperdicio.
¿Qué opina nuestro querido foro? ¿Ha notado MV una tendencia hacia la misoginia, LGTBfobia, racismo etcétera? ¿A qué puede deberse que los niños de ahora te salgan refacheros? ¿Es Pepe una amenaza real?
Desde el curso pasado se nota mucho más en los institutos porque tiene que ver con el desamparo a raíz de la pandemia y de la crisis", valora Eugenia Monroy, profesora de Secundaria en un instituto del sur de Madrid y una de las personas más activas a la hora de denunciar esta situación. Imparte clase en centros "con hijos de la clase trabajadora que vienen de familias en muchos casos desestructuradas", y, para ella, la clave es "que antes había pudor en presentar actitudes que iban en contra de los derechos humanos; ahora no, ahora hay orgullo. Ahora, ser rebelde es ser reaccionario".
Marta* (nombre ficticio) es madre de una niña de Gijón que lleva sufriendo acoso escolar por parte de sus compañeros desde los cuatro años. Ahora va a un instituto que define como "pijo bajo, profesionales con buenos sueldos, pero que no podrían aguantar tres meses sin trabajo" y la situación es peor, un caldo de cultivo donde "se están creando auténticos fascistas". "Ahora se centra en tres ejes: desde lo de Cataluña, el rollo del nacionalismo español es horrible; la reacción antifeminista, porque muchos se sienten atacados por el feminismo, y el machaque neoliberal que llevan teniendo desde que son pequeños. Están enfermos de competitividad y neoliberalismo".
Manuel Rodríguez, de Cámara Cívica, es politólogo y uno de los impulsores de Hateblockers, una iniciativa para frenar "la curva del odio" en colegios e institutos. Coincide en el diagnóstico que ha visto en los institutos en los que trabaja: "Lo guay ahora es ser facha".
Para Monroy, el principal frente de batalla de los jóvenes que adoptan estas actitudes es la lucha antifeminista y anti-LGTBI. Ella misma vio cómo este año un grupo de estudiantes boicoteó en el centro en el que trabajaba la celebración del 8M, portando banderas de España y haciendo sonar el ‘Cara al sol’. “Lo que veo hablando con ellos es que hay un desamparo entre los varones que se manifiestan como heterosexuales que les lleva a buscar una comunidad en el antialgo”, explica la profesora. “Se sienten muy atacados y muy débiles desde la ola del feminismo de 2018 y 2019, dicen que están en contra del maltrato a las mujeres y de los violadores, pero no ven relación entre los micromachismos y la violencia. Se preguntan: ‘¿Pero yo qué he hecho?”. Solano coincide en que "son especialmente beligerantes con las acciones contra la homofobia o lgtifobia en general, ante las que exhiben la bandera española como contraste". Monroy tiene claro que el principal eje es el de la masculinidad y la lucha feminista, que ha generado una brecha. "Se sienten atacados por el feminismo y el mundo LGTBI+, porque ellos piensan que parece que ahora ser heterosexual sin más es lo peor que puedes ser, que está mejor tener cualquier otra preferencia o identidad de género”, razona. “Se sienten acorralados y confusos, se les dice que tiene que tener otro rol, pero no saben cuál”.
Padres y profesores también apuntan a que algunos profesores han salido del armario (ideológico). Marta explica, por ejemplo, que "el profesor facha enrollado ahora cree que tiene el campo abierto, esa gente existía antes, pero se cortaba un pelo". La madre lamenta que la mera presencia de un profesor que dé pábulo a ideas xenófobas o machistas puede acabar con el trabajo del resto de compañeros. "Siempre ha habido profesores de derechas, pero ahora creen que tienen que combatir el pensamiento 'woke", explica. "Si hay cinco niños 'fachas' en clase y no se cortan, basta con que uno les siga la corriente para que se sientan reforzados".
"A veces, cuando institucionalizas una actividad para darle importancia, les termina sonando como algo carca, como el Día de la Constitución; a muchos les dan igual las actividades por el 8M", valora Rodríguez. Las alternativas que propone Cámara Cívica pasan por crear pequeños "espacios de socialización en lo cotidiano", con asociaciones juveniles y colegios, a través de juegos de cartas que presentan dilemas morales a los estudiantes que tienen que resolver para identificar sus propios discursos de odio y los bulos en los que se apoyan. "Estamos hablando de gente que generacionalmente está muy mal, tenemos un problema de salud mental muy profundo y, sobre todo, extendido, que no se está explicitando fuera de los que trabajamos con ellos", concluye Monroy. "En su casa han perdido muchísimo: padres que trabajaban en negro y que se quedaron sin empleo y sin ingresos en el confinamiento, que se han tenido que ir a otro país… Están muy mal y se tienen que agarrar a algo. Viene de un dolor de la descomposición de la estructura social".