Si, esa extraña “clase” de honrados trabajadores, que te hacen un servicio que no has pedido y te reclaman una paga que no se han ganado. Vamos, como todo cristo.
Lo de ayer tarde me ha resultado realmente curioso, de hasta que punto se puede tener cara.
Acababa de llegar a Lugo después de un viaje de unos 20 minutos desde donde vivo, de traer a mi padre al hospital a ver a mi abuela, y así de paso le hacía yo una visita.
Al llegar a la zona, lo de todos los sitios, intenta tú encontrar un sitio libre para aparcar que no sea en la dichosa zona azul. Después de dar un par de vueltas al complejo, se nos echan encima literalmente dos sujetos, de unos 17/19 años, con unas pintas de quinquis de la hostia, uno de ellos situándose enfrente del coche y el otro en una calle contigua, entre vigilando y parando por si venía algún otro conductor. Con un desfile de gestos digno del mejor mimo de la ciudad, parece que nos pide que le sigamos para encontrar un sitio. Les pido (a gestos también, bastante cómicos por cierto) que me dejen pasar porque maldita la gracia que me hace que me busquen un simple sitio que ya se encontrar yo. Nada, sigue pasando de mí y haciendo gestos, con toda la pesadez del mundo delante del coche sin dejarnos pasar. Bocinazo por mi parte.
A todo eso , mi padre, que entre el cansancio, la prisa y la preocupación que llevaba encima no tenía precisamente buena cara, me agarra el volante y me dice:
“Tú dale al coche y vete por el lado” mientras hace un par de gestos con el brazo. Con esto parece que al fin se aparta.
Al cabo de la visita se vuelve mi madre conmigo. Estamos bajando y me dice que vaya cogiendo yo el coche mientras ella va por algo de comer, y que la pille en la entrada del hospital. Dicho y hecho, agarro todo feliz con el coche, cuando justo al llegar a la entrada me para el compañero del pesado de antes. Otra vez la misma pantomima de gestos e indicaciones inútiles hasta que, de repente, el otro se acerca al que me estaba parando y le dice algo en el oído. Entonces comprendí que se había quedado con mi coche y estaba cabreado. En ese momento cierro las puertas disimuladamente con el codo. El grande (el que aparentaba unos 19 años) se acerca a mí y le pega con la mano abierta al capó del coche, mientras el pequeñito hacía una especie de baile tribal típico, o reguetón, o simplemente hacía el imbécil. En el momento de la ostia al coche(algo acojonado andaba yo de aquella) agarro el móvil y les grito algo así como: “ Que tengo, que llamar a la poli –inserteaquíuninsultoramdom-???“.
Justo cuando el pequeño, que por cierto no tenía ni media hostia (o lo aparentaba) parecía encararse y venir a abrirme la puerta, afortunadamente aparece por la esquina un coche de la nacional. Los dos se dan cuenta de la situación (valientes cobardes) y agarran a correr por patas calle abajo, mientras yo seguía cagándome en sus reputísimos muertos. El coche patrulla se acerca a mí, se baja un policía y me pregunta que si me andaban molestando. Le cuento lo sucedido y me responde: “bah, a ver si los pillamos, que estamos seguido espantando a estos de aquí”.
No dejo de pensar que los muy niñatos quizás se hayan puesto así porque en aquel momento no estaba mi padre al lado, y que quizás haya tenido bastante suerte de que no hubiesen buscado el coche anteriormente y pinchado alguna rueda, porque ya era lo que faltaba para completar el día.
Y sobre todo, de que me acabo de librar de una buena discusión con los dos desgraciados gracias a que apareció aquel coche patrulla por ahí.
Y todo esto al lado de un puto hospital, en una ciudad pequeñita y muy tranquila.
Manda huevos.
PD: Si, escribo este tocho para cagarme en las respectivas madres que los parió y llorar un poco.
PPD: El pequeño, como digo, aparentaba estar más tirillas que yo (es decir, mucho), por lo que seguramente le habría podido dar 2 buenos guantazos. Del mayor ya no sé.
PPPD: O quizás si les sacara el nabo de 25 cm acabábamos antes.