El líder polaco y el húngaro se alían para “reformar los tratados de la UE”
Durante una cumbre económica en Krynica, al sur de Polonia, donde Orbán fue vitoreado como el “hombre del año” por su “aportación a la política de la Europa del Este”, su anfitrión y admirador Jaroslaw Kaczynski, líder del partido nacionalista Ley y Justicia y caudillo del régimen polaco, se ofrecieron un baño de recíprocos elogios y autocomplacencia por su compartida ambición de reformar Europa de acuerdo al espíritu nacionalista.
“Europa necesita una contrarrevolución cultural, no podemos renunciar a la identidad nacional. La integración europea sin identidad es imposible”, anunciaba Jaroslaw Kaczynski. “Para mí esto suena como música”, respondía efusivo el jefe del Gobierno húngaro. “El Brexit ofrece una gran oportunidad para esta contrarrevolución. Debemos afirmar que los valores nacionales y religiosos son importantes y debemos defenderlos. Los británicos han dicho que quieren ser británicos. Mientras tanto, la elite europea, quienes deciden, los políticos, especialistas, medios de difusión, han venido creyendo que es preciso suprimir nuestras identidades nacionales. Los inmigrantes pueden desplazar a los habitantes oriundos de Europa”, continuaba Orbán.
La política del Gobierno polaco en los últimos diez meses, nacionalista al rechazar responsabilidades y principios de la Europa común –entre ellos repartir la carga de cientos de miles de refugiados– y autoritaria al atentar contra la autonomía del poder judicial y, en general, la democracia liberal, ha merecido críticas de parte de instituciones europeas y ha marginado a Polonia en Europa. Semejantes críticas, y por parecidos motivos, recibió antes el régimen húngaro de Viktor Orbán.
Con esas ofensivas salidas de tono, como las que acostumbra a reiterar el líder nacionalista polaco, la reputación y el papel político de Polonia sólo pueden sufrir más deterioro en la Europa que busca unir fuerzas para superar las crisis que la acosan. Los líderes de Polonia y Hungría, sin embargo, no parecen perder el temple, se congratulan de su alianza y anuncian que buscarán reformas en la Unión Europea.
De hecho la jefa formal del Gobierno polaco, Beata Szydlo, y su ministro de Exteriores salieron ayer a confirmar que Polonia propondría en la próxima cumbre de la UE en Bratislava reformar las estructuras europeas y hasta reescribir los tratados. “En la UE nos tratan como a jefes de gobierno insumisos, pero al final nosotros acabamos teniendo razón –dijo la premier–. Queremos que los parlamentos nacionales tengan más peso, que la Comisión Europea deje de hacer política, de entrometerse en asuntos internos de los países miembros. Propondremos un debate para reformar los tratados europeos”.
La semana que viene el Parlamento Europeo votará una resolución que censura los atentados del Gobierno polaco al Estado de derecho y el poder judicial, al suprimir el Tribunal Constitucional. El Gobierno polaco rechaza las críticas y desoye las recomendaciones de enmienda formuladas desde hace algunos meses por la Comisión.
Es ciertamente irónico que que los países que con más ahinco defienden los valores tradicionales de la civilización europea sean los que vivieron sometidos al yugo comunista soviético, Hungría, Polonia, Rumanía, Rep. Checa, Serbia, Croacia... si, los que algunos consideran europeos de segunda son los únicos que tienen interés en librar a Europa de la tiranía progresista cuyo objetivo es convertir nuestro continente en un satélite de Arabia.
Vuestra lucha es admirable y pronto seremos más.