Imaginad que os la sudara. Imaginad vivir en un bucle infinito de hastío y pereza inducida por una inyección proporcionada por un médico.
Imaginad una vida sin pasión alguna. Moverse del punto A al punto B solo por huir del agobio de permanecer demasiado tiempo en el mismo lugar.
Sin rumbo, sin destino.
Un cigarro más como única razón para restarle segundos al blister de la vida. Otra pastilla mas. Otra pastilla de un tratamiento que no llega a su fin. Imaginad que tratáis de explicaros, pero nadie os logra entender. Como un sordomudo hablando con señas a una persona que desconoce su idioma. Retozad en la impotencia un rato.
Pensad que de vosotros mismos que sois escoria, a pesar de la inducción involuntaria de vuestro estado. Sois una lacra social de la que todo el mundo quiere desprenderse como de la baba lamigosa de un perro pegada a la piel.
Pensad en un mundo de infinitas posibilidades donde vuestro bucle de A a B os mantiene atados al 0 y la culpabilidad producida por no saber aprovecharlo os provoca la necesidad de invadir vuestros pulmones con mas alquitrán.
Sois literalmente un vegetal no arraigado al suelo. Todo lo que os importa pasa de largo como el viento entre las hojas. Todo lo que no queréis que suceda, acaba sucediendo y lo que queréis que suceda nunca pasa.
En la vida como un barco a la deriva, llenándose de agujeros poco a poco, cada ola trata de sacaros del juego. Un juego en el que nunca se ve tierra y solo hay barcos enemigos. Un juego en el que vuestra cabeza os implora rendiros antes de empezar cada batalla.
La pregunta es: ¿Querríais seguir viviendo?