¿Podremos llegar a vivir más de 400 años?
Un nuevo descubrimiento podría multiplicar hasta por seis veces la extensión normal de la vida de un organismo, así como a prevenir muchos tipos de cánceres.
Un experimento contra-intuitivo ha resultado en una de las más prolongadas extensiones al período vital de un organismo que jamás se haya registrado, y abrió una nueva puerta para la investigación anti-envejecimiento en los seres humanos.
Valter Longo, profesor asistente en la Escuela de Gerontología Leonard Davis y en el Colegio de Letras, Artes y Ciencias de la USC, fue el autor principal del estudio.
Crédito: USC
Los científicos han sabido por largo tiempo que una copia extra del gen SIR2 puede promover la longevidad en la levadura, los gusanos y las moscas de la fruta.
Ese hallazgo fue cubierto ampliamente e incorporado a los programas de desarrollo de drogas anti-envejecimiento de varias compañías biotecnológicas.
Ahora, los geneticistas moleculares de la Universidad de California del Sur (USC = University of Southern California) sugieren que, en realidad, el SIR2 promueve el envejecimiento.
Su estudio, titulado “SIR2 Blocks Extreme Life-Span Extension” (“El SIR2 bloquea la extensión extrema de los períodos vitales”) aparece en la edición del 18 de noviembre de la revista biológica Cell (Célula). El autor principal es Valter Longo, profesor asistente en la Escuela de Gerontología Leonard Davis y en el Colegio de Letras, Artes y Ciencias de la USC.
En lugar de agregar copias de SIR2 a la levadura, el grupo de investigación de Longo eliminó totalmente al gen.
El resultado fue un período vital tremendamente extendido (hasta seis veces más prolongado que el normal) cuando la eliminación del SIR2 fue combinada con la restricción de calorías y/o con la mutación de uno o dos genes, los llamados RAS2 y SCH9, que controlan el almacenamiento de los nutrientes y la resistencia al daño celular.
Células humanas con actividad reducida del SIR2 parecen confirmar también que este gen tiene un efecto pro-envejecimiento, dijo Longo, aunque esos resultados no están incluidos en el artículo “Célula”.
Como todos los mamíferos comparten genes clave relacionados con el envejecimiento, el artículo apunta a una nueva dirección en la investigación del anti-envejecimiento humano.
Longo propone que el SIR2, y probablemente su contraparte en los mamíferos, el SIRT1, puede bloquear la entrada del organismo a un modo de supervivencia extrema caracterizado por la ausencia de reproducción, reparación mejorada del ADN y protección incrementada contra el daño celular. Normalmente, los organismos ingresan a este modo en respuesta a la inanición.
Los organismos de vida prolongada en el experimento de Longo mostraron una resistencia extraordinaria bajo estrés.
“Los golpeamos con oxidantes, con calor…”, dijo Longo. “Son altamente resistentes a todo. Lo que estamos haciendo básicamente es decir: “No puedo permitirme envejecer. Todavía tengo que generar descendencia, pero por ahora no tengo suficiente alimento como para hacerlo”.
Longo predijo que cuando los geneticistas moleculares dominen las palancas del envejecimiento, podrán diseñar drogas que tienten al cuerpo para que entre en aspectos escogidos de un modo de respuesta a la inanición, tales como la resistencia al estrés, aún cuando haya abundancia de alimento.
Si hubiera suficiente alimento disponible, un organismo podría ser programado tanto para reproducirse normalmente como para maximizar sus sistemas de supervivencia.
Longo sugirió cautela en la extrapolación de estos resultados a los humanos.
“Hemos tenido un gran éxito con organismos simples”, dijo. “Naturalmente, los mamíferos son complejos, y significará un gran reto la consecución de una gran extensión del período vital”.
Una inferencia “realmente apasionante”, dijo Longo, es que las células pueden ser capaces de acelerar sus esfuerzos de reparación del ADN. Todos los organismos tienen la habilidad de reparar las mutaciones dañinas en su ADN, ya sea ésta causada por la edad, la radiación, la dieta, u otros factores ambientales. A menudo, el cáncer comienza cuando las mutaciones del ADN superan la habilidad de una célula para permanecer diferenciada.
Muchos investigadores creen que los sistemas de reparación del ADN ya están trabajando al límite. Los organismos del experimento de Longo opinan otra cosa.
“En nuestro artículo, demostramos que las mutaciones dependientes de la edad aumentan a un ritmo mucho más lento en organismos que carecen de RAS2 o de SCH9, y a un ritmo notablemente mucho más lento en organismos que carecen de los dos, ofreciendo la posibilidad de que las mutaciones que causan los cánceres humanos puedan ser retrasadas o impedidas”, dijo Longo.
“Notablemente, las mutaciones que incrementan la actividad de los homólogos humanos de los genes SCH9 y RAS2 de la levadura juegan papeles centrales en muchos cánceres humanos”. Los homólogos son genes que descienden de una secuencia ancestral común de ADN.
Unido a investigadores del Centro Comprensivo de Cáncer Norris de la USC, Longo está estudiando la posibilidad de prevenir las mutaciones del ADN dependientes de la edad y que causan cáncer.
Longo y sus colaboradores comenzaron a estudiar el SIR2 en el año 2000, poco después de que Leonard Guarente llevara a cabo un bien conocido conjunto de experimentos en el Instituto de Tecnología de Massachusetts. Guarente fue el primero en demostrar que la sobre-expresión del gen SIR2 podía extender el período vital más allá de su límite natural.
Sin embargo, dijo Longo, “Estábamos convencidos de que el SIR2 tenía el potencial de ser un gen más fuertemente pro-envejecimiento que anti-envejecimiento. Y la razón era en parte a causa de la similitud con otro gen, llamado HST1, que regulaba negativamente los así llamados genes protectores. De modo que decidimos comprobar si SIR2 podía causar exactamente lo opuesto a lo que todos decían que hacía”.
Los investigadores no discuten el hallazgo de Guarente sobre un aumento moderado del período vital cuando SIR2 se encuentra sobre-expresado. Pero su trabajo demuestra que beneficios potenciales muy superiores podrían encontrarse en la dirección opuesta.
Una de las co-autoras del artículo fue la científica de investigación de USC Paola Fabrizio. Los otros autores de USC fueron Cristina Gattazzo, Luisa Battistella, Min Wei, Chao Cheng y Kristen McGrew.
La financiación de esta investigación provino de la Federación Americana para la Investigación sobre el Envejecimiento y del Instituto Nacional de Envejecimiento, de los Institutos Nacionales de Salud.