O lo intento.
Después del “éxito” del post “Atlántida para Dummies”, os traigo lo que podría definirse como una nueva entrega. Que no es así. Simplemente me gusta escribir, en el foro de libros lo saben, y cuando me aburra, lea cosas interesantes y tenga un hueco libre, escribiré, si me apetece.
Es esta edición vamos a hablar de Nícolas Flamel, o a quien J. K. Rowling le debe mucho por ser más rica que la Reina de Inglaterra, al menos años atrás. O eso leí.
¿Quién es este hombre?
Se dice de Nicolas Flamel (Nico, a partir de ahora) que pudo nacer en Pontoise, que no tengo ni idea de dónde quedará, sobre el año 1330, aprox. Corría la Europa del siglo XIV y él y su familia eran tan pobre tan pobres que tenían que fotocopiar los libros de texto. El caso es que eran pobres de narices y Nico no sabía ni leer ni escribir, es decir: un partidazo de hombre. Pero, los caminos del Señor son inescrutables y de alguna forma Nico aprendió a escribir y a leer, tanto, que el primer trabajo que se le ha documentado es el de escritor público, algo que era necesario y muy valorado en una Europa similar a la España actual: analfabeta.
Pasaron los años y Nico se mudó a París, en la calle Saint Jacques y empezó a ejercer de librero jurado. Dicen que era bueno de cojones en lo suyo.
¿Y eso de la piedra filosofal? ¿Se la dio Hagrid?
No tan rápido. Mi madre me dice muchas noches: “de cenas y avicenas están las sepulturas llenas”, cuando ve que me voy a colar. Y por lo que se ve, nuestro amigo Nico no conocía este refrán y en una de esas noches en que sabes que te va a costar vivir un poco más, después de cenar, nuestro amigo se acostó. Se comenta, se rumorea, que se le apareció un ángel en sueños con un libro escrito en extraños caracteres, similares al élfico, que no pudo descifrar.
A los pocos días, Nico, con la copiosa digestión ya hecha, y mientras estaba en su trabajo de librero, haciendo lo que hace un librero: leer a Bukowski, recibió la visita de un hombre que quería vender un extraño libro porque necesitaba la pasta. El libro se llamaba “El libro de Abraham el judío” (seguramente acabaría quemado en la época nazi). El caso es que Nico se quedó mirando al hombre y vio que se parecía al ángel de sus sueños, y se dijo a sí mismo: “¡qué coño!”. En la fumada que llevaba encima pensó que aquel libro escondería los secretos de la naturaleza, el destino y del mundo. Casi na’.
Aun así, Nico era más torpe que un cani un sábado por la noche y no entendía el libro. Era complejo y necesitaba de más conocimiento. Esto le llevó a viajar por España e Italia, donde se puso a subir su nivel de alquimia al más puro estilo “Skyrim”. Y cuando llegó a 100 se dice que ya era capaz de transforma el mercurio en oro. Al menos en cantidades pequeñas.
¡¿Y LA PIEDRA?!
La piedra es un tema raro. Como he dicho arriba, Nico venía de una familia pobre y su educación primaria era casi nula. Pero después del incidente del libro se sabe que fue poeta, pintor, matemático y alquimista, como hemos dicho. Y con el paso del tiempo, sin comerlo ni beberlo, el amigo se hizo multimillonario. Tenía dinero para enterrar o acabar el estadio inacabado del Valencia, al menos. Todo esto entenderéis que hubiera cabreado mucho a la Hacienda de la época al ser un mero librero jurado que no tenía donde caerse muerto. Pero él y su mujer Perenelle tenían pasta. Mucha. Es más, está archivado en documentos (no me preguntéis cuáles que no tengo ni idea) donde se dice que se gastaron una ingente cantidad de dinero en construir hospitales, ayudar a los pobres y a la Iglesia. Nico también se sentía un poco el Rafa Mora de la época, porque repartía retratos y estatuas suyas por doquier. Lo que viene a ser las fotos de Angelina con niños pobres.
Y llegamos a la piedra. Se sabe relativamente poco, sólo que en su libro “El libro de las Figuras Jeroglíficas” se ha dicho que está oculto el proceso que permite logar lo que muchos han llamado la Gran Obra, o lo que Harry Potter buscaba: la piedra filosofal.
Destacar que tenía tantísimo dinero que hasta el rey Carlos VI de Francia le contrató para suministrar oro a la reserva monetaria del reino. Eso, junto con las estatuas y su alto status social, le hizo ser muy popular y respetado en París.
ENTRAMOS EN LA NAVE DEL MISTERIO
Tras su “muerte” en 1418 fue “enterrado” en Saint-Jacques-La Boucherie. J. Sadoul fue un escritor que se ocupó de la vida de Flamel y afirma que se encontró con un viajero francés llamado Paul Lucas, este le contó de una de sus aventuras por Asia, donde dice que habló con Barnus-Bachi, a saber, un uzbeco que sabía filosofía hermética; éste le dijo que los grandes filósofos podía vivir mil años. El viajero citó a Flamel y le habló de su muerte, pero Barnus-Bachi se echó a reir. Cuando el viajero le preguntó por qué lo hacía, nuestro amigo Barnus dijo textualmente: “No, no. Usted se equivoca. Flamel vive todavía; ni él ni su mujer saben aun lo que es la muerte. Hace tres años escasos los dejé a ambos en la India; es uno de mis mejores amigos.”
Acto seguido dijo: "¿qué, cómo te has quedado?" Y le invitó a un postre típico uzbeco.
¿Realidad? ¿Magia?