Rusia invade Ucrania. Hilo general

Un poco Offtopic: Por cierto para los 'equidistantes' con el relato de 'hay mas guerras' os dejo otra guerra de la que ni vosotros hablais porque se ve a leguas que solo os habeis aprendido el tuit del BOT de turno para repetirlo como loros porque solo quereis repartir moralismo y os la suda la gente, que hay mas guerras no solo en el Yemen y Palestina

#50763 Le informan los chavales de su Instituto hahahahah madre mia Julian que puto subnormal, y pensar que da clases a una puta calle de mi facultad...igual un dia le hago una visita con el batallon Rio del Segura

#50768 si acierta como con la invasión vamos camino del resurgimiento del imperio español.

#50779 Pero que innoven un poco o algo, nose... sera por mierdas que tiene UKR, como para hablar siempre de lo mismo, pueden hablar de conflicto territorial de los Karpatos, de la corrupción infinita, del intento de ''''desprestigiar'''' los simbolos de la victoria sovietica en 1945...pero es todo nazi, azov,azov,nazi,otan

No se pelien

Salgo de Cracovia en una mañana soleada y fría. Voy de vacío: a estas alturas, ya se ocupan las ONG del avituallamiento. Hacia las dos de la tarde llego a las inmediaciones de Medyka. "Aquello es como Disneylandia", me decía un amigo. "Están los reporteros, las cámaras, ves a los niños ucranianos con sus madres que cruzan el control de pasaportes después de seis horas y de repente les dan una sopa, un peluche, y no se qué mas... apenas alcanzan a dar las gracias, con la mirada perdida, sin saber muy bien que está pasando".

150 toneladas de ropa que nadie va a usar se amontonan allí en un almacén, mientras que autobuses y otros vehículos privados, venidos de España y otros puntos de Europa, se vuelven vacíos. Algunos han venido atraídos por la falsa idea de que uno puede y debe sacar de allí refugiados como quien carga naranjas . La realidad, pasado el caos de los primeros días, es bien distinta; pero la frontera tiene ese magnetismo, ese morbo de estar "casi" en la guerra pero no. Al otro lado de ella, conductores anónimos, la mayoría polacos y ucranianos, viajan entre Kiev, Lviv, Mariupol, Zhytomyr y otras ciudades, rescatando gente y animales. Pero ese tipo de viaje tiene muchos menos candidatos. Tampoco vende ir a Cracovia o Varsovia, que es donde acaban cientos de miles de esos que pasan por la frontera. Les falta la épica.

Giro a la izquierda poco antes de Korczowa, alejándome de tan renombrado lugar. Hoy no voy a Medyka, sino a otro paso fronterizo de nombre impronunciable hasta para los polacos: Dołhobyczów. Así se llama el lugar donde una anciana refugiada perdió su gato hace dos días, cruzando hacia Polonia. Después de leer una petición de ayuda por Facebook me compadecí de aquella pobre señora, llorando después de perder, quizás, lo único que le quedaba de su vida anterior. Por momentos tengo ese ramalazo sentimental.

El viaje entre Medyka y Dołhobyczów tiene algo de surrealista. Son dos horas de viaje por el patio trasero de Europa, entre talleres de neumáticos con rótulo en cirílico y vetustas casas de madera pintada. Ucrania siempre a mi derecha, a veces a kilómetros, a veces a cientos de metros. "Zona fronteriza", avisa sin más explicaciones un rótulo rojo pegado a un árbol, indicando, deduzco, que es mala idea bajarse a hacer tus necesidades por aquí.

Pongo la radio. La primera emisora repite en bucle, en ucraniano, "Esta emisión ha sido interrumpida". La segunda da consejos sobre qué hacer cuando escuchamos una alarma de bombardeo. A la media hora de dejar Medyka atrás, ya no se sintoniza ninguna emisora polaca. A lo lejos, kilómetros adentro, se ve una columna de humo. Fantaseo con la idea de que puediese ser el centro de entrenamiento bombardeado cerca de Lviv, pero lo más probable es que sea algún granjero, intentando seguir con su vida como si nada pasara.

En Dołhobyczów apenas hay nadie. Unos testigos de Jehová reparten ropa y mantas, pero sólo a los conversos a la secta. Una pareja de soldados jóvenes atiende a mi inusitada petición con una igualmente inesperada empatía hacia la anciana anónima. Por desgracia allí no se puede cruzar a pie hacia Ucrania, y mucho menos merodear por el puesto fronterizo. Así que después de darles mi número y hacerles prometer que avisarán si ven al dichoso gato, sigo mi camino con la conciencia tranquila.

No creáis que he hecho 300 kilómetros para esto; el verdadero destino del viaje de hoy es un complejo deportivo, o lo era hasta hace unas semanas. Ahora, en el enorme pabellon del HOSIR de Hrubieszów se hacinan cientos de personas, recostadas sobre mantas extendidas sobre el suelo. A la entrada hay bomberos, soldados, policía, algún camión militar. Una señora de unos 50 años me espera por allí, dibujando una sonrisa a través de un rictus de cansancio y estrés. Se llama Lara. Con ella está su amiga Oksana, y su madre, una señora de unos 80 años. Intuyo que Lara y Oksana son algo más que amigas, pero este tema de conversación es poco apropiado por estas latitudes y además, no es asunto mío.

Las subo al coche junto a diez gatos, un perro y una montaña de equipaje. Por lo visto la buena señora gestionaba un refugio de animales en Irpen, y se los ha traído a todos, incluído de bonus un gato que su vecino dejó atrás en la huída. Me abstengo de preguntar como demonios llegó allí con semejante séquito. El personal voluntario del centro, gente joven de la zona, me ayuda a cargar el Nissan en un ambiente de jovialidad. De alguna manera, conseguimos embutir todo aquello entre las cinco puertas. "Vete directo a Cracovia, que como pares se te escapa la Babushka", bromea una voluntaria ucraniana en perfecto polaco. Y después de enseñar el DNI y firmar un papel haciéndome responsable del bienestar de tan singular grupo, salimos de vuelta hacia la gran ciudad.

Ya es casi de noche, y mientras cruzamos los bosques del Este de Polonia, en medio de una puesta de sol de un rojo estremecedor, Lara no puede contener su admiración por la vista: "Polonia es como un cuento de hadas", asegura en inglés. Tal derroche de entusiasmo por las llanuras de Lubelskie se me antoja inaudito; "debe ser, más bien, que está usted feliz de estar aquí", le respondo. Oksana comenta algo; no habla inglés, pero oigo mencionar a Ray Bradbury. Algo en aquel paisaje le ha traído a la cabeza esa asociación de ideas que me resulta extrañamente familiar, pero no alcanzo a recordar porqué. De cualquier modo, profiero murmullos de aprobación; Fahrenheit 451 es uno de mis libros favoritos. Animado por el descubrimiento de tan insospechado vínculo, paso a recitar los nombres de algunos de los maestros del género: Arthur C. Clarke, Philip K. Dick, a lo que Oksana responde con recíprocas muestras de entusiasmo. Se anima, incluso, a indagar sobre mis autores favoritos. "¿Tolstoi?" "Uff, que va. Demasiado difícil para mi", aseguro en polaco. Su aspecto de granjera del koljós con callo resulta engañoso: por lo visto tiene cáncer. En realidad es programadora, me dicen, y trabajó en Kazakhstan.

Más tarde, ya en casa, rescato aquella cita de Bradbury, que tenía perdida en algún rincón de la memoria:

"Podía percibirse cómo la guerra se iba gestando aquella noche en el cielo. La manera como las nubes desaparecían y volvían a asomar, y el aspecto de las estrellas, un millón de ellas flotando entre las nubes, como los discos enemigos, y la sensación de que el cielo podía caer sobre la ciudad y convertirla en polvo, mientras la luna estallaba en fuego rojo; ésa era la sensación que producía la noche."

#50788Kaiserlau:

eso sigue siendo un bombardeo ruso

Desnazificación quirúrgica, habla con propiedad