Febrero no podía haber empezado peor para Fukushima. La central nuclear que allá por el año 2011 sufrió un terrible accidente por culpa de un terremoto se está enfrentando ahora a un nuevo reto: un agujero de un metro cuadrado ha aparecido dentro de la central, y la fuga que está provocando ha hecho saltar todas las alarmas. Jamás se había registrado un nivel de radiación tan alto en la central.
En las últimas semanas, en la central de Fukushima se han llegado a alcanzar registros de hasta 530 sieverts por hora, lo que supera con creces los poco más de diez sieverts que con una exposición de 40 minutos son más que suficientes para causar la muerte de una persona. El motivo de esta disparada subida en la radiación, señala la compañía responsable de la central, se debe a un agujero de unos dos metros de diámetro que ha aparecido en el reactor número dos.
Pese a que la central ha estado bajo un estricto control durante los últimos seis años, no ha sido hasta ahora cuando los investigadores han descubierto la presencia de este enorme agujero. La aparición de este agujero se debería a una de las muchas fugas de combustible que tuvieron lugar tras el terremoto que asoló a Japón en el año 2011, y de momento ya ha provocado unos niveles de radiación que superan por completo los registros más altos detectados hasta la fecha (73 sieverts por hora).
Además, tal es lo inaccesible de la zona en que está el agujero que el cálculo de la radiación se ha tenido que realizar a través de las inteferencias electrónicas que han recogido las cámaras que hay instaladas en la zona. No es precisamente la forma más precisa de medir la radiación (tiene un márgen de error del 30%), pero es más que suficiente para conocer la gravedad de la situación.
Por ahora, las autoridades se enfrentan a un primer reto consistente en identificar el alcance de la fuga dentro del agujero. Las previsiones más optimistas hablan de unos trabajos de limpieza del combustible que no arrancarían hasta el año 2021, fecha en la cual el Gobierno espera tener localizado el combustible para empezar con su extracción.
Pero el verdadero reto consiste, primero, en llegar hasta la zona del agujero. Ninguna máquina sería capaz a día de hoy de soportar durante más de un par de horas estos niveles de radiación, y el descubrimiento de este agujero ha alterado por completo los planes de las autoridades de enviar robots para analizar el interior del reactor.
Para poner en contexto la peligrosidad de estas cifras, basta con decir que la sola exposición a 100 millisieverts (un sievert equivale a 1.000 milisieverts) ya es suficiente para incrementar el riesgo de desarrollar algún tipo de cáncer. De hecho, ni las máquinas son capaces de soportar estos niveles de radiación: si Japón introduce un robot en la central con registros de 530 sieverts por hora, el aparato quedará completamente destruido a las dos horas de actividad.
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