Yo hace unos cuantos meses, cuando trabajaba montando servidores y redes en las farmacias, me tocó ensamblar unos monitores en un mostrador de una farmacia nueva. El caso, es que la farmacéutica se marchó a la farmacia vieja para seguir atendiendo, y yo me quedé solo en la nueva, con las persianas cerradas.
En eso que estoy tirado por debajo del mostrador cual escarabajo pataleante, cuando alguien entra por la puerta de atras. Ya me aviso la farmaceutica que vendria la mujer de la limpieza, asi que por no darle un susto, no dije nada y seguí liado con los cables y los monitores.
Lo bueno fue cuando me asomo de reojo por un lado del mostrador y la veo a cuatro patas en el suelo pasando la bayeta. Aquello no era la típica cuarentona de cara apretada dando manotazos en el suelo, no, ni de lejos. Era una chiquilla rubia de unos ventipico años que estaba para saltarle en lo alto a cabalgarla. El mal rato lo pasé cuando se quedó con el batín abierto, en sujetador. Sin comentarios.
Todo esto se desvaneció en el momento en que hice ruidos intencionadamente para que supiera que estaba alli. Se dio un susto, y le expliqué quien era y que hacia. La magia desapareció en cuanto abrió la boquita. Se puso a hablar en una jerga gitanera con un acento carraspero cual mala mujer de polígono en fin de semana.
A pesar de ello, sigo soñando con aquel culito a cuatro patas balanceándose, o todo aquel repertorio de posturas y sonidos vocales al obvio ejercicio físico.