Supongo y espero que todos conozcamos lo que son los azucarillos. Esos carismáticos compañeros que aparecen junto a los desayunos y tienen la bondad de endulzarnos cafés o incluso zumos. Todos en mayor o menor medida sabríamos reconocer a primera vista el árbol en el que madura el azúcar o lo disfrutamos después de su fermentación en clave de ron. Algunos tendremos en mente los típicos terrones (individuales o en parejas) o los sobrecitos de azúcar, de forma tubular o rectangular. Pero nos centraremos en los segundos.
Fue en 1841 cuando Jakub Kryštof Rad, director de una fábrica de azúcar inventó lo que ahora conocemos como sobre de azúcar. Antes de eso, el azúcar se suministraba en barras que eran cortadas (con cuchillos u otros objetos metálicos con filo). Esto originó el trágico incidente que puso en marcha la inventiva del bueno de Jakub Kryštof Rad; su esposa, durante un desayuno, se cortó, y Jakub Kryštof Rad se puso a trabajar dando lugar a lo que vulgarmente hemos conocido como terrones. (Paga en enero de dosmildiez). La fórmula final no llegaría tras una apasionante carrera científica en el sector azucarero mundial que llevó al perfeccionamiento del modelo inicial, pero no quiero divagar mucho más (quien quiera saber más, que me lo pida x mp y estaré encantado de compartir mi conocimiento).
Sí quiero despistarme un poco del tema final para poner esta foto de Jakub Kryštof Rad junto a su respetable:
Destacar la cara de "ya m'e vuelto a cortar" de madame Kryštof. Y cómo no, el gesto ceñudo del idealista precursor.
Una vez dejamos el capítulo histórico, entraré en el auténtico drama. Lamento desconocer el inventor del formato que ha terminado con la hegemonía de los terrones. Pero el caso es que llevó el tema a una nueva dimensión: lo que ahora todos conocemos como sobrecitos de azúcar. Sin embargo, no consiguió el impacto de sus predecesores a corto plazo. A esto le sumamos que la mayoría de la gente no entendió que estaban ante una auténtica revolución y pensaron que se trataba simplemente de un nuevo formato de envasado. Todo esto llevó a nuestro anónimo descubridor a engrosar la lista de genios que nunca llegaron a ver su sueño cumplido en vida. Y con esto cayó en una tremenda depresión que finalmente le llevó al suicidio.
Seguramente pensarás que el inventor era un simple emo, y cuando te veas frente a un sobre de azúcar simplemente lo muevas desde uno de los lados, lo rompe por ese mismo lado y lo vierte en el café o el zumo. En ese caso, tú eres otro de los motivos por los que el inventor murió, tal vez mera contribución a su depresión o tal vez lanza de Longinus. Y es que el propósito y mecanismo que revolucionó el mundo de los sobrecitos de azúcar era que el sobre se cogiera con las yemas de los dedos de ambas manos, y simplemente se intentara doblar, lo cual por la presión del azúcar y la fragilidad del papel quebraría el sobrecito y el azúcar caería dentro de la taza. De esta forma se minimiza el esfuerzo y el uso se reduce a apenas tres segundos frente al largo proceso erroneamente extendido.
Pero no todos lo hemos olvidado; algunos seguimos honrando su memoria, y cada vez somos más.